La atención de los gobiernos está ahora concentrada en como encarar la política fiscal y las cuestiones financieras a fin de poner fin a la crisis crediticia y liberar los flujos financieros, especialmente las inversiones. A esos efectos, procuran estimular la economía y contrarrestar la caída de los ingresos, las exportaciones, las remesas, la ayuda y las inversiones.
Esta es una situación deprimente para las economías en desarrollo, que necesitan una inyección fresca de fondos para reavivar el crecimiento económico.
De hecho, la situación puede conducir a las naciones a tomar préstamos posiblemente enormes- en los mercados internacionales, lo que prepararía el terreno para una nueva crisis de endeudamiento, aun cuando se comience a salir de la actual depresión. La alarmante situación podría verse agravada por los aumentos de precios de alimentos y combustibles, tal como se ha verificado recientemente.
Algunas de las lecciones de la crisis financiera asiática de 1997 pueden ayudarnos a encontrar caminos para mitigar o evitar una inminente crisis de la deuda y del desarrollo. Esas lecciones consistieron en pedir menos prestado de modo de tener deudas pequeñas; en acumular reservas por medio del ahorro y en mejorar la solidez de las políticas. Al mismo tiempo, esas acciones coincidieron con una serie de depreciaciones monetarias que dieron como resultado el mejoramiento de la competitividad, así como con un ambiente comercial global más favorable luego del establecimiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995, el lanzamiento de la Ronda Doha de negociaciones comerciales mundiales en noviembre 2001 y el ingreso de China a la OMC en diciembre de 2001.
Los países en desarrollo están actualmente entre los de mayor apertura comercial. Esa apertura medida por la relación entre las exportaciones y el Producto Interno Bruto- se incrementó del 26% en 1995 al 51% en 2007. El nivel de apertura es mayor aún en los Países Menos Desarrollados (LDC), para los cuales la relación subió del 17% al 45% durante el mismo período. Sin embargo, ellos han sido los que más sufrieron a causa de la crisis económica, a través de los canales del comercio y de la inversión internacional. Todo el mundo ha sido afectado por la crisis, pero las economías con mayor apertura comercial principalmente los países en desarrollo y especialmente los más débiles- han sido las golpeadas más duramente.
Una serie de prioridades debería ser mencionada en el camino hacia delante:
En primer lugar, la Ronda Doha debe ser reavivada. Los países miembros de la OMC deben ser decisivos en cuanto a obtener resultados en la agenda de desarrollo, incluso algunos acuerdos sobre la eliminación de barreras para las exportaciones de los LDC, la ayuda para el comercio, las cuestiones del algodón y las bananas y la facilitación comercial, que es de una importancia clave, especialmente para los países en desarrollo sin salida al mar. A este respecto, las barreras no tarifarias, especialmente aquellas injustificadas que se aplican a algunos productos y que alteran el comercio, deberían ser evitadas.
En segundo lugar, el comercio entre los países en desarrollo todavía está creciendo, pero a un ritmo más lento a causa de la crisis. Esto se debe a que estos países están comerciando en productos baratos, que están al alcance de la gente de las naciones en desarrollo, o sea con un promedio per capita anual de 2.700 dólares, mientras que el promedio del ingreso en los países desarrollados es de 38.000 dólares. De modo que, el fortalecimiento del comercio Sur-Sur y de los procesos de integración económica regional, puede ser un camino para una salida sostenible de la crisis mundial.
En tercer lugar, el financiamiento del comercio es de importancia decisiva. La reunión cumbfre de abril del G20 acordó la concesión de 250.000 millones de dólares para satisfacer las necesidades de la financiación del comercio que surgieron con motivo de la crisis crediticia. Una cuestión clave es la de como debe ser distribuida esta fuente de financiación entre los países en desarrollo en África, Asia y América Latina y El Caribe.
Por último, es urgente que las redes de seguridad social atiendan a las personas que integran los sectores más marginados y vulnerables afectados por la crisis, incluyendo, por ejemplo, a las mujeres trabajadoras de la industria textil.
Al planificarse una estrategia de salida de la crisis económica mundial deberán tenerse en cuenta las realidades existentes en los países en desarrollo y como responder a los problemas surgidos en ellas. Es importante, por ello, el examen de esas realidades para identificar las medidas que pueden tener un impacto significativo y sostenido. (FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Supachai Panitchpakdi es el Secretario General de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).