Poco se sabe sobre la sociedad de Corea del Norte, ya que ese país está casi totalmente aislado del resto del mundo. Los que pueden huir se niegan a hablar de lo que han visto, por temor a sufrir represalias ellos o sus familias.
IPS pudo hablar con Kim Young Seong, desertor norcoreano que se animó a contar detalles de la situación de su país.
IPS: ¿Por qué y cómo abandonó Corea del Norte?
KIM YOUNG SEONG: Me fui en 1997 atravesando la frontera china, después de haber sido enviado a realizar trabajos forzados durante dos años (en una mina). Cruzarla fue muy arriesgado y difícil. Había muchos soldados, y me arriesgué a severos castigos, pero un amigo que conocía la situación en la frontera me ayudó. Me quedé en China y en Rusia unos años, y luego me radiqué en Corea del Sur, donde vivo desde hace siete.
IPS: ¿Cómo eran las condiciones en la mina?
JYS: Muchas personas fueron enviadas allí desde Pyongyang para ser castigadas. Estábamos hacinados. Podíamos beber (alcohol) y hablar una vez por semana, y escuché muchas historias terribles. Comparado con otros, cuyos familiares también fueron enviados a las minas de carbón y que, como gran parte del país, murieron de hambre, yo fui muy afortunado. Mi familia fue una de las pocas a las que se les permitió permanecer en Pyongyang, porque mi delito era considerado bastante leve.
IPS: ¿Cuánto sabía la gente de Pyongyang sobre la hambruna en el resto del país?
KYS: La gente lo sabía. Cuando vivía en Pyongyang, escuché que muchas personas habían muerto de hambre en otras ciudades, pero era algo que yo no había visto personalmente aún. Sin embargo, cuando fui enviado a la mina, mi primera vez fuera de Pyongyang, vi a las personas muriendo delante de mis ojos.
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Nunca voy a olvidar a una pequeña niña que vi en una estación de tren. Yo estaba comiendo lo que me había preparado mi madre, y me di cuenta de que esa niña en uniforme escolar me miraba. Estaba muy hambrienta y observaba mi alimento. Pero yo no le pude convidar porque tenía hambre. Eran tiempos diferentes y yo era otra persona. Ahora tengo a mi propia hija. Me gustaría disculparme con ella (aquella niña), si tuviera la oportunidad. Todavía puedo recordar claramente su cara.
IPS: ¿Pueden los norcoreanos viajar dentro del país y ver la situación por ellos mismos?
KYS: No, no pueden. Necesitan permiso de las autoridades. Es muy difícil obtener autorizaciones para negocios privados, pero siempre está la posibilidad de sobornar a alguien o usar contactos con las autoridades. La gente no sabe mucho de lo que ocurre fuera de su propia región, pero comparado con antes, más personas viajan ahora y hay un mayor flujo de información, aunque por lo general ilegal.
IPS: ¿Cuán militarizada está Corea del Norte?
KYS: Está muy militarizada. Puedes sentir la presencia militar en todos lados. El servicio militar por lo general comienza cuando tienes 17 años, y dura más de 10 años. En ese periodo se te permite ver a tu familia sólo una o dos veces. Cuando estaba en el país, la gente aceptaba esto, y estaba orgullosa de ser parte del ejército y competir por puestos allí. Sin el servicio militar, eres visto como un hombre sin talento.
IPS: ¿Los norcoreanos pueden estudiar en el exterior?
JYS: Las posibilidades son muy limitadas, y la decisión no depende de los individuos, sino del gobierno, que determina quién sale y a dónde.
IPS: Los norcoreanos están aprendiendo inglés y hay más interés en el mundo occidental. ¿No le preocupa eso al Estado?
KYS: Aunque le guste o no a Corea del Norte, se está haciendo más dependiente del mundo exterior, y la sociedad se hace más abierta. Las autoridades lo saben. En el pasado, por ejemplo, la información científica venía de Rusia. El ruso era un idioma importante, pero ahora los ingenieros, los empresarios y los científicos aprenden inglés y chino en forma intensiva.
IPS: ¿Hay interacción con los extranjeros?
KYS: La mayoría de los extranjeros son diplomáticos, empresarios y personas de organizaciones internacionales o grupos no gubernamentales, y todos viven en Pyongyang. No había contacto con extranjeros en el pasado. Estaba prohibido incluso hablar con ellos. Si eras forastero y salías a la calle a preguntar una dirección, el ciudadano no te respondía por temor a ser interrogado por los agentes de seguridad: ¿Qué le dijo al extranjero?
Y siempre hay alguien siguiendo a cada visitante del exterior, un uniformado que vigila su comportamiento. Yo mismo he sido uno, y tenía que reportar cada día las actividades de la persona a la que seguía.
IPS: ¿Hay fuerzas internas de cambio en Corea del Norte?
JYS: Mi propia opinión cambió varias veces desde que llegué a Corea del Sur, porque ahora carezco de información consistente y fresca. Pero de los periódicos y de los últimos desertores escucho que los gobernantes no tienen voluntad de hacer reformas ni políticas ni económicas.
No obstante, la sociedad está cambiando. Hay más mercados fuera del control estatal, y el estilo de vida también se está transformando. La gente compra reproductores de dvds (discos de vídeo digital), ropa, música, computadoras, y es más dependiente que nunca de los mercados.
La gente no sabe nada del exterior antes de las hambrunas de los años 90. Pero ahora las personas se dan cuenta de cuán pobres están y sienten la necesidad de cambiar. Sin embargo, no tienen forma de expresar su descontento social, que ha crecido en los últimos años.