Originada en Asia como un sistema natural de tratamiento de efluentes cloacales, la tecnología de los biodigestores resurge en América Latina como un sistema integrado para disponer de energía barata, mejorar el saneamiento y hasta para construir una buena estética paisajística.
Difícil imaginar que bajo una delicada flor flotante, sobre un tanque con agua cristalina, se esconda un biodigestor, que trata los residuos de una vivienda familiar.
Más difícil pensar que una pequeña cocina de dos bocas, donde una madre cuece fríjol y arroz para sus pequeños hijos, se alimenta del gas originado en esa tecnología.
Pero en la casa del arquitecto Jorge Gaiofato la contraposición entre lo feo y la belleza, entre lo desechable y lo aprovechable, y entre lo repugnante y lo rico, no es sólo imaginable sino comprobable.
"Ya lo usaban los chinos hace mas de 300 años. Nuestra funciones son demostrar que es fácil tratar los residuos del consumo humano y al mismo tiempo generar riqueza a partir de eso", dice a IPS.
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Gaiofato aplica en su casa, ubicada en medio de un bosque exuberante en la región de la sierra de Petrópolis, en el estado de Río de Janeiro, lo que difunde como director técnico del no gubernamental Instituto Ambiental (OIA, por sus siglas en portugués.
Rodeada de pequeños ríos y cascadas, la vivienda utiliza el sistema de tratamiento de cloacas, conocido como biodigestor, a su vez integrado a un proceso más complejo, y simple al mismo tiempo, llamado biosistema integrado.
"El Instituto Ambiental ya tenía experiencia anterior con el tratamiento de desechos con sistemas de tanques y plantas… pero con el advenimiento del biodigestor juntó esos dos sistemas", comenta.
"Así que tenemos el biodigestor haciendo la parte anaeróbica del sistema y las plantas haciendo la parte aeróbica. Es lo que llamamos biosistema integrado", resume.
Una explicación con palabras difíciles para el lego, que esconden un proceso sencillamente natural. El que, según Gaiofato, "busca imitar los ciclos sustentables de la naturaleza, reaprovechando la materia prima para un nuevo ciclo de producción".
"En vez de esperar que la tierra produzca cada vez más, se debe aprender a hacer más con lo que la tierra ya produce", según definición de la OIA. Los residuos cloacales son recolectados y llevados al biodigestor, ubicado lo más cerca posible de las residencias, un tanque herméticamente cerrado que sirve para tratar los residuos orgánicos.
Los biodigestores fermentan el material orgánico produciendo biogás, una mezcla de 74 por ciento de metano y 26 por ciento de carbono. Debidamente canalizado, el gas es enviado de nuevo a la residencia, donde puede ser usado como fuente de calor, combustible y energía.
El proceso que tiene lugar dentro del biodigestor es biológico, explica el arquitecto. "Se realiza a través de bacterias anaeróbicas, es decir de que viven en la falta de oxigeno. Son varios tipos que producen la degradación de la materia orgánica y en la última fase las metanogénicas transforman esa materia orgánica en gas metano", detalla.
El biosólido resultante del mismo proceso tiene un alto valor nutricional y, ya separado y secado al sol, puede servir como adobo orgánico para plantas.
A su vez el líquido cloacal generado y sucesivamente filtrado, puede ser utilizado para "ferti-irrigación" y cultivo en general.
Lo que los especialistas llaman "reciclaje de nutrientes", comienza en un segundo tanque de plantas cuyas raíces se alimentan de ellos.
En un tercer recipiente los nutrientes residuales son absorbidos por plantas acuáticas.
Por último, en una especie de piscina, los nutrientes restantes se transforman en algas por acción de la luz solar, que a su vez alimentan peces como "tilapias", que el hombre puede utilizar como alimento.
En otra versión más simple y barata, destinada a saneamiento y abastecimiento energético comunitario, el sistema se limita al biodigestor, escondido bajo tierra.
El biogás tiene varios usos, entre otros, en cocinas convencionales, motores para generación de energía, luces para jardín y calentadores de agua.
El cálculo de la organización no gubernamental es que la producción de gas equivale en promedio a 50 litros diarios y permite el uso familiar durante una hora por día. Pero como se recarga rápidamente, puede usarse de nuevo tres o cuatro horas después, por una hora adicional.
También la familia de Alessandra Fachini, con un hijo de tres años y un bebé, no necesita recurrir al gas de garrafa vendido en la región. Además de ahorrar en energía, el biogás alcanza para la cocina diaria, y alimenta un pequeño calefón y un farol externo.
"Si queremos preservar y utilizar un recurso sustentable que no agreda el ambiente como el gas natural, debemos reeducarnos y preferir esta utilización que es más saludable para todo el mundo", reflexiona Yuri, esposo de Fachini.
Gaiofato resume que con bajo costo de implantación y mantenimiento, el biodigestor trata los efluentes clocales, produce energía y además es bueno para el ambiente porque evita el derrame de metano a la atmósfera, uno de los principales responsables del efecto invernadero.
En Brasil, el Instituto Ambiental aplica la tecnología especialmente para poblaciones pequeñas de hasta 500 habitantes, donde se puede instalar un sistema comunitario. Trabajan, además de Río de Janeiro, en los estados de São Paulo, Santa Catarina, Espíritu Santo y Bahía. También lo hacen en Nicaragua, República Dominicana y en la región española del Valle de La Plata.
Actualmente el OIA difunde el concepto de biosistemas integrados en barrios pobres de Haití, no sólo para saneamiento sino también para recuperación de áreas degradadas, construcciones más sustentables y cultivos integrados.
Siempre que implanta el sistema, esta organización busca capacitar a los beneficiarios como difusores de la tecnología entre otras de su comunidad. Y cuando es posible incluyen en el proyecto educación ambiental para los habitantes de las comunidades.