AMBIENTE-VENEZUELA: Mujeres recuperan ingresos y naturaleza

Las mujeres de este poblado del extremo norte de Venezuela ya no dicen «basura» sino «materia prima secundaria», y en vez de reciclaje hablan de «separación en origen».

Eduarda Román junto a una pintura alegórica a la laguna en su casa. Crédito: Humberto Márquez/IPS
Eduarda Román junto a una pintura alegórica a la laguna en su casa. Crédito: Humberto Márquez/IPS
Tacarigua es una alargada albufera de 9.200 hectáreas sobre la costa del Caribe, a unos 100 kilómetros en línea recta y casi tres horas de carretera al este de Caracas.

En esta laguna hay contacto entre las aguas lacustres y marinas, aunque la mayor parte de ella está separada del mar por una restinga arenosa de 28 kilómetros de largo y unos 300 metros de ancho.

"Aquí las mujeres nos organizamos en una pequeña empresa para recoger lo que antes veíamos como basura", dijo a Tierramérica María Auxiliadora Uriepero, una mujer con seis hijos y 11 nietos, de pie en el dintel del cuarto de su casa a medio construir, con paredes de bloques sin friso y techo de zinc, y que sirve como depósito para sus sacos con botellas desechadas.

Como la suya, con falta de paredes divisorias y de una escalera para ir a la azotea, son muchas de las casas de Tacarigua de la Laguna, un poblado a orillas del parque nacional homónimo. Unos 5.000 habitantes, aquí y en el vecino Belén, viven de la pesca y de servicios a los turistas que van a playas cercanas. El desempleo abunda.
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Uriepero sacó sus cuentas: "Necesito recoger unas 58.000 botellas para las reparaciones de mi casa. Donde veo una botella tirada la recojo. Toda mi familia hace lo mismo. Ya tenemos 90 sacos", de unos 20 kilogramos cada uno, con botellas de vidrio o plástico que se venden a empresas que reciclan ese insumo.

No es que Uriepero se fíe sólo de esa actividad. También realiza trabajos de costura y muñecas de trapo, elabora tortas y dulces, vende refrescos y caramelos a la entrada de su casa y teje "chinchorros", o hamacas. "Ahora, con un grupo, hicimos la empresa de separación en origen. La llamamos Flor del Mangle", explicó.

El bosque de mangle rojo (Rhizophora mangle) forma el ecosistema principal de la laguna, cubriendo unas 4.000 hectáreas, aunque también están las variedades blanca (Laguncularia racemosa), negra (Avicennia germinans) y botoncillo (Conacarpus erectus).

El parque nacional, creado por decreto en 1974, tiene 39.100 hectáreas repartidas entre la laguna, sus brazos y orillas y la restinga. En 1991 se le agregaron 20.000 hectáreas de mar adyacente. Es uno de los sitios protegidos por la Convención de Ramsar sobre los Humedales de Importancia Internacional, adoptado en esa ciudad iraní en 1971.

En una calleja, a la sombra de árboles de mango y a pocos metros de un brazo de la laguna, Vilma Gutiérrez quita tierra y etiquetas a botellas plásticas para gaseosas de 1,5 litros. "En una jornada caminamos varios kilómetros por la playa y recogemos y clasificamos vidrio, plástico y aluminio", explicó a Tierramérica.

"Se me ha quitado la pena (vergüenza), de que nos vean y digan 'esa recogedora de basura', pero la gente de la gobernación (del norteño estado de Miranda) nos ha enseñado que no es basura sino materia prima secundaria, con la que haremos funcionar nuestra asociación, Corocora Mar y Sol", dijo Gutiérrez.

La corocora roja (Eudocimus ruber) es una especie de ibis que abunda en Tacarigua, donde se han observado más de 250 tipos de aves.

En el parque anidan cuatro especies de tortugas marinas, entre ellas la Chelonia mydas y la Caretta caretta, mundialmente amenazadas, y vive aquí el caimán de la costa (Crocodylus acutus).

