Don Arrúa tiene ahora 70 años y vive tranquilo en Durazno, en el centro de Uruguay. Pero cuando aún era un niño su padre lo llevó a trabajar al campo. «Hice de todo, sin horario y a veces tenía que andar descalzo en pleno invierno, pisando sobre la escarcha, porque no tenía ni alpargatas».
"¡Eso era una verdadera pobreza !", comenta a IPS este hombre que, tras la muerte de su madre cuando apenas tenía nueve años comenzó su periplo de duro trabajo de sol a sol. Luego de ayudar a su padre varios años, cuenta que a los 16 quedó en una carbonería, "donde trabajaba hasta 12 horas por día" y más tarde fue peón rural".
La diferencia entre aquel ayer de don Arrúa y el presente en la agricultura uruguaya, es que ahora la jornada laboral de los asalariados está regulada por una flamante ley, conocida como "de ocho horas", toda una paradoja para este país que fue pionero en América Latina en la primera mitad del siglo XX en la imposición de ese límite horario laboral y de otros derechos sociales.
El parlamento transformó en ley el 22 de diciembre una iniciativa presentada por legisladores de la coalición izquierdista gobernante Frente Amplio, que establece, entre otros beneficios, que la duración de la jornada laboral será de ocho horas, con descanso intermedio, y que el ciclo semanal no podrá exceder las 48 horas. También impone el pago de horas extras doble en caso de exceder esos límites.
Pero, como dijo el presidente de uno de los sindicatos citrícolas del occidental departamento de Salto, Héctor Piedrabuena, no va ser fácil poner en práctica esta norma porque "hay peones que ni se enteraron que se aprobó, menos van a saber cómo es y cómo se va a controlar",
"Pero ya tener algo es importante. Nosotros estamos sinceramente convencidos que se va a lograr llevar el objetivo adelante", añadió optimista en declaraciones al diario local Salto este representante de una de las pocas organizaciones de defensa de este universo de trabajadores que hasta mediados del año pasado sumaban más de 180.000.
La agricultura y la ganadería extensiva es el rubro que ocupa más cantidad de trabajadores rurales en Uruguay, seguido de la huerta, mientras que la forestación está en franco ascenso en los últimos años, según el estudio realizado por la investigadora Yanil Bruno, del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca.
Los peones rurales pasaron de ganar en promedio 72 pesos (tres dólares) por día en 2005, cuando llego al gobierno el Frente Amplio, a unos 200 pesos (8,6 dólares) en la actualidad. En particular están los casos de los trabajadores granjeros, que ganan 230 pesos (10 dólares) por día, incluido la alimentación, y los que laboran en la lechería que oscilan en 400 pesos (17 dólares).
CHOQUE ENTRE LEY Y COSTUMBRE
Víctor Hugo López vive en Sarandí del Yí, en el central departamento de Durazno, y es empresario a su manera. Su máquina de esquilar ovejas y su personal adiestrado lo han posicionado como uno de los mejores del país en la materia.
López acepta que hoy es difícil conseguir gente capacitada, por eso se ha dedicado a "hacer gente", dice respecto a la enseñanza del oficio en la práctica. "De repente va un joven a pedirte y debes especializarlo uno va sembrando, son los nuevos valores que dan buenos resultados", explica.
Cada máquina esquiladora cobra en promedio 25 pesos (poco más de un dólar) por lanar, más el costo del enfardado. Pero lo que antes se regulaba por tarea o por acuerdos entre patrones y empleados, ahora tiene que ajustarse a la llamada ley de ocho horas con la jornada laboral predefinida y un régimen de descanso.
"La jornada laboral en la esquila, durante la zafra, será de ocho horas diarias, las cuales deberán ser distribuidas en cuartos", reza la norma. Al igual que el resto de las tareas rurales, tampoco podrá exceder las 48 horas por cada seis días trabajados y el descanso preferentemente será el domingo. En caso contrario, deberá abonarse ese tiempo laboral con doble salario.
Por cierto que hay matices, que aún subsisten los acuerdos entre patrón y empleado, que hay aspectos subjetivos.
Orlando Valdez trabajó como maquinista en una sembradora hasta hace un mes. Su jornada comenzaba a las seis de la madrugada, cuando el patrón lo recogía en su domicilio, y no tenía hora de finalización. "Cuando era zafra dormimos en el campo, levantábamos una carpa (tienda de campaña) y allí comíamos y dormimos, a veces estábamos arriba del tractor más de 14 horas seguidas", explica a IPS.
¿Se te ocurre plantearle a tu patrón que sólo debes trabajar ocho horas? No, responde tajante. "Cuando es zafra se trabaja así, y nos pagan bien por eso que es lo que rinde".
Para Álvaro Aguiar, periodista especializado en asuntos agrícolas de Radio Durazno, "la ley de ocho horas es un tema muy discutible, donde se pretenden generar límites en un sector donde no existen".
"La realidad marca además que algunos sectores pueden implementar sistemas que en muchos de ellos funcionan en la práctica, pero en otros es muy difícil de determinar", explicó a IPS.
