La crisis económica mundial brinda oportunidades de negocios a las empresas de China. Al gobierno también lo beneficia: Occidente acalló sus críticas al desempeño del país en materia de derechos humanos porque necesita su ayuda para superar la recesión.
En su viaje a China este mes, la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Clinton, dijo que cuestiones polémicas como los derechos humanos "no pueden interferir con la crisis económica mundial, la crisis del cambio climático y la crisis de seguridad".
Estos comentarios fueron interpretados en Beijing como una señal de que China saca ventaja en el prolongado y estridente debate sobre qué son los derechos humanos en el país más poblado del mundo.
"Estados Unidos siempre ha estado en el núcleo de los críticos a la situación de los derechos humanos en China, pero esta vez el tacto de Clinton sirve como un veleta para notar cuál es la opinión mundial predominante", sostuvo la el semanario chino Southern Weekend en un editorial.
China postula que la fórmula "derechos humanos" denota los derechos al desarrollo y la supervivencia de sus habitantes, en oposición a la insistencia de Occidente en la "supremacía de los derechos humanos por sobre todo", que cobra cada vez más aceptación en el mundo, alegó el diario.
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"Como consecuencia de varios cambios mundiales, el control de las potencias occidentales sobre el debate sobre los derechos humanos se reduce y los países en desarrollo se encuentran en una posición más beneficiosa", concluyó Southern Weekend.
De hecho, a medida que Occidente afronta la enorme escala del rescate de sus bancos y el declive de su economía, ha recurrido a China y muestra su disposición a restar importancia a la discusión.
Por lo tanto, los últimos meses de crisis económica han marcado varias victorias para China.
Tras casi un siglo de reconocer a Tíbet como entidad autónoma, Gran Bretaña declaró en octubre que había cambiado de opinión y aceptarlo como parte de la República Popular China.
Beijing reivindica su soberanía sobre ese territorio del Himalaya desde hace 600 años, pero se ha visto atrapado en una prolongada disputa con el líder espiritual tibetano en el exilio, el Dalai Lama, quien reclama la "genuina autonomía" que prometió para el área cuando tomó su control en 1951.
En los últimos 30 años, desde que la comunidad internacional volvió a aceptar a China en su seno, las acusaciones sobre abusos de derechos humanos en Tíbet han figurado entre las más perjudiciales para su reputación.
Analistas chinos señalaron ya en octubre pasado que la crisis financiera es la principal razón para que Gran Bretaña cambiara su histórica posición sobre China y Tíbet.
El apoyo a la "lucha por la independencia" del Dalai Lama empalidece ante la "urgencia e importancia" de lograr ayuda de China para rescatar a Europa lo más rápido posible, señaló entonces el diario International Herald Leader.
A comienzos de este año, China se anotó otra victoria al aprobar exitosamente su primera "evaluación universal periódica" a cargo del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Beijing envió una delegación de 15 representantes a la sesión del Consejo, en Ginebra. El órgano negó que China eliminara el disenso, restringiera la libre expresión y reprimiera a las minorías en Tíbet y en la noroccidental provincia de Xinjiang, de mayoría musulmana.
China está "plenamente comprometida con la promoción y protección de los derechos humanos", sostuvo el enviado chino Li Baodong. Quienes hacen esas acusaciones, agregó, "politizan" el debate sobre los derechos humanos.
La vehemente defensa que China hizo de sus desempeño en materia de derechos humanos ante la ONU obtuvo el respaldo de países como Birmania, Cuba, Egipto, Irán, Sudán y Zimbabwe.
Con abundante liquidez y un sector bancario relativamente estable —un panorama casi único entre las economías emergentes—, China se embarcó luego en una vorágine de importaciones y concesión de créditos a otros países a la que algunos observadores en Beijing calificaron de "diplomacia de la crisis".
En los primeros dos meses del año, los principales líderes chinos recorrieron América Latina, Europa y África y sellaron compromisos en materia de cooperación, préstamos e inversiones.
"Nuestros líderes ven la actual crisis como una oportunidad para trabajar más proactivamente por la protección de los intereses nacionales", dijo Zhang Xiaoming, de la Academia China de Ciencias Sociales.
Con reservas de divisas extranjeras acumuladas de dos billones de dólares, China se ha convertido en el mayor acreedor de Estados Unidos.
En medio de una crisis económica que se profundiza, la enorme cantidad de bonos del Tesoro estadounidenses en manos de Beijing señala una interdependencia que supera las preocupaciones de Washington sobre los derechos humanos.
En su visita, Clinton urgió a Beijing a continuar comprando deuda estadounidense, lo cual, dijo, revitalizará la economía de su país y la demanda de exportaciones chinas.
También sugirió que en cuestiones de derechos humanos "podría ser mejor para Estados Unidos y China coincidir que discrepar".
Al eludir este asunto, la funcionaria recibió críticas de organizaciones humanitarias, para las cuales esa actitud debilita las posibilidades de reforma del gigante asiático en esta área.
"Las declaraciones de Clinton señalan una estrategia diplomática que ha funcionado bien para el gobierno chino, segregando las cuestiones de derechos humanos en un 'diálogo de sordos' sin salida", dijo Sophie Richardson, de Human Rights Watch.
La organización Amnistía Internacional se declaró "conmocionada y extremadamente desilusionada" por el pragmatismo de Clinton.
Pero observadores chinos enfatizan que, en el actual clima económico, los activistas de derechos humanos y algunas organizaciones no gubernamentales los únicos continúan controlando a China en esa área.
"Los derechos humanos están fuera del radar de muchos gobiernos extranjeros", dijo Luo Yanhua, investigador de estudios internacionales en la Universidad de Beijing.