Con una acción sin precedentes en litigios del comercio internacional, Brasil apuntó a los dos baluartes de la moderna economía de Estados Unidos, los servicios y la propiedad intelectual, para resarcirse de los perjuicios ocasionados por los subsidios que ese país concede a sus productores algodoneros.
Un laudo dictado este lunes por los árbitros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) autorizó a Brasil a aplicar contramedidas para saldar la disputa que sostiene con Estados Unidos desde 2002 a causa de las subvenciones al algodón.
Las autoridades brasileñas estimaron que este año podrían adoptar represalias económicas contra el país norteamericano por unos 820 millones de dólares. De ese total, unos 460 millones gravarían el comercio de mercaderías, mientras que los restantes 360 millones recaerían sobre los servicios y las patentes.
Por el momento, esas contramedidas son hipotéticas. Creo que luego de examinar la situación, Brasilia estaría en condiciones de decidir cuando y cómo acudir a la OMC para ejecutar o no esas acciones, dijo Roberto Azevedo, jefe de la misión brasileña ante la agencia con sede en Ginebra.
La singularidad del diferendo surge de la posibilidad de que con esas contramedidas Brasil suspenda las concesiones que otorga a Estados Unidos en dos tratados comerciales estratégicos del sistema regulado por le OMC: el Acuerdo General de Servicios (GATS) y el acuerdo sobre Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Adpic).
Los gobiernos y el sector privado estadounidenses controlan celosamente, en la OMC y en otras agencias internacionales, las actividades y las legislaciones referidas a esos rubros, convertidos en el último medio siglo en el basamento principal de la economía del país.
Carol Guthrie, portavoz de la oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, equivalente a un ministro de comercio exterior, comentó satisfecha que los árbitros de la OMC habían denegado la solicitud de Brasil de autorización para suspender sin limitaciones las concesiones en propiedad intelectual y en servicios.
Sin embargo, Azevedo interpretó que el dictamen de los árbitros se puede aplicar a los dos sectores, aunque solamente cuando las contramedidas hayan superado cierto umbral. Según los árbitros, ese piso se estableció en 407,9 millones de dólares en 2006.
Los cálculos de los negociadores brasileños elevan ese nivel a 460 millones para el corriente año. Del cotejo de esa cifra con el monto de 800 millones de dólares en contramedidas estimadas por Brasil para este año, surgen los 360 millones de dólares que podrían gravar, por ejemplo, los servicios bancarios y financieros y las patentes medicinales de origen estadounidense.
El origen del litigio se ubica en las políticas de sostén de Washington hacia los productores agrícolas. Las subvenciones masivas a los cultivadores de algodón en gran escala son injustas y perjudican a los campesinos de las naciones pobres, observó Gawain Kripke, uno de los directores de la filial en Estados Unidos de la organización no gubernamental Oxfam.
La política rural estadounidense está quebrada y sobredimensionada. Ahora, otros sectores de la economía de Estados Unidos pueden sufrir las represalias de Brasil, dedujo.
A causa del algodón, Estados Unidos, como también en parte la Unión Europea, tiene abierto un frente de conflicto con otros países pobres productores de la fibra, en particular con cuatro naciones africanas, Benin, Burkina Faso, Chad y Mali, que reclaman el fin de las subvenciones que deprimen los precios internacionales, y adecuadas medidas compensatorias.
Oxfam ha estimado que la eliminación total de las subvenciones estadounidenses al algodón aumentaría los precios del producto entre seis y 14 por ciento.
El incremento aportaría recursos para brindar alimentos adicionales a un millón de niños y niñas por año o para sostener los gastos en enseñanza de dos millones de esos pequeños en las naciones de África occidental afectadas por el proteccionismo agrícola de Estados Unidos, dijo Oxfam.
El reclamo de las cuatro naciones forma parte de la Ronda de Doha y corre la misma suerte de esas negociaciones de mayor apertura comercial promovidas por la OMC, y que permanecen estancadas desde hace por lo menos cuatro años.
Antes de llegar a esta instancia previa a las represalias comerciales, Brasil había obtenidos desde 2005 una serie de fallos favorables de distintas instancias del Órgano de Solución de Diferencias de la OMC.
Todos esos dictámenes corroboraron que Estados Unidos nada ha hecho para cumplir con las resoluciones del tribunal. Si Estados Unidos continua con la misma actitud, la integridad de todo el sistema multilateral de comercio estará en juego, vaticinó Kripke.
Por su antigüedad, el diferendo del algodón no guarda relación con el aparente enfriamiento en las relaciones entre Brasilia y Washington de los últimos meses. La diplomacia brasileña no ha ocultado su incomodidad con la renuencia de Estados Unidos a comprometerse en las negociaciones de la Ronda de Doha.
En el plano bilateral, Brasil aguardaba un tratamiento arancelario más favorable a sus exportaciones de etanol, que no se produjo.
El cuadro se completa con divergencias en torno a las políticas hemisféricas y también con relación a las aspiraciones de Brasil en la escena internacional, que Washington demora en reconocer.
Pero tampoco esas desinteligencias habrían alimentado la disputa comercial más reciente entre los dos países, que evidenció igualmente en esta jornada a causa de un sistema que aplica Estados Unidos para establecer los derechos de antidumping (contra el comercio desleal) con las importaciones de jugo de naranja de Brasil.
Los negociadores brasileños demandaron que el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC estableciera un grupo especial para examinar su reclamo. Estados Unidos bloqueó la adopción de esa medida. Sin embargo, el grupo quedará constituido automáticamente en la próxima sesión del cuerpo, el 25 de septiembre.
