En la capital uruguaya, disfrutar de un concierto de música clásica, aprender a realizar una película o asistir a un taller literario ya no es algo exclusivo de elites. Además de las iniciativas municipales ya existentes, un nuevo proyecto busca promover la producción y el goce cultural en sectores marginados.
"Nuestro lema es mejorar la cultura junto con los vecinos. Nosotros no nos consideramos los cultos que venimos a impartir cultura a la gente, sino que queremos culturizarnos con todos", explicó a IPS el edil de la junta local y miembro de la Comisión de Cultura del Centro Comunal Zonal 7 de Montevideo, Sebastián Domínguez.
Los centros comunales zonales son servicios descentralizados de la Intendencia Municipal (gobierno) de Montevideo (IMM) que promueven la participación directa de la población en asuntos barriales.
"En realidad lo nuestro es lo que llamamos formación por la acción, porque si bien hemos hecho algún curso específico, adquirimos nuestra experiencia fundamentalmente en el trabajo", añadió.
La Comisión, que abarca los costeros barrios de clase media de Buceo, Malvín y Punta Gorda, trabaja sobre dos ejes principales: descentralizar las actividades culturales en la ciudad, acerándolas a los vecinos, y promover a los artistas del barrio.
"La idea es formar grupos de personas que trabajen luego en su zona respectiva", explicó Domínguez.
Se propone acercar manifestaciones culturales por lo general lejanas a determinados barrios, e incentivar otras típicamente propias, callejeras y populares, en el entendido de la amplitud del concepto de cultura.
Una de las actividades más importantes realizadas recientemente por la Comisión fue una exposición de juguetes antiguos, a las que se invitaban a escuelas, y en la que se contó con la colaboración de coleccionistas. "Se presentaron títeres de hasta 300 años de antigüedad", dijo Domínguez.
También se realizan ciclos de cine en pequeñas salas, donde se invitan a críticos para comentar las obras con los asistentes y hasta se organizan cursos de dirección. "Pero nuestros puntos fuertes son los coros y las bandas de rock", señaló.
Existen muchos coros amateurs barriales, y estimularlos es una buena forma de "apoyar lo colectivo, la idea de conjunto, de participación de la gente que no es artista profesional".
El tango, las murgas y el candombe, expresiones musicales típicamente populares uruguayas, tienen un papel importante en las tareas de la Comisión —apoyadas económicamente por un acuerdo con la IMM—, pero también la música clásica: instrumentistas independientes realizan recitales, y la Orquesta Filarmónica de Montevideo ha dado varios conciertos.
Los vecinos también pueden ver conjuntos exóticos o que no frecuentan los barrios, como mariachis u orquestas de jazz, y asistir a exposiciones de arte o escuchar conferencias sobre ambiente y sobre sexualidad.
UN DERECHO HUMANO
El artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, establece que "toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten".
El articulo 22 además establece que "toda persona tiene derecho a la realización, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, de los derechos culturales, indispensable para su dignidad y el libre desarrollo de su personalidad".
Un paso más allá se dio con la entrada en vigor del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en 1976, que establece que todas las personas de los estados firmantes tienen derecho a participar de la vida cultural de su país.
El Pacto además insta a las partes a "adoptar medidas (…) hasta el máximo de los recursos de que disponga, para lograr progresivamente, por todos los medios apropiados, inclusive en particular la adopción de medidas legislativas, la plena efectividad de los derechos aquí reconocidos".
Sin embargo, "los derechos culturales han sido muchas veces tratados como derechos de segunda categoría", dijo a IPS el Director Nacional de Cultura, Hugo Achugar.
Es por ello que el Ministerio de Educación y Cultura anunció en mayo la creación de la división Ciudadanía Cultural, destinada a "asegurar acceso democrático a los bienes y servicios culturales a toda la población".
Este proyecto integra otros ya existentes de otras dependencias del Estado y que eran convergentes, destinados a promover la participación y la producción cultural entre determinados sectores, como jóvenes y adolescentes, marginales, reclusos y enfermos psiquiátricos internados.
Entre otras cosas, se realizan talleres literarios y de artes plásticas en cárceles, se organizan paseos de escolares en museos y se establecen las llamadas "fábricas de cultura", pequeños emprendimientos con desempleados que promueven el desarrollo de los saberes artesanales, como fabricación de muñecas o vestimentas para actores de teatro, "no sólo con el objetivo artístico, sino también buscando una compensación económica", explicó Achugar.
