La depresión financiera ya está superada en Brasil en sus efectos sobre la ocupación laboral, aseguró este lunes el ministro de Trabajo y Empleo, Carlos Lupi, exhibiendo datos que muestran más contrataciones que despidos desde febrero.
El gran impacto de la crisis financiera global en el mercado de trabajo brasileño tuvo lugar en diciembre, con la pérdida neta de 655.000 empleos formales en todo el país, destacó el ministro en rueda de prensa con corresponsales extranjeros.
Los efectos ya se sentían desde octubre, poniendo fin a un período de fuerte crecimiento de los empleos formales en este país, iniciado en 2004. Durante los nueve primeros meses de 2008, el aumento de empleos fue de 2,09 millones, un promedio mensual de 231.888.
El brote de cesantías, a causa principalmente de la caída de la producción industrial y de las exportaciones, empezó en octubre. En noviembre, el Catastro General de Empleados y Desempleados del Ministerio del Trabajo apuntó el primer resultado negativo del año, con pérdida de 41.000 puestos.
Diciembre es usualmente un mes de muchos despidos, pues finalizan los contratos temporales para atender sobre todo la intensa actividad comercial que anteceden las fiestas de fin de año. Pero en el último mes de 2008, la pérdida de empleos más que duplicó la de diciembres anteriores.
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El mes de enero aún mantuvo una pérdida neta, pero muy inferior, de 102.000 puestos de trabajo, y en febrero hubo un pequeño superávit de 9.000, indicando un vuelco en la curva que se acentuó en marzo, cuyas cifras aún no están completas, destacó Lupi.
Además de esos datos de tendencias, la disminución de solicitudes de seguros de desempleo y las contrataciones de trabajadores en sectores como la construcción, la educación, la salud y otros servicios permiten afirmar que "la crisis ya pasó" en el mercado laboral, concluyó el ministro.
Las tasas de desempleo aumentaron a 8,2 y 8,5 por ciento en enero y febrero, respectivamente, después de permanecer muchos meses en un promedio cercano a 7,5 por ciento en este país de 190 millones de habitantes, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.
Pero son índices de sondeos, en general limitados a las regiones metropolitanas, por eso Lupi prefiere los datos absolutos de su cartera, sobre cantidad de personas empleadas, "más concretos" y que apuntan mejor la tendencia, según él.
Sin embargo, persisten graves efectos de la crisis internacional en la industria brasileña. La producción de acero en el primer bimestre de este año fue 42,4 por ciento inferior a la del mismo período de 2008, según datos del Instituto Brasileño de Siderurgia.
La minería, la siderurgia y otros sectores que dependen mucho de las exportaciones aún demorarán en recuperarse, admitió Lupi, porque sus excedentes productivos de los últimos meses aún están acumulados y solo se agotarán dentro de algunos meses, dependiendo de los mercados externos. Mientras, la producción se mantendrá baja.
Fue así en la industria automotriz, que sufrió el fuerte impacto de la brusca reducción del crédito en el último trimestre del año pasado. La medida adoptada por el gobierno, de reducir impuestos sobre la venta de automóviles, permitió una rápida recuperación de las ventas y de la producción.
El mercado interno, fortalecido por aumentos reales de los salarios y la caída de la inflación, es el factor que atenuó los efectos de la crisis, así como la devaluación del real, la moneda nacional, ante el dólar, producto de la misma depresión.
Brasil reacciona de forma distinta a la recesión mundial por su demanda interna y su relativamente pequeña dependencia del comercio internacional. El aumento real del salario mínimo, una política adoptada por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, desde sus inicios en 2002, hace que el sector de alimentos sufra poco los efectos.
"La crisis no afectó ni afectará la base de la pirámide social", incluso porque la inflación reducida por la crisis abarató los alimentos, afirmó Lupi.
Por otro lado, la caída de los precios internacionales de productos agrícolas fue compensada por la depreciación cambiaria, permitiendo que los agricultores mantuvieran sus ingresos en moneda nacional, ejemplificó el ministro. Lo mismo pasó con la industria del calzado, que despidió a muchos trabajadores en 2008, pero recuperó su competitividad internacional gracias al real devaluado.
En términos coyunturales, la situación del empleo en Brasil tiende a superar la breve interrupción de la ola empleadora de los últimos años, pero el ministro admitió un grave problema estructural del mercado laboral nacional: la enorme inestabilidad de las contrataciones.
El superávit de 1,45 millones de empleos generados el año pasado fue el resultado de cerca de 15,5 millones de contrataciones y de 14 millones de despidos, según el ministro. Más de un tercio del total de personas con empleos formales del país pierden su trabajo cada año, lo que indica una gran incidencia de la ocupación temporal.
"Es alarmante" y una "característica brasileña" sin solución visible, admitió Lupi. Se debe a una gran cantidad de empleos agrícolas, en el comercio, el turismo y otros servicios que son periódicos, dependen de las temporadas de las cosechas, de fiestas como la Navidad o el Día de las Madres, o del verano, explicó.
En un país tan grande como Brasil, decenas o centenares de miles de trabajadores se desplazan en busca de trabajo agrícola en la caña de azúcar, que se cosecha en épocas distintas en el Nordeste o en el sureño estado de São Paulo y en el centro-oeste del país, según la cosecha del maíz o del tabaco en las distintas regiones, ejemplificó.
Otro factor negativo es la falta de capacitación. En 2008 cerca de un millón de puestos de trabajo no fueron ocupados porque no se presentaron personas calificadas para sus funciones, concluyó el ministro.