El área marítima y la laguna son zonas de pesca y cría de especies apetecidas en el mercado local, como el róbalo (Centropomus undecimalis) y la lisa (Mugil curema).

Entre los 20 mamíferos de la fauna local se cuentan el venado matacán (Mazama americana), el mono capuchino (Cebus olivaceus) y el amenazado cunaguaro u ocelote (Leopardus pardales).

Flor del Mangle y Corocora Mar y Sol son dos microempresas recolectoras, la primera registrada como compañía anónima y la segunda como asociación civil. La gobernación de Miranda promueve la formación de otras.

"Desarrollamos este proyecto para ayudar a la conservación del parque como reserva de biodiversidad y de seguridad alimentaria, al tiempo que apoyamos a grupos de pobladores vulnerables y creamos conciencia ecologista en la zona", dijo a Tierramérica Evelyn Pallota, directora de Ambiente de la gobernación.

Corocora Mar y Sol, en la cual "empezamos nueve y quedamos cinco asociadas", dijo Gutiérrez, propuso adquirir cestos adecuados para la recolección, uniformes, guantes y mascarillas, "y ¿por qué no?, quizá un camioncito".

El candidato a conducirlo es su esposo desempleado. "Hasta ahora nos hemos asociado mujeres, pero con los volúmenes de carga que queremos manejar van a hacer falta hombres trabajando", añadió Gutiérrez.

"Una de las asociadas, que ha llenado tres barriles de vidrio, me dijo que ya se siente una pequeña empresaria y quiere gestionar un microcrédito en algún organismo oficial y un seguro HCM (hospitalización, cirugía y maternidad) para todas ellas", narró a Tierramérica Milagro Liberón, maestra en la escuela local y animadora del proyecto.

Liberón está constituyendo la empresa que será centro de acopio, de formación y de apoyo logístico y legal a los grupos recolectores, junto con Eduarda Román, una vecina cuyo solar da a un brazo de la laguna, donde alimenta iguanas, tortugas y garzas que se acercan.

En su casa nada se desperdicia. Hasta los residuos de alimentos se destinan a hacer compost con las plantas de papaya y mandarina que cosecha. Vecinas de Román "han comenzado a separar en origen los desechos sólidos en sus casas y llaman luego para que las recolectoras busquen una bolsa de esto o lo otro", dijo a Tierramérica.

Liberón trabaja papel maché y enseña a elaborar artesanías, por lo que "tras la empresa de acopio podemos ir al siguiente escalón, que es el ecodiseño, para elaborar objetos artísticos o utilitarios con algunos materiales recolectados", señaló la funcionaria Pallota.

Además de la gobernación han prestado apoyo la embajada británica en Caracas, con la donación de balanzas para pesar los materiales, y el fabricante estadounidense de envases Owens-Illinois, que aportó una trituradora de vidrio, asiste a los grupos y compra su producción.

"Les pagamos 300 bolívares (140 dólares) por tonelada y nos satisface apoyar a grupos que se organizan para mejorar su vida y el entorno", dijo a Tierramérica Marycarmen Polanco, directora en Owens-Illinois de Venezuela.

"Para nuestras plantas, el material de reciclaje suma unas 100.000 toneladas anuales, 30 por ciento de la materia prima", agregó.

La zona de Tacarigua es la fachada marina de Barlovento, una fértil llanura de unos 4.600 kilómetros cuadrados regada por el río Tuy y sus afluentes que, desde los tiempos de la colonia, fue asiento de plantaciones de cacao trabajadas por esclavos negros.

"Se mantiene como un reducto de pobreza, con baja actividad económica y desempleo, 47 por ciento de la población reporta necesidades básicas insatisfechas, según estadísticas gubernamentales, hay déficit de escuelas, y los jóvenes emigran", dijo Pallota.

Por eso "lanzamos proyectos como el de Tacarigua, para crear conciencia, formar ciudadanos ambientalmente responsables, evitar la contaminación de la laguna, la playa y el campo, y generar empleos que permitan a la gente subir un primer peldaño para salir de la pobreza y la vulnerabilidad", concluyó.

* Este artículo fue publicado originalmente el 5 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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