El Grupo de los 20 (G-20) no es representativo de la comunidad internacional, y el ámbito «más democrático» para abordar la actual crisis económica es la ONU, advirtió el presidente de la Asamblea General del foro mundial, Miguel D'Escoto Brockmann.
"A pesar de sus buenas intenciones, el G-20 es aún una minoría" porque excluye a más de dos tercios de los miembros de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), dijo D'Escoto.
"El modo más democrático de discutir los asuntos que afectan a todos es hacerlo en la ONU", argumentó.
De ese modo, con el apoyo de la propia Asamblea General, el diplomático nicaragüense planifica una reunión de alto nivel con la presencia de todos los países que integran el foro mundial con el objetivo de deliberar sobre la crisis económica mundial.
A la reunión, programada para los días 1, 2 y 3 de junio, asistirán la mayoría de los líderes mundiales, incluidos jefes de Estado y de gobierno.
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"Hay un consenso generalizado entre los líderes mundiales en que la actual crisis tiene sus raíces en fallas éticas", afirmó D'Escoto.
La reunión, con un costo superior a los 860.000 dólares, aprobará una declaración final con recomendaciones sobre cómo lidiar con la crisis.
"Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de buscar soluciones que tomen en cuenta los intereses de todas las naciones, las ricas y las pobres, las grandes y las pequeñas", declaró el presidente de la Asamblea General.
"Para que la cumbre sea significativa, para que valga la pena, es esencial que la Asamblea General afronte con regularidad los asuntos que constituyen las preocupaciones básicas y vigentes de los ciudadanos del mundo", sostuvo.
Anwarul Chowdhury, ex embajador de Bangladesh en la ONU y ex subsecretario general del foro mundial, dijo a IPS que le resulta alentador que la Asamblea General, a la que consideró el cuerpo intergubernamental más universal del planeta, discuta la crisis económica.
Como la Asamblea está muy cargada con una agenda que la hunde en la irrelevancia, "su actual compromiso a deliberar sobre la crisis económica mundial es muy bienvenido", sostuvo Chowdhury.
En el pasado, las estructuras de la economía mundial eran moldeadas y determinadas por el denominado Grupo de los Seis (G-6), integrado por las seis naciones más industrializadas: Alemania, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Italia y Japón, la única no occidental.
Canadá se les unió más tarde para convertir el grupo en el G-7. Aún no se habían integrado en ese bloque países en desarrollo, aunque las decisiones que tomaba tenían un enorme impacto sobre ellos.
Cuando Rusia fue admitida, el grupo se convirtió en el G-8, y como tal existía aun el año pasado.
El G-20 que se reunió el mes pasado en Londres también incluye a algunas de las grandes naciones en desarrollo, como China, India, Brasil, Indonesia, Argentina, México, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía, junto con Australia, Corea del Sur y la Unión Europea como bloque que, entre sus 27 miembros, incluye algunos países emergentes de Europa oriental.
La reunión de la Asamblea General en junio también sigue al llamado a la creación de un Consejo de Coordinación Económica Mundial realizado el mes pasado por una comisión de expertos de la ONU presidida por el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz.
El director ejecutivo del no gubernamental Instituto del Tercer Mundo, Roberto Bissio, dijo a IPS que la reunión constituye una oportunidad para que tengan voz tanto los países del G-20 como el resto de los 172 miembros de la ONU.
Los países del G-20 también tendrán posibilidades de legitimar su rol a través de la propuesta de la Comisión Stiglitz, dijo Bissio, también coordinador de la red internacional de la sociedad civil Control Ciudadano.
De hecho, recordó, el propuesto Consejo de Coordinación Económica Mundial tendrá "miembros permanentes" —aunque sin la facultad de veto— elegidos entre los actuales países del grupo, entre otros.
"Aun así, el Consejo será transparente y responsable ante todos los países, lo cual dejará sin efecto las acusaciones de ilegitimidad y no representatividad que, justificadamente, se le hacen al G-20", agregó Bissio.
De todos modos, "uno se pregunta si la Asamblea General será capaz de ir más allá de la cumbre de Londres", sostuvo Chowdhury.
Universalizar los resultados de la reunión del G-20, como una especie de sello de aprobación, sería insignificante desde el punto de vista de la Asamblea y de su liderazgo, agregó.
"La credibilidad de la ONU se fortalecería si la Asamblea se concentrara en algunas acciones concretas en beneficio de los 800 millones de habitantes de los países menos avanzados, los más pobres y débiles de la comunidad internacional, que son, además, los menos responsables de la actual crisis mundial y las peores víctimas", dijo Chowdhury.
La Asamblea General debería, "al menos, pedir" que se canalice "una parte específica de los recursos" asignados por la cumbre de Londres a la recuperación económica mundial a esos 49 países.
Bissio indicó que la Comisión Stiglitz, al contrario que la cumbre del G-20, identifica con claridad los orígenes de la crisis y propone soluciones estructurales, no sólo medidas de emergencia.
Entre éstas, recordó, figuran la reforma del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), no sólo su fortalecimiento.
Y entre las medidas de largo plazo figuran la creación de una moneda de reserva mundial, no basada sobre el dólar estadounidense, y la adopción de un impuesto a las emisiones de carbono y a las transacciones financieras.
Eso no sólo produciría recursos genuinos para el desarrollo, sino que también ayudaría a controlar el recalentamiento planetario y la especulación y la volatilidad financiera.