Nacido en el campo y conocedor del mismo, Aguiar se plantea un escenario bastante común. "En un establecimiento rural donde un empleado o varios están solos a muchos kilómetros de distancia de su patrón, ¿cómo y quién controla las horas de trabajo?, ¿quién determina la hora en la que se deja el trabajo o si se trabaja media hora más para terminar en la mañana y así poder tener libre la tarde?".
Las preguntas sin respuestas siguen: ¿Cómo se atiende el parto de una vaca con el reloj en la mano? y ¿quién determina la hora de parición de esa vaca y si la misma está o no en el horario de trabajo?".
En la ganadería, generalmente se aprovechan las horas tempranas de la mañana (especialmente en el verano austral) y la tardecita para evitar el sol, si en realidad se suman las horas quizás son mucho menos que las estipuladas por la ley.
"La ley no tiene en cuenta el buen relacionamiento que en general existe entre patrón-empleado, pero si pone tope a excesos que los ha ido regulando el mercado laboral, ya que existe más demanda que oferta en el sector", dice a IPS el productor lechero Javier Crosa, propietario de un establecimiento ubicado en el también central departamento de Florida.
Hay sectores como la granja, la forestación o la agricultura que aplican el régimen de ocho horas antes que la propia ley. "La misma es una garantía para el trabajador y para el empresario tiene más riesgos de ser un problema que una regla clara de relacionamiento con su empleado", sintetiza Aguiar desde su experiencia.
El empleado a cargo del ordeñe amanece muy temprano. A las cuatro de la madrugada debe levantarse y hacer varios kilómetros desde su pueblo hasta el establecimiento rural. Muy temprano ordeña, y repite la tarea en la tarde.
"En el caso del personal afectado al horario de ordeñe, cuando el descanso dentro de la jornada sea superior o igual a cinco horas, la duración del mismo entre jornadas será como mínimo de siete horas continuas", indica el artículo 8 de la nueva norma.
ALUMBRAN LOS SINDICATOS
Esta nueva ley abre un nuevo escenario en sector agropecuario de Uruguay, al punto que los empleados de establecimientos de producción láctea están comenzando a conformar sindicatos.
"No para confrontar sino tratar de unir fuerzas para llegar a un diálogo justo para ambos lados, para intentar llegar a ver nuestra propia problemática", explicó a IPS María Celia Flores, una trabajadora de una finca ganadera de Goñi, un paraje del departamento de Florida, corazón de la industria agropecuaria del país.
Los empleados rurales de la zona hablan de sueldos muy bajos y de varios casos en que no se respetan las ocho horas máximas diarias y algunos otros logros laborales.
"El patrón tiene su punto de vista, el peón lo respeta, pero también tiene su punto de vista. Es necesario intentar un diálogo de ambas partes", dice a IPS Flores, la portavoz del grupo de trabajadores y trabajadoras que coordina futuras acciones.
"Yo no creo en la confrontación y sí en el diálogo", reitera, "y si hay un aumento pactado de sueldo y no se puede cumplir (comprensible porque el sector lechero afronta problemas financieros acarreados por la crisis económica global) habrá que conversar, y también ver si nos podemos entender en el asunto de las ocho horas y entender como mediamos esa situación", señala.
Flores y sus compañeros indican que están muy desamparados producto de la poca cantidad de inspectores en el Banco de Previsión Social, el organismo estatal encargado del contralor del cumplimiento de las leyes laborales en Uruguay. "¿De qué te sirve la aguja sin el hilo?, se preguntan a modo de queja al señalar lo bueno de la nueva norma y lo malo que no se pueda hacer cumplir.
Beneficios que se aprobaron oficialmente, como el caso del aumento salarial, la partida extra de 1.500 pesos (65 dólares) para los trabajadores rurales, o no se han cumplido o se han hecho parcialmente.
"No creo que los platos rotos los debamos pagar todos, creo que es muy posible que si llegamos a un diálogo todos necesitamos el trabajo, pero los peones juntos hemos perdido el miedo a hablar, a quedarnos sin casa y sin trabajo. Ese es el miedo que no debemos tener", advierte Flores con espíritu de lucha.
Los últimos aumentos en las remuneraciones aprobados en los Consejos de Salarios, integrados por el gobierno, empresarios y trabajadores, no se han respetado en su totalidad. Es decir que hubo trabajadores que no recibieron aumento alguno desde diciembre pasado, según las consultas hechas por IPS.
La "ley de ochos horas" también creó una Comisión de Seguimiento, integrada de modo tripartito como en los Consejos de Salarios, con la finalidad de realizar el seguimiento y la evaluación de la aplicación del régimen de jornada y descanso semanal. Pero la teoría aparece lejana a la realidad.
Los "gauchos orientales" (como les llaman a los trabajadores rurales uruguayos) están acostumbrados a marcar, capar, correr, enlazar, jinetear. Trabajan, comen, descansan, vuelven a trabajar. No están acostumbrados al nuevo régimen laboral.
"Esto se hizo en los escritorios de Montevideo y no se nos consultó para nada", dice Rómulo López desde la estancia ubicada en el límite de Florida y Durazno. "Yo soy gaucho, y voy a ser esto toda mi vida, gaucho todo el día" dice el hombre, porfiado.