Estados Unidos trabajará en materia energética con los demás países de América bajo un enfoque de «geometría variable», buscando colaborar con algunos países en unos temas y no con todos en todo, sostuvo Jeremy Martin, director del Programa de Energía de la Universidad de California.
Ese "menú a la carta" permitiría "trabajar con Venezuela sobre los crudos pesados de su Faja del Orinoco y con Brasil en el etanol, o con México y Brasil en la reducción de gases de efecto invernadero, porque con el matrimonio de energía y cambio climático ahora Washington no puede hablar de la una sin el otro", afirmó el especialista estadounidense en un foro en Caracas.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llamó en la V Cumbre de las Américas, realizada del 17 al 19 de este mes en Puerto España, a recorrer "un nuevo camino" para una "sociedad de energía y cambio climático" en el hemisferio, que, según Martin, está basada en promover la eficiencia, mejorar la infraestructura y reducir la emisión de gases invernadero.
El consultor canadiense en asuntos de energía Roger Tissot recordó, en el mismo foro universitario en el que participó Martin, que Estados Unidos se propone reducir la importación de combustible del Medio Oriente y de Venezuela, desarrollar vehículos híbridos y reducir en 80 por ciento para 2050 las emisiones de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases a los que la mayoría de los científicos atribuyen el recalentamiento planetario.
Pero ese propósito se recuesta de la seguridad energética de Estados Unidos, pues el uso de abundante energía ha sido el pilar de esa economía y de su crecimiento.
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Los expertos recordaron la frase del ex presidente estadounidense George W. Bush (2001-2009), "somos adictos al petróleo", y cómo durante el gobierno de Richard Nixon (1969-1974) ese país importaba 30 por ciento del petróleo que consumía, cuando actualmente trae del extranjero 65 por ciento.
Más aún, observó Paulo Valadao de Miranda, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, mientras el mundo consigue de fuentes renovales 13 por ciento de la energía que consume, Estados Unidos sólo obtiene de esas fuentes el dos por ciento de su consumo.
Eso explicaría lo que Martin llama "paradigma de altibajos" en Estados Unidos. "Durante la campaña presidencial de 2008, con altos precios para la gasolina, la opinión pública empujaba la búsqueda de nuevo petróleo bajo aguas del océano Atlántico o en Alaska, y su consigna parecía ser drill, baby, drill (perfora, bebé, perfora)".
"En cambio ahora, con la caída de los precios del combustible, todos aparecemos como verdes y es mejor envolverse de verde", ironizó Martin.
Pero el experto citó al presidente de la firma petrolera brasileña Petrobras, Sergio Gabrielli, según quien "durante muchos años el mundo se seguirá moviendo en autos, aviones y camiones", y avaló estimados según los cuales "aún en 2030 hasta 80 por ciento de la energía mundial provendrá de combustibles fósiles".
Frente al actual consumo mundial diario de 84 u 85 millones de barriles (de 159 litros), en 20 años la demanda llegará a 113 o 115 millones de unidades. En cambio, según expertos venezolanos como Víctor Poleo, profesor de su Universidad Central y viceministro de Energía en el primer trienio (1999-2001) del presidente Hugo Chávez, "el mundo avanza hacia un cambio estructural de la matriz energética del motor de gasolina para ir a fuentes diferentes, como la electricidad".
Para Poleo, la gasolina "es el mayor contaminante del mundo, 50 por ciento de los pasivos laborales del planeta los provoca el motor" que consume ese combustible, y además "es el mayor contribuyente al capital energético mundial", representado por las grandes corporaciones del petróleo.
Ocho de las 15 compañías con mayores ventas en el mundo, según las tablas de la revista estadounidense Forbes, se dedican al negocio petrolero.
Para Tissot el sostenimiento de la demanda y el alza de los precios en años recientes provocó un "exagerado optimismo" en las compañías petroleras, que prácticamente "dejaban dinero sobre la mesa" cuando competían por licitaciones de yacimientos.
