La crisis humanitaria de la occidental región sudanesa de Darfur no es un genocidio, sino el resultado de una lucha por la tierra desatada por la sequía, a la que las potencias extranjeras confirieron un carácter racial, sostiene el profesor de antropología y ciencia política Mahmood Mamdani.
Mamdani, un ugandés de tercera generación y de origen indio, es profesor titular de la cátedra Herbert Lehman de Gobierno y director del Instituto de Estudios Africanos de la estadounidense Universidad de Columbia.
El 16 de este mes presentó su libro "Saviours and Survivors. Darfur, Politics and the War on Terror" (Salvadores y sobrevivientes. Darfur, la política y la guerra contra el terrorismo), en la Feria del Libro de Ciudad del Cabo 2009.
IPS: ¿Por qué decidió escribir un libro sobre Darfur y no sobre otra crisis humanitaria?
MAHMOOD MAMDANI: En 2003 estuve en Sudán unas semanas para reunirme con intelectuales y conocer cómo percibían su sociedad. Ese mismo año empezó la insurgencia en Darfur. Un año después, Darfur ocupaba grandes espacios en la prensa internacional, a diferencia de cualquier (otro conflicto) del continente. Ni siquiera Ruanda había tenido tanta cobertura periodística antes de que el genocidio terminara.
La respuesta era muy simple: la región era el centro de una campaña interna en Estados Unidos, la del movimiento Salven a Darfur.
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En 2006 empecé a ver el telón de fondo cuando la Oficina de Fiscalización General de Estados Unidos desestimó los cálculos de muertes de Salven a Darfur, de 400.000 personas, diciendo que eran los menos confiables porque tomaban cifras de una muestra no representativa. En cambio, las más confiables procedían de la Organización Mundial de la Salud, que se refería a 112.000 muertes.
Al leer los informes me di cuenta de que quienes habían muerto no necesariamente habían sido asesinados. Las principales causas de muerte eran la sequía y la desertificación, que causaron entre 70.000 y 80.000 decesos, principalmente de niños, mientras que apenas unas 35.000 personas murieron por la violencia.
Había una brecha entre lo que se difundía y lo que estaba ocurriendo en el terreno. La publicidad de Salven a Darfur era sólosobre la violencia. Y nada decía sobre las razones de esa violencia.
Comprendí que la violencia había empezado en 1987-1989, junto con la sequía. Y luego intervinieron las grandes potencias. Cuando (el ex presidente Ronald) Reagan (1981-1989) llegó al poder en Estados Unidos, declaró estado terrorista a Libia, y la Guerra Fría comenzó a manifestarse en el conflicto interno de Chad. Estados Unidos, Francia e Israel apoyaban a una de las partes en contienda, mientras Libia y la Unión Soviética apoyaban a la otra.
La oposición de Chad (conducida por Estados Unidos) era armada y entrenada en Darfur. Así que cuando, a mediados de los años 80, se manifestó la sequía en Darfur, el lugar estaba inundado de armas.
IPS: El principal planteo de su libro es que lo que ocurre en Darfur no puede llamarse genocidio. ¿Cómo llegó a esta conclusión?
MM: Nosotros, el movimiento de derechos humanos, ignoramos los conflictos y simplemente nos abocamos a identificar violaciones, perpetradores y víctimas. Nos especializamos en identificar y denunciar al perpetrador y reclamamos la justicia penal. En todo esto, lo que se pierde es el sentido de las causas que guían la violencia.
En Darfur, la violencia se desarrolló en el contexto de una sequía y de un sistema agrario que era tan viejo como el periodo colonial, cuando los británicos demarcaron tierras tribales. No hubo tierras para las tribus nómadas. Entonces, cuando se acabó el agua, éstas no tenían a dónde replegarse. Entonces, la crisis fue inicialmente agraria.
No era por cuestiones raciales y étnicas, pero comenzó a volverse un asunto racial. Cuando intervinieron fuerzas externas, simplemente asumieron que éste era un conflicto entre tribus árabes y no árabes, y en ese contexto, los árabes eran los perpetradores y los no árabes eran las víctimas. Pero la cuestión de la tierra quedó sin abordar.
IPS: Usted dice que la intervención humanitaria de Occidente es una fachada para una invasión militar. ¿En qué hechos basa esta presunción?
MM: Inicialmente pensé que Salven a Darfur era otro clásico movimiento pacifista de Estados Unidos. Pero luego entendí que era una movilización bélica. Sus lemas eran "Fuera de Iraq y dentro de Darfur", "Botas en el terreno", "No a la zona de exclusión aérea". El énfasis estaba deliberadamente puesto fuera de los móviles de la violencia. Todo su propósito era demonizar al perpetrador.
Este enfoque era muy parecido al de la "guerra contra el terrorismo", según la cual cualquier intento de hablar sobre las causas era equivalente a disculpar al perpetrador. Darfur era simplemente un lugar donde vivía el Mal.
Ellos piensan que si se elimina al perpetrador la violencia terminará. Pero no es así, porque los problemas persisten. Cuando uno entiende la historia de la guerra, ve que hay víctimas y perpetradores del mismo lado, y que a veces incluso son las mismas personas.
IPS: ¿Hay una agenda oculta para recolonizar África?
MM: Sabemos que África concita más atención que hace 10 años. Sabemos que Estados Unidos no es la única potencia mundial. Hay nuevas potencias en el horizonte, como China. La disputa mundial entre ambos está centrada en África. Y, allí, en algunos países en particular. Uno de ellos es Sudán. Sin dudas, se trata de sus recursos naturales.
Estados Unidos está profundamente comprometido en el Chad, por el petróleo y el uranio, y a China le ocurre lo propio con Sudán, por las mismas razones. La competencia entre ambos es inevitable.
Pero es de esperar que con el gobierno de Barack Obama haya una evaluación más sobria del poder estadounidense y, por lo tanto, una comprensión de que debe aprender a coexistir en el mundo, a que no puede simplemente tener la última palabra. Pienso que veremos esto en una nueva actitud mundial dentro de África.
IPS: ¿Está en juego la independencia de África? ¿Cuál debería ser la respuesta de la Unión Africana (UA)?
MM: Las muertes y matanzas en Darfur se redujeron drásticamente después de septiembre de 2004, a menos de 200 por mes. El principal crédito es para la UA, porque entendió que la manera de poner fin a las luchas era implementar un proceso político, lo que volvería posibles las negociaciones y los debates.
IPS: Su libro termina proponiendo una triple solución: una paz negociada regionalmente, combinada con una reforma de poderes en Sudán y una reforma agraria y de gobernanza en Darfur. ¿Por qué piensa que esto funcionaría?
MM: Aquí hay varias lecciones. Primero, no se puede esperar que las grandes potencias lleguen y solucionen tus problemas. Si uno necesita una intervención para solucionar un conflicto, es mejor que esa intervención llegue de sus vecinos mediante un acuerdo organizado, ya sea regional o continental. Ellos tendrán un interés real en conseguir la paz en ese país, porque siempre serán vecinos.
Segundo, Sudán necesita una reforma del poder, como la mayoría de los países que acaban de independizarse. No se puede esperar que haya una democracia completa en el seno de una colonia.
La cuestión agraria será la más intratable, en parte porque está inserta en el sistema tribal que surgió del periodo colonial, y por lo tanto en las nociones de propiedad absoluta de la tierra.