Cuando falta una semana para las elecciones parlamentarias parciales de Argentina, algunos analistas prevén una marcada merma de apoyo al gobierno de Cristina Fernández en su primera prueba en las unas desde que asumió hace casi dos años, con la consiguiente pérdida de la mayoría que tiene en ese cuerpo.
En una entrevista colectiva con corresponsales de medios extranjeros de la que participó IPS, la socióloga y encuestadora Graciela Romer y los analistas y expertos en opinión pública Rosendo Fraga y Jorge Giacobbe coincidieron en que las elecciones del 28 de junio son un hecho político clave para Argentina por diversos motivos.
El gobierno tuvo un fuerte desgaste a partir de marzo del año pasado por la fuerte protesta de las asociaciones de empresarios y productores agropecuarios al intento de un alza de los tributos a la exportación de oleaginosas.
Los líderes del sector rural arrastraron tras de sí en su disputa a capas medias urbanas, molestas por el aumento de precios al consumo, que indicadores privados ubican mucho más altos que las estadísticas oficiales.
Es que la bonanza económica que había conseguido, tras el colapso de 2001, el gobierno anterior de Néstor Kirchner (2003-2007), esposo de Fernández y líder del gobernante y centro izquierdista Frente Justicialista para la Victoria, se frenó por errores propios y por el impacto de la crisis financiera global.
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Con la desaceleración de la economía se resintió la importante recuperación de los indicadores sociales lograda en el periodo, principalmente la caída del desempleo y de la pobreza, que en 2002 había llegado a 54 por ciento de los 38 millones de argentinos.
Según algunas encuestas, el Frente Justicialista para la Victoria, rama centroizquierdista del Partido Justicialista (peronista) podría sumar entre 30 y 35 por ciento de los votos en todo el país, mientras que la principal fuerza de oposición nacional, el Acuerdo Cívico y Social, se ubicaría segundo con 10 puntos porcentuales menos.
Los analistas entrevistados aseguran que, en cualquier escenario, el porcentaje de votos que obtendría el día 28 el oficialismo es menor a 45 por ciento logrado en los comicios legislativos de 2007, en la misma instancia en que Fernández ganó la presidencia. Pero, además, si se confirman las proyecciones de esos encuestadores, el llamado kichnerismo perdería la mayoría absoluta ahora que ostenta en el Senado y en la Cámara de Diputados, y también afrontará una fuga de respaldos en distritos claves.
En la oriental provincia de Buenos Aires, el mayor distrito del país con 38 por ciento del padrón electoral, pasaría, según esas consultas, de 46 por ciento de los votos para legisladores en 2007 a 35 por ciento. La caída de respaldo, al parecer, no se puedo revertir pese que el primer candidato a diputado es el propio Kirchner.
En la ciudad de Buenos Aires, el segundo en importancia y donde se ubicó segundo con 26 por ciento en 2007, ahora podría llegar sólo en el cuarto lugar con la mitad de apoyos de antes. En Córdoba, que salió segundo en 2007, el oficialismo quedaría cuarto, y en Santa Fe, otro distrito populoso, pasaría de 37 a nueve por ciento de respaldos.
En los comicios del día 28, el Frente Justicialista para la Victoria pone en juego 12 de los 24 escaños que se eligen, con lo cual perdería cuatro si se cumplen estas proyecciones. En la cámara baja son 127 los cupos a cubrir y el oficialismo renueva 63 de ellos, de los cuales podría dejar en manos de algún sector opositor entre 16 y 18.
"Por primera vez, el kirchnerismo tiene viento de frente y no de cola en la cuestión económica", describió Romer. Esta nueva coyuntura lo encuentra "con un liderazgo debilitado", añadió.
Los analistas señalan que una amplia mayoría de votantes rechaza el estilo confrontador y poco proclive al diálogo de Fernández y de su esposo, quien a pesar de no tener un cargo conserva una enorme influencia en el gobierno desde su cargo de presidente del Partido Justicialista.
Ese partido tradicionalmente abarcador de todas las corrientes ideológicas, empero, en la actualidad muestra un importante desgajamiento hacia el principal candidato opositor, el derechista empresario y millonario Francisco de Narváez.
Para Fraga, los comicios para renovar un tercio del Senado y la mitad de la Cámara de Diputados "no serán una simple elección legislativa". Entiende que tendrán "un alto impacto político" con consecuencias "decisivas", como ocurrió con otras pruebas de medio término recientes que derivaron en crisis políticas y económicas.