El panorama, tras estallar la depresión global el año pasado, es hoy diferente, según el experto canadiense, pues "la crisis estadounidense es real, grave, no habrá recuperación rápida y el ciclo económico parece que no describirá una V o una U, sino más bien una L".
Con ese marco, las compañías petroleras privadas, "que ya habían abandonado hace años programas de investigación y desarrollo, observan que sus costos de producción no han caído como los precios, hay colapso de la demanda y persisten la crisis financiera y el riesgo político de nuevas regulaciones sobre los emprendimientos que hagan".
Las empresas petroleras estatales, por su parte, "aunque controlan 80 por ciento de las reservas mundiales, no tienen la comodidad de un propósito único como las privadas (ganancias para sus accionistas) sino que responden a múltiples intereses, y con frecuencia a la presión de un Estado populista que quiere dinero pero tiene aversión a los riesgos".
Esas circunstancias "pueden ser preámbulo de otra crisis energética, porque para mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda que se incrementa cada año es preciso invertir unos 500.000 millones de dólares anuales", dijo Tissot.
"Es como esas máquinas caminadoras de un gimnasio que exigen ir cada vez más rápido para estar en el mismo sitio", ejemplificó el experto canadiense.
También consideró que esa es la razón para cálculos dispares sobre cuál debería ser el precio de equilibrio para el petróleo. Recordó que Arabia Saudita lo ubica entre 60 y 70 dólares, Venezuela e Irán lo quieren entre 70 y 80 dólares, "pero con la actual recesión no lo creo posible".
Bancos de inversión calculan que el barril de petróleo promediará entre 50 y 60 dólares en los próximos dos años, y a largo plazo puede regresar a entre 100 y 110 dólares.
Sobre esas bases, "Estados Unidos apuesta a ampliar el mercado para energía limpia, mientras trabaja junto a Brasil en etanol y junto a todos en crudos difíciles de extraer, como en las profundidades del Atlántico brasileño, la Faja de Venezuela o las arenas bituminosas de Athabaska (Canadá), ya incorporadas al tema de la seguridad energética estadounidense", dijo Tissot.
"Cada país es diferente. Colombia por ejemplo tiene una producción declinante desde que alcanzó un máximo de 821.000 barriles diarios en 1999, pero ha hecho un esfuerzo de recuperación para pasar otras vez de los 500.000 barriles por día", indicó Martin.
Otro caso es el de Trinidad y Tobago, primer proveedor extranjero de gas natural a Estados Unidos, con reservas de 31 billones (trillones en la nomenclatura inglesa) de pies cúbicos de gas y un programa de incentivos fiscales para inversiones de exploración que podrían duplicar las reservas disponibles, observó Martin.
Con un horizonte de 10 años para reducir la dependencia de combustibles fósiles importados, la administración de Obama dispuso medidas como que la industria automotriz produzca masivamente automóviles híbridos (a gasolina y otro combustible) a partir de 2011 y vehículos que consuman un máximo de 6,7 litros de gasolina cada 100 kilómetros, en vez del actual tope de 8,7 litros.
La declaración de la V Cumbre de las Américas previó que los estados del hemisferio "nos esforzaremos por promover inversiones e innovación para el desarrollo y la diversificación de fuentes de energía y de tecnologías eficientes y ambientalmente amigables, incluyendo tecnologías más limpias para la producción de combustibles fósiles".
José Ignacio Moreno, ministro de Energía de Venezuela en 1983 y 1984 y rector de la Universidad Metropolitana que recibió a Martin y Tissot, abogó porque "se tome en cuenta la eco-economía, los valores de la ecología en la economía, que suponen cambios en los modelos consumistas e insistir en buscar fuentes limpias de energía".
"El dilema no es cuánto cuesta el cambio, sino qué precio pagaremos si no lo logramos", sentenció Moreno.