Los millonarios acuerdos militares con Francia perfilan a Brasil como futuro abastecedor latinoamericano de industria bélica y establecen claras señales de una política externa basada en la «multipolarización internacional».
La elección del escenario para pactar "una alianza estratégica" no pudo ser más simbólica para los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y Nicolas Sarkozy, de Francia.
Con la banda sonora de desfiles militares, los dos mandatarios sellaron su acuerdo en Brasilia el lunes 7, Día de la Independencia de Brasil.
El encuentro sirvió para formalizar acuerdos alcanzados en diciembre, con la primera visita de Sarkozy, cuando Brasil anunció la adquisición de cinco submarinos de tecnología francesa, inclusive uno a propulsión nuclear, que se armarían en un astillero en Itaguaí, en el estado de Río de Janeiro, sudeste de este país.
En esa ocasión también se acordó la compra de 50 helicópteros de transporte EC 725 de la empresa europea aeronáutica Eurocopter, que serán manufacturados en conjunto con Brasil en la fábrica de Helibrás, en Itajubá, Minas Gerais, también en el sudeste.
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Pero el lunes quedó confirmado un elemento final de esos pactos, valuados en unos 12.500 millones de dólares: el inicio de negociaciones para la venta a Brasil de 36 aviones caza Rafale de la empresa francesa Dassault, que podría materializarse en octubre, según un comunicado conjunto de los dos gobiernos.
En los hechos, esto significa que quedaron fuera de la puja los cazas Gripen de la empresa sueca Saab y los F-18 de la estadounidense Boeing, una vieja disputa que se arrastraba desde 1998, cuando gobernaba Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).
A cambio del negocio de los cazas —que podría ascender a unos 4.000 millones de dólares—, París se comprometió a comprar y ayudar a desarrollar 10 aviones de transporte militar KC-390 de la empresa brasileña Embraer.
El principal argumento brasileño para elegir a los franceses es que, a diferencia de otros fabricantes, como Alemania en el caso de los submarinos y Estados Unidos en el de los cazas, Francia asegura no sólo la venta sino una "real transferencia de tecnología", es decir acceso a todo tipo de operaciones, inclusive comerciales, según el canciller Celso Amorim.
"Decidimos comenzar a negociar la compra del Rafale porque para nosotros el avión es importante, pero importante de verdad es tener la tecnología para que podamos producir ese avión", dijo Lula en su discurso junto a su invitado Sarkozy.
Para el profesor de relaciones internacionales Daniel Castelán, esa transferencia garantiza a Brasil el cumplimiento de su aspiración de fortalecer su industria bélica con miras a convertirse en un futuro abastecedor para América Latina, entre otras regiones.
En esa dirección, los acuerdos con Francia le permitirían no sólo fabricar y acceder a los secretos de esa fabricación, sino "hasta vender conjuntamente", como señaló Sarkozy.
"El hecho de que los submarinos y helicópteros se construyan en territorio brasileño señala la estrategia de producir en el futuro para América del Sur", dijo a IPS Castelán, investigador del Observatorio Político Sudamericano y profesor de la privada Universidad Candido Mendes.
El diputado del Partido Verde, Fernando Gabeira, integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores y de Defensa del Congreso legislativo, hizo un análisis similar.
"Brasil podría haber comprado cazas estadounidenses, pero no su tecnología, porque eso dependía de una autorización del Congreso" de ese país, dijo Gabeira a IPS.
"Los franceses percibieron ese movimiento y ofrecieron toda la tecnología para que Brasil pudiese también producir aviones o submarinos", agregó.
Lo que no está claro para Gabeira es el futuro escenario bélico que justifique tanto despliegue militar por aire y mar. Además de aviones, helicópteros y submarinos, este país también tiene una flota de fragatas y corbetas.
"Brasil tiene la intención de ser un país con capacidad bélica. Pero, ¿dónde están las guerras? No las encontramos fácilmente", cuestionó el diputado.
Lula, en cambio, considera que la respuesta se encuentra en la "nueva independencia" que entrañan para este país de más de 189 millones de habitantes los hallazgos de crudo que lo convertirán en un futuro cercano en nueva potencia petrolífera.
De acuerdo con el mandatario, las nuevas inversiones en defensa se justifican por una "cuestión de soberanía", para defender dos importantes zonas del territorio nacional: la Amazonia y un área submarina de unos 800 kilómetros cuadrados en el océano Atlántico, en las costas sudorientales de Espíritu Santo y Santa Catarina, que albergaría entre 50.000 millones y 80.000 millones de barriles de crudo a unos 7.000 metros de profundidad.
Esas reservas descubiertas hace dos años y aún no exploradas se encuentran bajo capas de sal de hasta dos kilómetros de espesor y podrían representar, según las estimaciones del gobierno, hasta seis veces las reservas nacionales ya comprobadas de crudo, de 14.000 millones de barriles (de 159 litros).
Lula recordó que el petróleo siempre fue motivo de guerras y conflictos. Para evitarlos, aunque su gobierno prioriza la paz, también se prepara para ser en 15 o 20 años, una "potencia mundial", dijo.
Esa aspiración, según Gabeira, evidencia "la continuación de la política de los militares (que gobernaron entre 1964 y 1985), la de hacer de Brasil una gran potencia, pero ahora en un mundo totalmente transformado, donde las guerras no se hacen como antes", observó.
En su opinión, "Brasil debería profundizar su papel de 'soft power' (potencia suave), y no buscar el papel de 'hard power' para hacer la guerra", si bien éste es un enfoque "todavía muy difícil de argumentar acá", reconoció.
La alianza franco-brasileña ya comenzó a dar frutos internacionales para Brasilia. Sarkozy reafirmó el apoyo de París a la aspiración brasileña de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas y en el Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo, lo que consideró una cuestión de "justicia".
Para Castelán, los miles de millones de dólares de los acuerdos militares firmados son, por sí solos, un precio demasiado elevado a cambio de un lugar en el Consejo de Seguridad y en el G-8.
Por eso, opinó, además del propósito de fortalecer la industria bélica nacional, la alianza con Francia debe considerarse en una estrategia externa más amplia de Brasil, guiada por "una directriz muy fuerte del gobierno de Lula, de 'multipolarización internacional'".
Se trata de una "visión estratégica", de "búsqueda de una opción de cooperación militar y defensa que no sea solamente con Estados Unidos", en momentos en que la cancillería brasileña manifiesta su incomodidad por el aumento de la presencia armada de ese país norteamericano en las bases de su vecina Colombia.
Para decirlo en viejos términos, es la idea de una multilateralidad que "contrabalancee la hegemonía estadounidense" en lo militar, pero también en lo comercial, concluyó.