Tres meses después de finalizada la guerra de Gaza, parece más lejana que nunca la solución al enfrentamiento entre el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), que controla ese territorio palestino, e Israel.
La situación de los 1,5 millones de habitantes de Gaza todavía es muy difícil, pues Israel sigue prohibiendo el ingreso al territorio de muchos productos básicos para vivir con decencia, como artículos de construcción necesarios para reparar o reconstruir miles de viviendas y otras instalaciones destruidas por los bombardeos.
La ofensiva israelí, entre el 27 de diciembre y el 17 de enero, cambió muchos aspectos de la compleja dinámica política entre el Estado judío y Palestina, y también dentro de sus poblaciones.
Sólo por el hecho de sobrevivir, Hamás se ha fortalecido políticamente, tanto en los territorios palestinos como en Medio Oriente en general.
En cambio el centroderechista partido Kadima, del entonces primer ministro Ehud Olmert, fue derrotado en las elecciones israelíes del 10 de febrero por una corriente política aun más militarista, cuyo ascenso se nutrió, en buena medida, de la fiebre bélica agravada con la guerra que el propio Olmert promovió.
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Mientras, la ferocidad de Israel en la guerra dañó significativamente su imagen internacional. En Estados Unidos, cantidades sin precedentes de organizaciones de la sociedad civil —entre ellas, entidades judías— expresaron abiertas críticas, incluso desde los primeros días de la guerra.
Todos estos acontecimientos fueron evidentes durante la última visita a la región del enviado especial de Estados Unidos para Medio Oriente, George Mitchell, que comenzó el miércoles. Es la tercera desde su nombramiento, el 21 de enero.
Algunos de los hechos posteriores a la guerra en Gaza parecen dificultar sus esfuerzos de paz. Pero otros, especialmente el nuevo distanciamiento entre el gobierno de Israel y algunos de sus ex partidarios fuertes en el mundo, abren nuevas posibilidades para su misión.
De hecho, en algunas de las primeras apariciones de Mitchell en su último viaje, se mostró a sí mismo más dispuesto que cualquier funcionario estadounidense en muchos años a asumir públicamente una posición —en su caso el apoyo a un Estado palestino independiente—, muy diferente de la promovida por el actual gobierno israelí.
Cuando Olmert lanzó la guerra en Gaza aspiraba a destruir a Hamás o a infligirle tanto daño que se doblegaría.
Pese al gran daño que el ejército israelí causó a la población de Gaza, no logró ninguno de esos objetivos. La estructura del comando de Hamás en Gaza, endurecido por la batalla, quedó intacta.
De todos modos, los máximos líderes Hamás están radicados desde hace muchos años fuera de los territorios ocupados. Por eso, la idea de quebrar o "domesticar" a toda la organización asestando un golpe a sus unidades en Gaza siempre estuvo pobremente planeada.
En vez de quebrarse, Hamás vio elevarse su popularidad durante la guerra en toda la Cisjordania ocupada y entre los cinco millones de palestinos que viven en el exilio.
En Gaza, de algún modo, se redujo, sin dudas a causa del castigo que las fuerzas israelíes infligieron a sus habitantes. Pero Gaza tiene aproximadamente la mitad del tamaño de Cisjordania. En general, Hamás se fortaleció.
Mientras, se redujo la popularidad del más moderado Fatah, movimiento que en los últimos años se alineó más que nunca con las políticas de Estados Unidos.
De hecho, el colapso de las estructuras internas de toma de decisiones de Fatah ahora es tan severo que hay una posibilidad real de que puedan desintegrarse. Aunque el colapso tiene lugar desde hace algún tiempo, la guerra en Gaza ciertamente lo aceleró.
Ya desde 1969, Fatah también ha sido el componente más fuerte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), entidad secularista que ha avalado todos los esfuerzos de paz palestinos con Israel hasta la fecha.
Por lo tanto, el declive de Fatah también amenaza la supervivencia de la OLP, a menos que las "conversaciones de unidad" entre facciones palestinas en El Cairo concluyan con una fórmula de incorporación de Hamás a la organización por primera vez en la historia.
En medio de estos hechos políticos, los 1,5 millones de habitantes de Gaza todavía intentan hacer frente a las condiciones de vida y los medios de sustento devastados por la reciente guerra. Durante la ofensiva, murieron más de 1.300 palestinos, la mayoría de ellos civiles. Entre los muertos israelíes hubo 10 soldados y tres civiles.
En los tres años anteriores a la guerra, hubo intercambios intermitentes de fuego entre Israel e insurgentes palestinos, principalmente de Hamás, que operaban desde Gaza.
Además, Israel mantuvo un estrecho sitio en torno a Gaza, contraviniendo claramente su responsabilidad como "potencia ocupante" para salvaguardar el bienestar de la población autóctona de la franja.
Al final de la guerra, tanto Israel (el 17 de enero) como Hamás (el 18) anunciaron ceses del fuego paralelos y no acordados. En ausencia de un convenio más formal, negociado, los ceses del fuego existentes han sido frágiles y transcurrieron en medio de varios ataques mutuos.
Pero, además, Israel ha intensificado considerablemente el sitio de Gaza, en momentos en que sus habitantes tienen necesidades extraordinarias de acceder a los materiales para reconstruir los 5.000 hogares y otras estructuras destruidas durante la guerra, como instalaciones de agua y saneamiento, fábricas, depósitos, e incluso el concejo (legislativo local).
John Prideaux-Brune, director de Oxfam para Cisjordania y Gaza, describió la política de Israel hacia la franja como "des-desarrollo intencional".
"Israel arrasó Gaza durante la guerra. Se pueden ver aldeas enteras aplastadas, vacas y otros animales muertos. Ellos parecen haber entrado y eliminado todo lo que pudiera haberse usado para el desarrollo económico, como granjas y fábricas", dijo a IPS.
Según fuentes israelíes, durante la guerra las fuerzas armadas ingresaron 100 aplanadoras, especialmente para acometer esta destrucción.
"Parece un cosa terriblemente estúpida para que haga Israel. Donde los estados han tenido éxito en eliminar el terrorismo, lo han hecho mediante negociaciones y estímulo al desarrollo económico", señaló Prideaux-Brune.
También dijo esperar que los gobiernos occidentales actúen rápidamente para persuadir a Israel de levantar el sitio. Eso permitirá a los habitantes de Gaza regresar al sendero del desarrollo económico y dejar de vivir de la limosna.
Muchas organizaciones humanitarias que durante muchos años brindaron asistencia "de emergencia" a Gaza y a Cisjordania, como Oxfam, se están volviendo más manifiestas en que lo único que realmente puede estabilizar la situación de los palestinos es ponerle fin a la ocupación israelí.
Prideaux-Brune dijo que los palestinos de Gaza actualmente sufren una "crisis de dignidad" deliberadamente infligida.
"Mientras Israel controle todo en las vidas de estas personas, ellas seguirán siendo vulnerables. El alivio de emergencia no es sustituto de una paz exitosa, y ésa es la única manera de llegar a un desarrollo económico real", aseguró.