El informe de la Comisión de Medida del Desempeño Económico y del Progreso Social de Francia, encargado a los laureados Joseph Stiglitz y Amartya Sen, es un aporte tardío y bastante modesto a un viejo debate, según muchos expertos.
Los dos autores principales, Stiglitz y Sen, ganaron el premio Nobel de Economía en 2001 y 1998, respectivamente. Publicado el 14 de este mes, el informe fue solicitado por el presidente francés Nicolas Sarkozy para crear "una revolución estadística" que diera por superados indicadores convencionales como el producto interno bruto (PIB).
Pero el Informe Stiglitz-Sen va poco más allá de otros esfuerzos que llevan años en el desarrollo de indicadores sobre la degradación ambiental, la salud y el bienestar social.
"Los economistas más viejos nos divertimos", dijo a Tierramérica Christian Chavagneux, editor de la publicación mensual francesa Alternatives Economiques.
El primer cuestionamiento a la utilidad del PIB como indicador surgió en los años 70, señaló Chavagneux. "La cantidad de indicadores alternativos de bienestar humano y económico pasó de cero en los años 70 a unos 30 en la actualidad", ejemplificó.
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El principal es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), utilizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990, destacó.
Además del PIB, el IDH toma en cuenta parámetros como la expectativa de vida, la alfabetización y la educación y fue desarrollado por Sen y el prestigioso economista pakistaní Mahbub ul-Haq.
En los años 80, varios economistas y activistas ambientales observaron que el PIB no tomaba en cuenta la pérdida económica que entrañaba el deterioro ambiental, como la contaminación aérea causada por actividades como la industria y el transporte.
Ese hecho dio pie a investigaciones para asignar un valor a la naturaleza e integrarlo a un nuevo indicador de la actividad económica y el bienestar humano.
En 2007, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en cooperación con la Comisión Europea y los ministerios alemán y británico de Ambiente, lanzaron el programa de investigación La Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB, por sus siglas en inglés), que aspira a medir la significación económica de la pérdida mundial de diversidad biológica.
El TEEB estudia "los beneficios económicos mundiales de la biodiversidad, para subrayar el creciente costo de la pérdida de biodiversidad y la degradación ambiental y para reunir conocimientos en las áreas de ciencia, economía y política que permitan acciones prácticas". Sus conclusiones preliminares fueron difundidas en 2008, y el informe final está programado para octubre de 2010.
"En el informe preliminar nos fijamos en el alcance de las pérdidas del capital natural a consecuencia de la deforestación y la degradación", estimadas en "entre dos billones y 4,5 billones de dólares anuales", declaró a Tierramérica el economista indio Pavan Sukhdev, director del TEEB.
El reporte final del TEEB brindará "herramientas para los gobernantes, abarcando subsidios e incentivos, responsabilidad ambiental, nueva infraestructura de mercado, recuento de ingresos nacionales, análisis de costos y beneficios, análisis de rentabilidad y métodos para implementar el Pago por Servicios de Ecosistemas y un sistema de Acceso y Beneficios Compartidos", añadió.
El TEEB también aportará información a las empresas sobre "cómo cuantificar y revelar, mitigar o compensar los impactos corporativos sobre los ecosistemas y la biodiversidad".
Además, brindará a los ciudadanos "información sobre el valor de los ecosistemas y la biodiversidad, y ejemplos de cómo reducir su impacto sobre la naturaleza e influir sobre los productores mediante decisiones de compras públicas", dijo Sukhdev.
Otro indicador complementario al PIB es el Índice de Salud Social, desarrollado en 1987 en Estados Unidos por los cientistas sociales Marc Miringoff y Marque-Louisa Miringoff, entonces profesores de la Universidad Fordham de Nueva York.
Este indicador "se basa en la premisa de que las medidas económicas conocidas, como el PIB, los índices de las bolsas de valores, la balanza comercial, la inflación y afines no son suficientes para evaluar nuestra fortaleza, progreso y bienestar como nación y como pueblo", dijo a Tierramérica Marque-Louisa Miringoff, directora del Instituto para la Innovación en Políticas Sociales, que elabora el índice.
En este contexto, el Informe Stiglitz-Sen agrega poco. El principal objetivo del estudio, que Sarkozy encargó en febrero de 2008, fue considerar qué información adicional se necesita para obtener indicadores más relevantes del progreso social, a fin de evaluar la viabilidad de las herramientas alternativas de medición, y de discutir cómo presentar de modo adecuado los datos estadísticos.
Stiglitz y Sen, que trabajaron junto con otros economistas británicos, franceses y estadounidenses, plantearon 10 recomendaciones a los gobernantes. Pero éstas no parecen ser tan eminentes como sus autores.
Se sugiere hacer más énfasis en los ingresos y el consumo que en la producción, para lograr una evaluación más adecuada del bienestar material, y otorgar un rol más importante a la distribución de los ingresos, en lugar del ingreso promedio por persona.
Para medir el nivel de vida, dicen Sen y Stiglitz, se deben tomar en cuenta actividades ajenas al mercado, como los servicios que prestan las familias en cada hogar. Los autores repiten el viejo reclamo de hallar una medida adecuada para la naturaleza y su agotamiento, que sea incorporada a las cuentas públicas y privadas.
* Este artículo fue publicado originalmente el 26 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.