TURQUÍA-RUSIA: Tres siglos de enemistad llegan a su fin

Después de 12 guerras y tres siglos, Moscú y Ankara se amigan y forjan lazos que podrían oficiar de contrapeso a la Unión Europea (UE) si Turquía termina quedando fuera del bloque.

Ambos países califican sus relaciones de "cooperación multidimensional", que no es todavía una "asociación estratégica", pero ésta no queda descartada.

En su visita relámpago de ocho horas a Ankara la primera semana de este mes, el primer ministro ruso Vladimir Putin, suscribió 20 acuerdos con su contraparte turco Recep Tayyip Erdogan, la mayoría contratos comerciales en materia de energía por un valor de unos 40.000 millones de dólares.

Los gasoductos competidores de Nabucco y South Stream, que suministrarán gas natural a Europa, serán "complementarios", no "contrarios", coincidieron ambos gobernantes.

Nabucco, un proyecto de unos 7.900 millones de euros (más de 11.000 millones de dólares), promovido por la UE y Estados Unidos, llevará el fluido de Turkmenistán, Kazajstán, Azerbaiyán, Iraq, y quizá también de Irán, a Europa a través de Turquía, sin pasar por Rusia. Su inauguración está prevista para 2014.
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El gasoducto South Stream, impulsado por Rusia, entrará en funcionamiento en 2016 y llevará gas de ese país a Europa, pasando por las aguas territoriales turcas del mar Negro y atravesando Bulgaria, Grecia, Italia, Serbia, Hungría y Eslovenia, hasta llegar a Austria.

El objetivo es sortear a Ucrania, por donde pasa 80 por ciento del gas ruso destinado a Europa y con el que Moscú está en malas relaciones.

Antagonistas o complementarios, con ambos proyectos funcionando, Rusia y Turquía pasarán a ser fundamentales para cubrir la creciente demanda europea de gas. Su hostilidad puede poner en peligro el suministro de fluido y ni que hablar si llegan a confabularse contra la UE.

Ya hay indicios de que Turquía, consciente de su posición de proveedor de energía de Europa, endurece su posición. El acercamiento a Rusia sólo pone de relieve el hecho.

"Turquía no cambia su política exterior. Le sigue dando prioridad a sus relaciones con Occidente. Pero el asunto de la energía le da una nueva dimensión", según Sami Kohen, columnista del diario Milliyet.

"La ecuación energética le da mayor independencia a la política de Turquía", apuntó.

Ankara prestará más atención a los intereses nacionales y no a los europeos.

"Si la UE no nos quiere, no vamos a rogar", dijo a IPS el empresario Hasan Aydemir. "Europa tendrá que pensar dos veces en las implicancias de que Turquía quede fuera de la UE y sea un aliado de Rusia. Si se da, ¿por qué no?".

El acercamiento entre ambos países estrechará los vínculos entre Turquía y la UE a medida que Europa se dé cuenta de la importancia creciente y de la posición geopolítica de este país, señaló Yusuf Kanli, jefe de columnistas del periódico en inglés Hurriyet.

Pero Turquía está muy lejos de integrarse a la UE, si es que algún día ocurre. Ya pasaron 50 años desde el primer intento de incorporación de esta nación islámica. Es quizá el compromiso más largo, pero sin matrimonio a la vista.

El proceso de incorporación ha tropezado debido a la oposición de algunos miembros como Alemania, Austria y Francia.

Mientras, las relaciones entre Turquía y Rusia se siguen expandiendo. Moscú despachará petróleo hasta un puerto en el sur del país y también llevará gas a Líbano e Israel. Además, una empresa rusa participará en la construcción de una planta nuclear en este país.

Además abren centros culturales y de enseñanza de ruso. Los ciudadanos de ese país constituyen el mayor grupo de turistas después de los alemanes, unos tres millones de personas el año pasado.

Centros turísticos como Fethiye, Antalya y Alanya incorporan carteles en ruso, además de inglés. También hay estaciones de radio con emisiones en ese idioma y ahora también periódicos.

Turquía declaró 2007 año de la cultura rusa y Rusia hizo lo propio en 2008.

El intercambio comercial entre ambos países ascendió el año pasado a 38.000 millones de dólares, ocho veces más que hace ocho años, lo que convierte a Rusia en el mayor socio de Turquía. Se espera que llegue a los 100.000 millones de dólares en cuatro años.

El peso diplomático de ambos países podrá contribuir a resolver conflictos regionales, como las disputas entre Armenia con Azerbaiyán y con Turquía. Incluso también podrían convencer a Irán de asumir una postura más moderada.

Rusia y Turquía tienen relaciones con países que mantienen conflictos con alguno de ellos.

El acercamiento quizá también se facilitó por las similitudes entre Putin y Erdogan. Ambos son de extracción humilde y parecen estar decididos a enterrar enemistades históricas. Son líderes fuertes, dinámicos y adustos, además de deportistas.

Si Putin tiene un toque de zar, Erdogan lo tiene de sultán.

El primer ministro turco ganó popularidad en el Foro Económico Mundial, realizado en Suiza en febrero de este año, cuando se enojó por las reiteradas interrupciones del moderador mientras criticaba el ataque israelí contra el territorio palestino de Gaza frente al presidente israelí Shimon Peres.

El actual acercamiento entre Turquía y Rusia es un acontecimiento histórico. Los zares rusos y los emperadores turco-otomanos se llevaron como perro y gato desde el siglo XVII hasta el XX, cuando Moscú liberó el mar Negro de la dominación turca.

Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el presidente de la hoy disuelta Unión Soviética Iósif Stalin trató de controlar los estrechos de Bósforo y Dardanelos, que conectan el mar Negro con el Mediterráneo. Aun hasta los años 80, Turquía fue el bastión de Occidente para contener la temida expansión soviética.

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