En las elecciones legislativas de mitad de mandato de 1987, la derrota del sector del entonces presidente Raúl Alfonsín (1983-1989) aceleró la crisis económica y derivó en la entrega anticipada del gobierno. En 1997, el fracaso en comicios similares abortó el sueño de la segunda reelección consecutiva del presidente Carlos Menem (1989-1999).
Los resultados de las elecciones de 2001 anticiparon la caída del gobierno de Fernando de la Rúa (1999-2001), quien ya venía en picada y renunció sólo dos meses después en medio de la peor crisis económica, social y política de las últimas décadas democráticas.
Giacobbe vaticinó que los comicios marcarán el comienzo del fin de una etapa que comenzó con Kirchner en 2003 y que siguió con su esposa. Para este observador, el ex presidente es consciente de esta pérdida de apoyos y está procurando "una salida digna" que permita a su esposa terminar su mandato en 2011, como está previsto por la Constitución.
El supuesto adelantamiento de las elecciones, como se indicó en versiones periodísticas, su propia candidatura y la apelación a gobernadores y alcaldes para que encabecen las listas de postulantes a diputados, a fin de exigir al votante un aval para la gestión ejecutiva, fueron maniobras que, en opinión de este analista, mostraron a un Kirchner "desesperado por frenar el declive".
La presunta intención de renuncia de Fernández ante un fracaso electoral parece muy poco probable porque le daría paso a la presidencia de Argentina a su vicepresidente, Julio Cobos, un ex aliado electoral y hoy enemistado con la mandataria y su partido por discrepar y votar en el Senado, que preside, en contra de políticas claves como los tributos agropecuarios.
"Asistimos al fin del ciclo de los Kirchner. Todas las señales indican que el prestigio del apellido se diluyó", interpretó Giacobbe. El agotamiento, explicó, se manifestó ya en la sangría de dirigentes del oficialismo que fueron tomando distancia en los últimos meses o que directamente se pasaron a la oposición.
En este marco de declinación del poder, la decisión del ex presidente de postularse para una banca fue una estrategia "suicida", subrayó Romer.
Con su candidatura, Kirchner ofrece a los votantes la oportunidad de legitimar o no al gobierno de su esposa en un momento de debilidad de ésta, indicó Giacobe.
Este analista advirtió que, si Kirchner pierde el día 28, "su capacidad de mando como jefe del oficialismo queda anulada".
"Sin lugar a dudas, el liderazgo de Kirchner está en decadencia y yo avizoro un panorama no tan estable si pierde las elecciones", vaticinó Romer. Para la socióloga, la versión de un adelantamiento de las presidenciales en caso de una derrota oficialista sería una posibilidad "involuntaria" a la que recurrir para retener el poder.
"Esta elección está más definida de lo que parece", afirmó Fraga. En el Senado, el oficialismo, que estuvo cerca de lograr una mayoría especial de dos tercios en 2007 con 47 de 72 asientos, perdió aliados durante la confrontación con el sector agrícola hasta quedar en 40 legisladores. Ahora podría perder cuatro senadores más y la mayoría.
El vicepresidente Cobos, quien con su voto consagró la derrota de la iniciativa de la presidenta para aumentar impuestos a los productos agropecuarios, era un aliado que ya no cuenta. El compañero de fórmula de Fernández presenta candidatos propios en diversas provincias y tiene chances de restarle necesarios votos al oficialismo.
En Diputados, donde el oficialismo quedó en 2007 con 136 legisladores propios sobre 257, perdieron una veintena en 2008 en la refriega con las asociaciones agropecuarias. Ahora, tras las elecciones, dejarían 16 asientos y pasarían a ser menos de un centenar, ya sin gozar de la mayoría si se cumplen los vaticinios de los expertos consultados.
Pero en este contexto, aún si gana Kirchner en la provincia de Buenos Aires ello representaría apenas una ráfaga de oxígeno para el gobierno. Según los pronósticos, a una semana de las elecciones, en ese distrito hay un empate técnico con De Narváez.
Los sondeos indican que los contendientes cosechan alrededor de 32 por ciento de apoyos cada uno. El Acuerdo Cívico y Social se ubicaría tercero con cerca de 15 por ciento, y hay alrededor de 25 por ciento de indecisos, de los cuales la mayoría asegura que votará a la oposición sin definirse aún por un postulante.
Por eso, la pelea seguida con más atención por los analistas es la que dará Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Si gana, aunque sea por un punto, podrá celebrar, a pesar de la pérdida de diputados y senadores, y de la menor cantidad de votantes que apoyan al gobierno. En cambio si pierde, comienza otra historia.
*Excluida la publicación en Italia