El objetivo de estos proyectos, indicaron los responsables de Ciudadanía Cultural, es incluir especialmente a los colectivos más vulnerables de la sociedad, pero promoviendo y respetando la diversidad cultural como "factor de inclusión social, identidad de nación y de construcción de soberanía".
Y es que la situación socioeconómica de determinadas poblaciones del país puede condicionar su forma de participar en las manifestaciones culturales.
Achugar explicó a IPS que, si bien no se puede hablar de una "cultura de la pobreza", sí "existen determinados patrones de consumo y de comportamiento propios de una subcultura" en determinados barrios pobres de Montevideo.
DE HORACIO QUIROGA A RUBEN RADA
A fines de 2007 fue presentado el estudio "Cultura en situación de pobreza: imaginarios y consumo cultural en asentamientos de Montevideo", elaborado por la estatal Universidad de la República y del que participó Achugar. Su objetivo fue constatar y conocer esos patrones de consumo propios en zonas de pobreza.
El trabajo concluyó, por ejemplo, que la mayoría de las personas que habitaban en asentamientos irregulares reconocían correctamente a figuras de la cultura uruguaya con alto perfil mediático, y menos a aquellas consideradas del "parnaso nacional" tradicional.
Entre las personalidades elegidas para la encuesta se incluyeron a la poetisa Juana de Ibarbourou, el escritor Horacio Quiroga, el escritor y político José Enrique Rodó y los artistas plásticos Pedro Figari, Joaquín Torres García y Juan Manuel Blanes.
Al ser consultados sobre reconocimiento y correcta identificación de algunas de estas figuras, se encontró que, salvo en el caso de Ibarbourou, reconocida por 53 por ciento de los encuestados, las demás no llegaron ni a 50 por ciento
Mientras, se pidió también el reconocimiento de personalidades de la "alta cultura letrada" contemporánea: los escritores Juan Carlos Onetti (1909-1994), Mario Benedetti e Idea Vilariño, estos dos últimos fallecidos este año, así como de algunas con fuerte presencia mediática actual: los músicos Rubén Rada y Jorge Drexler, y las actrices China Zorrilla y Natalia Oreiro.
Bendetti fue reconocido por 43 por ciento de los encuestados, Onetti por 41 por ciento, Quiroga por 39 por ciento, Torres García y Figari por 28 por ciento y Blanes por 36 por ciento. Quienes alcanzaron un menor reconocimiento fueron Rodó, con 20 por ciento, y Vilariño, con tres por ciento.
Rada fue reconocido correctamente por casi 70 por ciento, y algo similar ocurrió con el cantante de música tropical Fata Delgado, que superó 65 por ciento. La vedette del carnaval Marta Gularte (1919-2002) fue identificada por 70 por ciento, mientras que Drexler por 60 por ciento, Oreiro por 90 por ciento y Zorrilla por 80 por ciento.
En cuanto al "equipamiento o infraestructura cultural", el estudio constató que 37,8 por ciento de los encuestados declararon tener más de 10 libros, mientras que 52 por ciento dijeron contar con más de 11 discos o casetes en su casa. Por el contrario, casi 26 por ciento señalaron no tener siquiera un libro en su hogar, mientras que 19,4 por ciento afirmaron no tener ni un disco ni un casete. Más de 21 por ciento dijeron poseer un instrumento musical.
Por otro lado, 90 por ciento de los consultados señalaron poseer radio o grabador, casi 91 por ciento dijeron tener televisión a color y casi 28 por ciento el servicio de televisión por cable.
Mientras quienes declararon poseer equipo de audio con disco compacto constituyeron 54,4 por ciento, cámara de fotos casi 42 por ciento, video o dvd 36,3 por ciento, walkman 27,4 por ciento, y computadora 11 por ciento. Setenta y tres por ciento dijeron tener teléfono fijo. No se preguntó sobre la tenencia de celulares.
Esto "explica en parte los altos porcentajes de reconocimiento de aquellas figuras con presencia mediática", concluyó el estudio, y añadió: "Por otro lado, confirma lo ya sabido también válido para el conjunto de la población del país—, es decir, la abrumadora hegemonía de los medios de reproducción audiovisual".