La crisis económica mundial abrió un enérgico debate sobre las terapias antirretrovirales a portadores del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), señaló Michel Sidibé, nuevo director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/sida (Onusida).
Pronósticos pesimistas indican que la debacle puede afectar los programas para contener la propagación del virus causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y de asistencia a los enfermos en algunas regiones como Asia, según Sidibé.
En Asia viven unos cinco millones de personas con VIH, de los 33 millones de portadores que hay en el mundo. El año pasado se registraron 380.000 casos nuevos y la misma cantidad de muertes a causa del sida.
Casi tres millones de personas reciben antirretrovirales en países de bajos y medianos ingresos, según el informe de 2008 de la agencia con sede en Ginebra. Es decir, uno de cada tres enfermos que necesitan tratamiento.
Los antirretrovirales disminuyen la carga del virus en el organismo y permiten prolongar la vida de los pacientes con VIH y mejorar su calidad de vida.
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En Asia-Pacífico, Asia meridional y Asia sudoriental, sólo una de cada cuatro personas reciben antirretrovirales.
Uno de los asuntos más importantes en relación con los antirretrovirales es el alto costo de los medicamentos fabricados y patentados por las gigantes farmacéuticas.
Activistas y gobiernos de países en desarrollo reclaman la aplicación de las normas de comercio internacional para poder acceder a los costosos fármacos y atender emergencias en materia de salud pública.
Esa posibilidad está contemplada por la Organización Mundial del Comercio (OMC) bajo los Acuerdos sobre Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio (Adpic), que permiten a los países en desarrollo patentar "licencias obligatorias", a fin de acceder a medicamentos genéricos alternativos y más baratos.
Las "facilidades" que permiten las Adpic fueron aprobadas durante la cumbre ministerial de la OMC de Doha, en 2001, pero las naciones en desarrollo temen recurrir a ellas por temor a represalias de los países poderosos, como Estados Unidos, que respalda a los grandes laboratorios.
Tailandia está a la vanguardia de esta lucha. A fines de 2006 emitió licencias obligatorias para dos antirretrovirales, que se sumaron a una lista de medicamentos genéricos que produce para tratar a las personas con VIH.
Eso le permitió asegurar la terapia a unas 200.000 personas con VIH, de las 600.000 registradas en este país de Asia sudoriental. Tailandia está entre los 20 países que proporcionan medicamentos a entre 50 y 70 por ciento de los portadores, junto a Camboya.
IPS conversó sobre estos asuntos durante la estadía en Bangkok de Sidibé, nacido en Malí, quien asumió el cargo de director ejecutivo de Onusida el 1 de enero de este año.
IPS: Su nuevo trabajo al frente de Onusida comienza en medio de la crisis financiera internacional. ¿Usted cree que la debacle económica perjudique a los programas de lucha contra el VIH/sida en Asia?
MICHEL SIBIDÉ: Sí, porque aun antes de la crisis, Asia destinaba 2.000 millones de dólares menos de los necesarios a sus programas de prevención, tratamiento, atención y apoyo a personas con VIH. El continente tendría que dedicar al menos unos 3.100 millones de dólares, pero sólo cuenta con 1.200 millones de dólares.
IPS: ¿Qué es lo que más preocupa en Asia?
MICHEL SIBIDÉ: Las raíces desde las que se propaga la enfermedad no tienen fondos suficientes. Hay que invertir más en ayudar a los sectores más vulnerables como las personas que se inyectan droga y los trabajadores sexuales. No se priorizan las respuestas a la epidemia.
El crac financiero también llevó al colapso de organizaciones humanitarias en la región. Eso tendrá duras consecuencias sobre las personas con VIH, pues su atención requiere dinero y tiempo. Esa red de seguridad fue la que permitió atender a niños y niñas cuyos padres murieron a causa del sida y a portadores de países como Camboya y Laos.
IPS: La cantidad de desempleados en Asia sudoriental ya aumentó por la caída de las exportaciones. Si entre ellos hay personas con VIH, les será más difícil comprar antirretrovirales. ¿Usted cree que la crisis financiera será un argumento de peso para que los países recurran a los Adpic y emitan licencias obligatorias para garantizar la atención médica a sus ciudadanos?
MICHEL SIBIDÉ: Es un buen momento para discutir el asunto del acceso al tratamiento. Pronto se necesitarán tratamientos de segunda y de tercera línea porque la mayoría de la gente está todavía en la primera etapa.
Tendría que poder reducirse el precio de los fármacos de segunda y de tercera línea, como hicimos con los anteriores. Pero también tenemos que garantizar un mecanismo que permita mantener la innovación, la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos.
Es una buena oportunidad para que los países sepan qué posibilidades tienen en el marco de los Adpic. Muy pocos recurren a sus beneficios en Asia. La mayoría no sabe cómo aprovechar sus posibilidades.
IPS: Pero sí reconoce que la crisis obligará a las personas con VIH a tener que optar, en especial a las que necesiten antirretrovirales.
MICHEL SIBIDÉ: Dos cosas, no queremos que una madre tenga que elegir entre su atención y amamantar a su hijo. La crisis financiera no debería enfrentar a una madre con esa opción. El sida no es sólo una cuestión de salud, sino también de derechos humanos.
IPS: Birmania no parece considerar la epidemia como lo hace usted, desde la perspectiva de los derechos humanos. La prevalencia del VIH en ese país es de 1,3 por ciento, detrás de Camboya y Tailandia, en Asia sudoriental. Sin embargo, la junta gobernante impuso restricciones a los programas contra el sida. ¿Cómo afectan esas medidas al trabajo de su organización allí?
MICHEL SIBIDÉ: Tenemos una oficina en ese país que trabaja con el gobierno en el diseño de una estrategia nacional para crear un sistema de recolección de datos.
Empezamos a reabrir la discusión con el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. Pero no servirá trabajar con ellos de forma aislada, sino que hay que apuntar a un enfoque integrado, subregional y transfronterizo.