Los hombres que trabajan en la industria manufacturera de Australia son quienes más cargan con el impacto de la crisis económica mundial.
Ken Hewitt, de 38 años, todavía no se ha acostumbrado a estar en su hogar durante el horario laboral normal.
En junio lo despidieron de su trabajo de tiempo completo como calderero en una empresa de ingeniería. Ahora pasa el tiempo sentado en su casa, en el centro regional de Geelong, en el sudoriental estado de Victoria, y se sume en sus inquietudes.
"Me preocupa el dinero y el futuro, porque no hay demasiado trabajo", dijo a IPS.
Aunque cree que perdió su puesto por manifestarse en relación a cuestiones de seguridad en el lugar de trabajo y al tratamiento que la gerencia brindaba a sus compañeros, le dijeron que su despido se debía a "falta de trabajo".
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La firma Thornton Engineering, su ex empleadora, había reducido su producción, señaló Hewitt.
En un esfuerzo por mitigar la pérdida de ingresos, la pareja de Hewitt, una camionera, tuvo que aceptar trabajo extra. Ahora "hace alrededor de 12 o 13 horas diarias", dijo.
Como muchos australianos, ellos pidieron prestada una suma sustancial para pagar la casa en la que crían a sus tres hijos, en edad escolar. Pero aunque la extensión del horario laboral de ella reduce el tiempo que puede estar con los niños, Hewitt dice que es demasiado pronto para que se vuelvan evidentes los principales impactos del desempleo.
"Tenemos que esperar un par de meses para ver qué es lo que realmente ocurre luego", sostuvo.
Esta sensación de inseguridad es muy conocida para John John, uno de los 800 trabajadores que quedaron desempleados a raíz del cierre, en marzo del año pasado, de la planta automotriz de Mitsubishi, en la meridional ciudad de Adelaide.
"Me lo tomé mal Ahora tengo 55 años y estoy envejeciendo. Es difícil hallar otro trabajo a mi edad", señaló.
Además, pronto se le terminará el dinero de la indemnización que recibió tras casi 13 años en ese puesto, dijo.
Su esposa trabaja un día a la semana como empleada casual en una fiambrería. Los puestos casuales son inseguros de por sí, y no permiten recibir beneficios como licencia por enfermedad o salario vacacional. Y desde que cerró la planta John solamente se las ha arreglado para conseguir, de forma intermitente, trabajos casuales a través de una agencia.
Esta situación ha inyectado tensión en la relación de la pareja. "Nos sacamos de quicio mutuamente", declaró John a IPS.
El matrimonio, que todavía tiene que pagar más de 100.000 dólares australianos (82.000 estadounidenses) del abultado préstamo que sacó para pagar su casa, pensó que el trabajo de John en Mistubishi estaba asegurado.
Los casos de Hewitt y John son apenas dos entre los miles de trabajadores de la industria manufacturera de Australia que perdieron sus puestos en los últimos tiempos.
En ese sector, la mayoría de los empleos son de tiempo completo y, predominantemente, desempeñados por hombres. La industria fue particularmente golpeada por la crisis financiera mundial, prescindiendo de 80.000 trabajadores solamente en los últimos 12 meses.
Esto ha reducido los temores de que las mujeres, particularmente en el sector de la venta minorista, así como en hotelería y restaurantes, fueran las más afectadas por la pérdida de empleo asociada con la recesión.
En Australia, las mujeres constituyen la mayor parte de quienes realizan trabajos casuales y de tiempo parcial, que algunos consideran los puestos más vulnerables en tiempos de crisis.
Pero las últimas cifras sobre la fuerza laboral brindadas por el Buró Australiano de Estadísticas muestran que en junio el desempleo fue de 5,8 por ciento. Entre los hombres fue de 6,1 por ciento, y entre las mujeres de 5,6 por ciento.
Aunque ambos casos se produjo un aumento desde hace un año, hubo un gran salto en la proporción de hombres sin trabajo. En junio de 2008, el desempleo entre las mujeres era de 4,6 por ciento, mientras que entre los hombres era de 3,9 por ciento.
Pese a esto, una sensación de cauto optimismo rodea a la capacidad del país para capear el temporal económico. Hasta ahora ha evitado caer en la recesión mediante paquetes de estímulo económico y gracias a la persistente voracidad china por los minerales australianos.
Pero aunque siguen las conjeturas sobre si realmente pasó lo peor para la economía, hay consenso en materia de desempleo: cientos de miles perderán sus trabajos en los próximos meses y años.
La consultora Access Economics pronostica que en los próximos dos años se perderán unos 200.000 puestos laborales, mientras que los datos oficiales del Tesoro australiano son aún más sombríos.
Y aunque se prevé un aumento del desempleo en industrias dominadas por hombres como la de la manufactura, cónyuges, hijos y otros familiares de los trabajadores también pueden sufrir, tanto en lo material como en lo mental.
Un hombre que pidió no revelar su identidad y cuyo hijo también fue despedido de la fábrica de Mitsubishi en Adelaide, dijo a IPS que éste "se siente como si ya no tuviera nada que aportar".
Esto ha presionado a su nuera y nietos, de siete y cinco años. "Ellos sienten los efectos de la tensión" que reina en el hogar, señaló.
Aunque su hijo, de 37 años, ha trabajado como limpiador en los últimos tres meses, sus ingresos son mucho menores que los que percibía en Mitsubishi. Y no alcanzan para pagar el préstamo hipotecario que sacó la pareja.
"Eso les destruye el alma. Pasan de tener un trabajo que les permite mantenerse y progresar a una situación de mera supervivencia", dijo el hombre.
Además de la evidente carga financiera, el padre también es consciente del impacto emocional que causó en su hijo la pérdida del trabajo en Mitsubishi, donde estuvo empleado durante 15 años.
"La confianza de la persona desaparece completamente. Antes, (cuando miraba a mi hijo) yo veía a alguien bastante confiado, que se enorgullecía de cosas que hacía en la casa. Ahora veo a alguien que piensa: ¿qué importa?", relató.