«Para ser buena musulmana, buena hindú, buena pakistaní y buena mujer, una tiene que actuar de ciertas maneras. Y todos estos parámetros están definidos por autoproclamados líderes culturales», que son hombres, dijo a IPS la activista por los derechos femeninos Aisha Shaheed.
Shaheed integra la red Mujeres Viviendo Bajo Leyes Musulmanas (WLUML, por sus siglas en inglés), que vincula a individuos y organizaciones de derechos humanos en más de 70 países para brindar información y apoyo a las mujeres de comunidades islámicas.
Dado que el Corán puede ser traducido en múltiples formas, la WLUML se dedica a combatir las ideas equivocadas en torno a las leyes musulmanas, reinterpretando los textos religiosos para ser implementados de una forma que sea más equitativa para las mujeres, así como para pelear por la preservación de espacios seculares.
Shaheed nació en Pakistán, creció en Canadá y ahora vive en Gran Bretaña. También es parte de una campaña mundial para poner fin a la práctica de la lapidación, que es una forma legal de pena capital para el delito de adulterio en Afganistán, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Nigeria, Pakistán y Sudán.
La activista habló con IPS en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde desde el 2 y hasta el 13 de este mes se celebra la 53 sesión de la Comisión sobre el Estatus de las Mujeres.
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IPS: ¿Cuáles son los próximos pasos para fortalecer la defensa y poner fin a la violencia contra las mujeres?
AISHA SHAHEED: Pienso que un área realmente no explorada es el tema de la cultura. El movimiento femenino, especialmente en contextos musulmanes, ha estado apostando a una reforma legal y una reforma del derecho de familia. Sin embargo, solamente podemos lograr la implementación en este nivel "intermedio" que es la cultura, tanto en su sentido positivo de reclamarla y redefinirla como en abordar sus malos usos para justificar la violencia, las violaciones y la exclusión de las mujeres.
Se ha trabajado sobre las mujeres como portadoras de cultura, pero ellas no son las guardianas de la cultura en lo que atañe a sus cuerpos y a su sexualidad. Se espera que ellas representen la identidad del grupo.
IPS: ¿Cómo calificaría usted a la ONU en materia de derechos femeninos?
AS: Siempre se tiene que hacer énfasis en las necesidades locales y en los deseos locales. Puede ser extremadamente peligroso que haya presión internacional sin comprender realmente las implicaciones para las mujeres en el lugar donde viven.
La ONU es una entidad importante en la determinación de estándares y en responsabilizar a los gobiernos, pero es una colección de estados miembro, y hay mucha violencia perpetrada por actores no estatales, por miembros de la familia y la comunidad, por grupos armados y fundamentalistas que no están conectados con el Estado.
Pienso que en la ONU hay algunos vacíos en cuanto a cómo se puede abordar las violaciones cometidas por actores no estatales. Las mujeres necesitan explorar otras áreas de la ONU. Por ejemplo, el trabajo hecho por los relatores especiales es muy útil para llevar a este idioma de actores no estatales la violencia culturalmente justificada.
IPS: ¿Cuáles son las herramientas para combatir la violencia culturalmente justificada contra las mujeres?
AS: A veces, los problemas locales requieren estrategias locales. Por ejemplo, en Asia meridional la violencia contra los derechos de las mujeres procede de concejos, que formalmente no son parte del sistema estatal sino del sistema tradicional de justicia local. Para contrarrestar eso, las mujeres (empezaron a participar) en el concejo, lo que significó reformular el sistema de justicia local para introducir en él a las mujeres.
IPS: ¿Cuáles son algunos de los logros en términos de derechos femeninos bajo el Islam?
AS: Tomemos el ejemplo de Mokarrameh Ebrahimi, una mujer de Irán que pasó una década en la cárcel con su compañero y su hijo pequeño. Fueron acusados de adulterio —y sometidos a lapidación— porque no podían obtener el divorcio. Fue realmente la fortaleza del movimiento femenino lo que reveló el caso y lo mantuvo en los periódicos..
En 2006 se lanzó la campaña para frenar los apedreamientos en Irán. Varias abogadas iraníes trabajaron para averiguar cuántas mujeres y hombres estaban en la cárcel esperando sentencias de lapidación.
Fueron extremadamente valientes, activando el movimiento femenino local y nacional, y cuando creyeron que era el momento correcto movilizaron a la comunidad internacional y al feminismo internacional.
Las abogadas de derechos humanos asumieron su caso e hicieron campaña usando alertas de acción urgente y mecanismos legales en el plano internacional. Ella (Ebrahimi) terminó siendo liberada. Esto es un logro, pero en Irán la lapidación no fue eliminada de la ley.
IPS: ¿Cómo pueden involucrarse los hombres y los jóvenes?
AS: Sin dudas, los perpetradores de la violencia son en su mayoría hombres y niños. Una campaña llamada Toque el Timbre, alienta a hombres, niños y miembros de la comunidad a hacer sonar los timbres de las casas si ven actos de violencia doméstica.
En el plano internacional, con la campaña del secretario general (de la ONU, Ban Ki-moon) hay mucha atención sobre los hombres y los niños. No sé si éste es el momento correcto para que ambos estén en la primera línea o tengan un rol muy grande en cuestiones que fueron puestas en la agenda por el movimiento feminista.
En el ámbito local, con nuestra Campaña Global Contra las Muertes y el Apedreamiento de Mujeres, es importante estar trabajando con hombres, niños y líderes religiosos, pero me preocupa que el movimiento sea dominado en el plano de la toma de decisiones.
IPS: ¿Piensa que la ley religiosa y las cuestiones culturales pueden reconciliarse con convenciones internacionales sobre las mujeres?
AS: Absolutamente, ése es el núcleo de muchas religiones. Pese a los aspectos técnicos, hay principios subyacentes de paz y armonía, cosas que van en línea con los derechos humanos. Sin embargo, se advierte que es muy difícil para las religiones, que afirman que son verdaderamente igualitarias para las mujeres.