TAILANDIA: La represión prevalece

Pairoj Chotsripanporn lució durante casi dos semanas una camiseta roja para participar en las protestas opositoras frente a la Casa de Gobierno de Tailandia. Pero este martes, la cambió por una camisa blanca y azul a cuadros.

Su movimiento político, el Frente Democrático Unido contra la Dictadura (FDUD), debió ceder ante la fuerza de los soldados fuertemente armados que se disponían a reprimir la protesta.

"Es peligroso andar de camiseta roja ahora", dijo Pairoj, comerciante de 52 años residente en Bangkok. Estaba en medio de un centenar de activistas que, al igual que él, habían cambiado de indumentaria.

"Este gobierno con apoyo militar nos atacará. Pero no nos detendremos", afirmó.

A corta distancia de allí estaban apostados en formación largas filas de soldados con uniforme de combate. Los manifestantes les gritaban a gritos: "¡Búfalos! ¡Mierda! ¡Vuelvan a casa!"
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Dos horas después, tres dirigentes de los "camisetas rojas", entre ellos el más destacado del movimiento, Veera Musikhapong, se entregaron a la policía, no sin antes urgir a los casi 2.000 manifestantes que ya colmaban el lugar a disolver la protesta.

Cientos de soldados, seguidos por carros artillados, avanzaban hacia el área, último bastión de los camisetas rojas que pretenden la renuncia de la actual coalición de gobierno y el llamado a elecciones generales.

Se temía un baño de sangre, dado que los soldados, al amparo de duras leyes de emergencia, habían abierto fuego el lunes contra los manifestantes pertrechados de cócteles Molotov y otras bombas incendiarias caseras para defenderse.

Unas 74 personas resultaron heridas, algunas de bala. El FDUD asegura que los muertos fueron dos. Otras fuentes indican que esa cifra debe ser superior. El gobierno del primer ministro Abhist Vejjajiva niega las acusaciones.

El giro determinado por el FDUD puso abrupto fin a la violencia y la tensión política que se apoderó de Bangkok el lunes, cuando cientos de camisetas rojas bloquearon importantes cruces de avenidas de la capital y chocaron con las fuerzas de la seguridad.

El fin de semana, los camisetas rojas se habían enfrentado con las fuerzas de seguridad en la localidad turística de Pattaya, obligando a suspender la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y de Asia oriental.

Unos días antes, 100.000 se habían concentrado frente a la mansión del principal asesor del rey para exigir su renuncia.

El quiebre político que provocó el golpe de Estado de diciembre de 2006 puso de un lado a los hoy camisetas rojas y del otro a los monárquicos, las fuerzas armadas, las elites urbanas, los burócratas conservadores y al Partido Demócrata de Abhisit, que conduce la actual coalición de gobierno.

El entonces depuesto primer ministro Thaksin Shinawatra había liderado su partido hacia dos contundentes victorias electorales, en 2001 y 2005.

Thaksin vive hoy en el exilio para eludir el arresto por violar leyes contra conflictos de intereses y contra la corrupción. A pesar de las acusaciones, cuenta con un gran apoyo entre los pobres que constituyen la espina dorsal del movimiento de los camisetas rojas.

En 2008, otro gobierno democráticamente elegido y con apoyo de Thaksin fue acosado por la Alianza Popular para la Democracia (APD), que, con sus camisetas amarillas, contaba con el respaldo de las capas más conservadoras de la sociedad.

Ese gobierno fue obligado a renunciar luego de que las fuerzas armadas les negaran su apoyo y de una controvertida sentencia de la Corte Constitucional.

El alto tribunal proscribió en diciembre pasado al Partido del Poder Popular, que encabezaba el gobierno desde diciembre de 2007, y a 37 de sus dirigentes, incluido el entonces primer ministro Somchai Wongsawat.

La compra de lealtades de parlamentarios permitió la formación del actual gobierno, considerado por los dirigentes del FDUD como un títere de las fuerzas armadas, que también lo asistieron presionando a los legisladores para que lo apoyaran desde sus escaños.

Los camisetas rojas acusaron al nuevo gabinete de falta de legitimidad y reclamaron la convocatoria de nuevas elecciones. El 26 de marzo, por fin, salieron a las calles a manifestarse.

La decisión gubernamental de emitir leyes de emergencia y lanzar a las fuerzas de seguridad a reprimir podría ser un tiro por la culata.

La Federación de Estudiantes de Tailandia, presente en más de 10 universidades, había estado ausente en las protestas, pero "el silencio terminó porque el gobierno usa leyes de emergencia para reprimir a los manifestantes", dijo a IPS el dirigente Suluck Lamubol.

"Otros también empezaron a quejarse porque los militares no vacilan en usar la fuerza para proteger al gobierno, que parece tenerle miedo al pueblo", agregó.

Tailandeses que no se identificaban con las camisetas rojas también comienzan a rechazar la represión. "La gente no aceptará el uso de la violencia. No es admisible que los militares abran fuego", dijo un empleado público de 39 años que se excusó de brindar su nombre.

"El año pasado, la APD violó las leyes con sus disturbios", dijo a IPS la cientista política Naruemon Thabchumpon, de la Universidad Chulalongkorn. "Veera Musikhapong es un hombre honorable, pues decidió salvar la vida de sus simpatizantes y entregarse a la policía."

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