Activistas de Australia quieren que el parlamento reclame al gobierno de Japón un formal pedido de perdón a las «mujeres de confort militar», eufemismo para designar a las jóvenes de Asia-Pacífico sometidas a esclavitud sexual durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Este sábado 15 se cumplirán 64 años del fin de la guerra, y también se celebrará el Día Internacional de Solidaridad con las Mujeres de Confort.
"Lo que exigimos es una disculpa oficial, formal y reconocida", dijo Hannah Harborow, coordinadora de la campaña para poner fin a la violencia contra las mujeres en el capítulo australiano de Amnistía Internacional.
A los activistas les preocupa que las víctimas no vivan para oír esa disculpa ni recibir una compensación, y por lo tanto pierdan la oportunidad de reconciliarse con su traumático pasado.
Amnistía estima que hay muy pocas sobrevivientes de las entre 80.000 y 200.000 mujeres obligadas a convertirse en esclavas sexuales de los militares japoneses.
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Ellas procedían de China, Corea, Filipinas, la actual Indonesia, Malasia y Vietnam, de otros territorios bajo ocupación japonesa e incluso del propio Japón.
"El tiempo es acuciante, porque las sobrevivientes no estarán con nosotros mucho tiempo", enfatizó Anna Song, cofundadora y directora nacional de la organización Amigos de las Mujeres de Confort en Australia.
Esa entidad inició una campaña dirigida a los parlamentarios, mientras que Amnistía lleva a cabo otra para enviar mariposas por correo postal y electrónico al primer ministro australiano Kevin Rudd.
La mariposa es el símbolo que eligieron las sobrevivientes en representación de la esperanza.
Las campañas fueron organizadas para coincidir con el Día Internacional de Solidaridad con las Mujeres de Confort.
Song espera que miles de firmas y mariposas sean entregadas en breve a los representantes políticos de Australia y que estos respalden el sentir popular.
"Es la etapa de movilizar (el apoyo) para obtener resultados políticos", dijo a IPS.
Mociones similares fueron aprobadas por las cámaras bajas de Holanda, Canadá y Estados Unidos, así como por el Parlamento Europeo. En noviembre del año pasado, el Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también urgió a Japón a disculparse.
Japón, por su parte, señala que ya adoptó medidas para expiar los pecados del pasado. Por ejemplo, las disculpas de la declaración de 1993 del entonces secretario jefe del gabinete Yohei Kono —ahora conocida como la "declaración Kono"— y el establecimiento, en 1995, del Fondo para las Mujeres de Asia destinado a entregar una compensación financiera a las víctimas.
Pero el gobierno de Japón ha sido acusado de intentar evitar toda responsabilidad por el trato que sus militares dieron a las mujeres en la Segunda Guerra Mundial, culpando del reclutamiento forzado de mujeres a los agentes privados que actuaban en nombre de las Fuerzas Armadas.
Un informe de 1998 elaborado por el Comité de Derechos Humanos de la ONU observó que, si bien hubo un pedido de perdón, "el gobierno japonés niega (su) responsabilidad legal por la creación y mantenimiento del sistema de 'estaciones de confort' y mujeres de confort utilizadas durante la Segunda Guerra Mundial".
Harborow dijo que las disculpas no fueron reconocidas por la comunidad internacional porque no se realizaron de modo formal.
La declaración Kono "no fue aprobada por la Dieta",el parlamento japonés, señaló a IPS.
"Fue hecha por un individuo, y tampoco estableció claramente el rol del propio gobierno japonés en el sistema", agregó.
En Australia, la cuestión adquirió mucha difusión, principalmente gracias a los esfuerzos de Jan Ruff O'Herne, que fue forzada a trabajar como esclava sexual en un burdel militar de las entonces Indias Orientales Holandesas (hoy Indonesia) por los japoneses invasores.
Luego de ser prisionera durante dos años en un campamento junto con su familia, a O'Herne, que ahora vive en la meridional ciudad australiana de Adelaide, la colocaron en una fila con otras jóvenes de 17 o 18 años.
Tras ser inspeccionada por los oficiales japoneses, fue seleccionada y trasladada en un camión a una casa colonial holandesa que se usaba como burdel militar.
Durante 50 años O'Herne guardó silencio sobre las violaciones y abusos que tuvo que soportar en los tres meses en que los que fue esclavizada.
Habló por primera vez de esas experiencias —tanto a su familia como al público— a comienzos de los años 90, luego de ver por televisión a mujeres coreanas que habían vivido experiencias similares exigiendo una disculpa y una indemnización de Japón.
Aunque no hay otras australianas o residentes en este país que se hayan identificado como ex esclavas sexuales, la hija de O'Herne, Carol Ruff, dijo a IPS que el pedido de perdón y el ofrecimiento de una compensación del gobierno japonés ayudará a cerrar un capítulo a su madre, así como a "devolverle la dignidad perdida".
Pero ahora que O'Herne está por cumplir 87 años, a su familia le preocupa que no llegue a vivir para ver ninguna de las dos cosas.
Aunque Japón no dé los pasos requeridos a tiempo, como O'Herne, Ruff insiste en que una resolución del parlamento australiano tendrá impacto en Japón y que la batalla por la justicia continuará.
"Este asunto no se termina con nuestra madre. Nosotros, sus familiares, seguiremos luchando por la justicia para estas mujeres. La apoyamos y compartimos el dolor con ellas", dijo.