Con la cima nevada del monte Kilimanjaro bajo el sol tropical como telón de fondo, un grupo de mujeres de la aldea tanzana de Mijongweni comienzan a cantar.
La canción, en swahili, alaba los beneficios de proteger el ambiente y de vivir en armonía con la naturaleza para la supervivencia de las distintas generaciones.
Todos estos valores son vitales para que sobreviva uno de los árboles más raros del mundo: el granadillo negro o ébano de Mozambique (Dalbergia melanoxylon).
La explotación de este árbol, conocido por los habitantes del lugar como mpingo, lo ha llevado al borde de la extinción en el sur de Etiopía y en Kenia. Se estima que en el mundo quedan menos de tres millones de granadillos negros, la mayoría de los cuales se ubican en Tanzania y el norte de Mozambique.
Aunque pocas personas reconocerían el árbol, muchos en el mundo han oído los melodiosos sonidos derivados de él.
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Y es que su madera es una preciada materia prima para los fabricantes de instrumentos musicales como flautas, clarinetes y oboes, a tal punto que actualmente es el árbol de madera dura más caro del mundo, llegando a 25.000 dólares por metro cúbico.
LA CONSERVACIÓN DEL MPINGO
Aunque el granadillo negro no está en peligro, se lo cosecha de modo insostenible. La propuesta de 1994 de que formara parte de la lista de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) fue retirada, y nunca se lo incluyó.
«Es por eso que pasé a la acción, para paliar la amenaza», dijo Sebastian Chuwa, un botánico tanzano radicado en el septentrional pueblo de Moshi y fundador y patrocinador nacional de los Clubs Mali Hai de Tanzania.
Mali Hai, que en swahili significa «recursos vivos», es una organización no gubernamental que desde 1985 sensibiliza a las comunidades sobre la conservación ambiental mediante la plantación de árboles.
«El mpingo está amenazado porque es un árbol de crecimiento lento al que le lleva entre 50 y 70 años madurar, y que se está agotando a un ritmo alarmante», agregó.
Aunque el Ministerio de Recursos Naturales y Turismo de Tanzania impuso una prohibición a las exportaciones de mpingo, éste continúa siendo cosechado indiscriminadamente, en especial en el sur del país, que hasta hace poco era inaccesible.
«Comencé a recolectar sus semillas e inicié un programa de plantación de granadillos negros en Moshi», explicó Chuwa.
El tornero de madera James Harris, procedente del meridional estado estadounidense de Texas, y su esposa Bette Stockbauer, quien realiza artesanías con la madera de muchas especies de árboles, entre ellos el granadillo negro, ayudó a recaudar fondos para el proyecto en Estados Unidos, luego de ver un programa de televisión sobre el trabajo de Chuwa.
El dúo ayudó a fundar el Proyecto Africano de Conservación del Granadillo Negro, lo que permitió a Chuwa crear un importante vivero dedicado a esta especie.
«El mpingo es un árbol resistente que sobrevive con muy poca agua. Tiene hojas diminutas que ayudan a mitigar la pérdida de demasiada agua. Una vez que el sistema de raíces se estableció, el árbol requiere poca o ninguna agua de lluvia para madurar», explicó Chuwa.
«Puede plantarse en establecimientos agrícolas porque no compite por los recursos con el maíz, el café o los bananos, y actúa como agente fijador del nitrógeno en el suelo. El mpingo también es considerado un árbol de la buena suerte por el pueblo chagga, que vive en las laderas del monte Kilimanjaro», añadió.
Cuando creó el vivero en Mijongweni, Chuwa logró plantar 50.000 arbustos de mpingo con la ayuda de mujeres del lugar. El Grupo Faraja de Mujeres («faraja» significa esperanza en swahili) aspira a crear un tapiz verde de esta variedad en su aldea y en las vecinas.
Según Yusta Tarimu, la líder del grupo, el año pasado sus 10 integrantes se las arreglaron para plantar 35.000 arbustos, y esperan plantar 100.000 este año, mediante la movilización comunitaria en las aldeas cercanas.
Aparte de para hacer algunos de los mejores instrumentos musicales de viento del mundo, el granadillo negro también es preciado por quienes esculpen madera. Los escultores de la etnia makonde en Tanzania, viven holgadamente gracias a las esculturas que venden a los turistas que visitan la región.
La mayoría de ellos aprendieron sus habilidades de sus padres y tíos, y ahora se las transmiten a sus propios hijos.
«El aspecto aceitoso del mpingo lo vuelve atractivo, dado que posee un lustre natural que lo diferencia del resto. Debido a esto, alcanza precios más elevados que las esculturas hechas con otras maderas duras», destacó el escultor Aloyse Mrema.
Chuwa donó algunos arbustos de mpingo a los escultores que los plantaron alrededor de su taller. Hasta ahora, esos artesanos han plantado más de 3.000, cantidad respetable considerando que cada año talan unos 1.500.
«Quiero que el año próximo planten 10.000», dijo Chuwa.
MOVILIZACIÓN COMUNITARIA
Conocido en la zona como «señor Mali Hai», Chuwa ha liderado a toda la comunidad de Kibosho, a los pies del Kilimanjaro, en la plantación de más de un millón de árboles de rápido crecimiento en la región.
Esto es esencial para la supervivencia del delicado ecosistema del monte más alto de África, que actualmente paga un alto precio por el cambio climático, mientras científicos y ambientalistas dicen que su cima nevada desaparecerá para 2020, señaló.
Tan popular es Chuwa que fue nominado y elegido por consenso para representar a la división de Kiboshi en el Consejo del Pueblo de Moshi, puesto político que ha explotado para hacer avanzar su campaña de conservación ambiental, introduciendo nueva legislación que penaliza la tala sistemática y la invasión de tierras forestales.
Las nuevas normas dictan que, si alguien quiere talar árboles en su establecimiento con fines comerciales, tiene que plantar por lo menos 10 árboles más y dar 10 por ciento de las ganancias a una cuenta de la aldea con fines de desarrollo, como la construcción de escuelas, centros de salud y becas de estudio para niños brillantes y pobres de la aldea.
Según Rodney Lema, patrocinador de Mai Hai en la aldea de Singachini, la plantación de árboles ha sido muy exitosa porque cuenta con la participación de escolares, muchos de los cuales se han convertido en embajadores ambientales en sus respectivas aldeas.
Fadhili Moshi, patrocinador en la aldea de Mweka, agregó que «mediante el movimiento juvenil en las escuelas se logró sensibilizar a los aldeanos durante reuniones escolares y movilizarlos para plantar árboles».
Muy premiado por sus esfuerzos de conservación del granadillo negro y de todo el ecosistema del Kilimanjaro, Chuwa tiene claro por qué se ha dedicado a esta tarea.
«Cuando yo era pequeño, la cobertura forestal de la región era tan densa que no se podía ver la cima del Kilimanjaro. Sin embargo, debido a la tala de bosques y a la quema de carbón, esa cubierta despareció en menos de 15 años, lo que hizo que pudiera ver claramente esa cima desde el exterior de mi casa», relató.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org).