ESTADOS UNIDOS Y CUBA NI MÁS CERCA NI MÁS LEJOS

Centenares de periódicos y espacios informativos de todo el mundo han publicado primero la noticia y luego los más diversos comentarios sobre el anuncio realizado por la oficina de prensa de la Casa Blanca respecto a las medidas del presidente Obama destinadas a “ayudar a cerrar la brecha entre familias cubanas divididas y promover el libre flujo de información y artículos de ayuda humanitaria para el pueblo cubano”. En otras palabras: a derogar las más ácidas políticas respecto a Cuba tomadas por la administración Bush.

Sin duda, el vetusto diferendo norteamericano-cubano, cuya expresión esencial es la política del embargo, sigue siendo un tema de atracción global y los recientes movimientos realizados por el presidente norteamericano generan un interés noticioso en el presente y algunas expectativas para el futuro.

¿Será este el principio de un drástico cambio de política? En los umbrales de la Cumbre de las Américas -una reunión de la que Cuba está excluida- que el nuevo ejecutivo norteamericano parece interesado en utilizar como un primer paso para la restauración de las muy deterioradas relaciones entre Washington y varios países de una región donde se vive un intenso giro hacia la izquierda (condimentado con el rechazo a diversas actitudes de la era Bush), el cambio de medidas respecto a Cuba ordenado por el nuevo presidente quita presión al siempre espinoso tema del embargo, y deja mayor espacio para la ventilación de las restantes e ingentes preocupaciones políticas y económicas de la zona.

Las derogaciones de Obama en lo esencial eliminan restricciones para viajes y envíos de remesas a Cuba por los cubanoamericanos y abren la posibilidad de mejorar las comunicaciones entre Estados Unidos y la isla, un propósito que no se ha dicho cómo ni a través de qué empresas o instituciones se hará realidad, pero que pudiera ser de enorme trascendencia para Cuba si llegase a instrumentarse.

Entre los diversos comentarios que estas medidas han generado, hay varios elementos que, curiosamente, apenas han sido destacados en su peculiar dimensión. De un lado estaría la silenciosa respuesta del gobierno cubano, pues la más notable reacción pública –dos días después del anuncio de Obama- había sido el comentario del ex-presidente Fidel Castro –todavía primer secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba- en una de las habituales “reflexiones” desde las que analiza diversos asuntos de la política, la economía, la historia y la sociedad cubana y universal. Aunque firmadas por “el compañero Fidel” y presentadas más como preocupaciones de un político que como posición oficial del gobierno de la isla, a nadie se le escapa el peso interno de cualquier juicio del Primer Secretario. En esta ocasión, con una objetividad proverbial, en su inmediata reflexión sobre el tema el expresidente se limitó a reproducir el comunicado de la Casa Blanca, a saludar la actitud de Obama y también a recordar que la espina más encarnada sigue en su sitio: nada de lo hecho hasta ahora por el nuevo gobierno norteamericano es una verdadera remoción del embargo o bloqueo a Cuba.

La otra faceta poco advertida del anuncio gubernamental norteamericano es que en realidad Obama y su gabinete apenas han invalidado algunas de las medidas más drásticas y cavernarias tomadas durante la administración Bush para castigar al pueblo de Cuba y a muchos cubanos residentes en Estados Unidos. Pero la realidad es que el alcance de sus disposiciones no recupera los niveles de relación que se alcanzaron durante los mandatos de Bill Clinton –años en los que, contradictoriamente, se aprobaron las leyes que endurecieron el embargo, pero a lo largo de los cuales se multiplicaron los contactos académicos, culturales, deportivos entre iglesias e incluso personales.

Pero el aspecto más interesante de estos movimientos en las relaciones entre los dos países es que para la mayoría de la población estadounidense las medidas tomadas por su gobierno respecto a Cuba apenas son una noticia leída –o no leída, incluso- en la prensa, para los cubanos de la isla y para los radicados en Estados Unidos resulta un tema de interés esencial. Con independencia de las connotaciones políticas que se le quiera dar al tema de uno u otro lado del Estrecho de la Florida y del uso que en ese sentido se le intente otorgar a esta flexibilización de viajes y envío de recursos, lo cierto es que para los cubanos que viven en Cuba la más importante ganancia radica en la notable pérdida de presión respecto a los Estados Unidos que se siente en la atmósfera insular desde el 20 de enero, a lo que se suma ahora la posibilidad concreta –o al menos el sueño- de que los radicados en el continente viajen más a Cuba y, a pesar de la crisis, muevan con sus dólares la rígida economía del país y, sobre todo, aireen la siempre estrecha supervivencia de la mayoría de las familias cubanas.

Los grandes cambios, no obstante, siguen sin llegar. Porque ni los ciudadanos norteamericanos pueden viajar libremente a Cuba ni los científicos, artistas, profesionales cubanos pueden llegar normalmente a Estados Unidos; ni el embargo comercial se flexibiliza ni la política económica cubana hace los anunciados cambios de concepto y estructura; ni los cubanos de la isla pueden viajar sin permiso de salida ni los del exterior venir al país sin permiso de entrada… Pero algo es algo, piensa la gente en la isla: de nuevo los parientes pueden verse (recuérdese que un sexto de la población cubana vive en la diáspora), y cuando menos la tensión ha bajado, y así se respira mejor. Y aunque estas medidas no signifiquen una novedad ni un acercamiento concreto, al parecer la voluntad ha mejorado y quizás en algún cuarto pequeñito y oculto se estén cocinando ahora mismo otros platos más condimentados y sustanciosos. Quién sabe. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Leonardo Padura Fuentes, escritor y periodista cubano. Sus novelas han sido traducidas a una decena de idiomas y su más reciente obra, La neblina del ayer, ha ganado el Premio Hammett a la mejor novela policial en español del 2005.

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