La discriminación de las mujeres en el parlamento de Afganistán es flagrante. Sus pares varones pasan por alto sus propuestas y los señores de la guerra hacen uso de la palabra varias veces antes de que ellas puedan siquiera hablar. Pero algunas no están dispuestas a quedarse calladas.
Hasta el presidente de la Asamblea Nacional legislativa da vuelta la cara cuando Fatima Nazari, representante de la provincia de Kabul, tiene la palabra.
Nazari y casi todas sus compañeras se pusieron de acuerdo hace un mes para redactar una resolución que obligue a las autoridades parlamentarias a terminar con la discriminación. Pero fue ignorada.
Las parlamentarias siguen excluidas de la política en este país, donde el fundamentalismo religioso y los valores culturales conservadores impiden la participación femenina.
"Discriminan a todas las legisladoras", enfatizó Nazari. "La mayor parte del tiempo nos callan".
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La fuerte presión internacional llevó a Afganistán a tener uno de los más altos porcentajes de parlamentarias del mundo. La Constitución reserva a las mujeres dos asientos por provincia. Ellas ocupan 64 de los 249 escaños de la cámara baja, o más de un cuarto.
Pero los parlamentarios religiosos conservadores, que hacen una interpretación fundamentalista del Islam, dominan la Asamblea Nacional.
"Muchos legisladores y en especial los de la cámara baja tienen un inmerecido respeto por los ex jefes de la yihad (guerra santa)", señaló Shinkai Karokhel, representante de la provincia de Kabul. "Pueden hablar mucho rato y hacerlo cuando más les plazca".
La organización de derechos humanos Human Rights Watch, con sede en Nueva York, estima que 60 por ciento de los legisladores tienen vínculos con los señores de la guerra y pueden haber estado relacionados con crímenes de guerra.
Muchos de ellos usan su peso político para imponer una rigurosa interpretación del Islam, sostuvieron varias legisladoras.
Por ejemplo, hace poco, un canal de televisión puso al aire un programa donde había gente cantando y bailando. Los legisladores fundamentalistas consideraron que atentaba contra la religión y decidieron clausurarlo al día siguiente. Las parlamentarias no tuvieron ni siquiera la oportunidad de refutar la decisión.
"La mayoría de las veces, las mujeres ni siquiera se atreven a decir una palabra sobre algunos asuntos islámicos delicados", se lamentó Karokhel, "por temor a ser consideradas blasfemas".
Además, muchos señores de la guerra que hace cuatro años no pudieron participar en las elecciones legislativas, presentaron a sus esposas. "Por ejemplo, una de las legisladoras de la central provincia de Daikundi, está casada con un ex comandante muyaidín", señaló Nazari. "Ahora trabaja a favor de su esposo".
Incluso ser candidata implica superar obstáculos significativos. En Afganistán, las mujeres no pueden salir de su casa ni trabajar sin permiso de sus padres, hermanos o esposos. La mayoría de las parlamentarias ocupan su escaño porque algún varón de la familia se lo permitió.
El testimonio de dos mujeres equivale al de un hombre, según las autoridades religiosas. Algunas comenzaron a aceptarlo porque, de lo contrario, estarían desafiando uno de los principios del Islam.
"Las mujeres son más sensibles que los hombres", explicó Nazari. "Así lo indica la teología y no podemos oponernos", pero aclaró: "tratamos de probar al mundo masculino que no somos tan emocionales como creen".
Las dificultades de las legisladoras parecen nimias frente a las que padecen las afganas de a pie, según activistas. Las parlamentarias pudieron formarse, gozan de buena situación económica y tienen padres o maridos indulgentes, en cambio la mayoría de las mujeres son pobres y tienen prohibido salir de su casa.
Desde ese punto de vista, los hombres "ni siquiera las consideran seres humanos", alegó Hasina Saafi, directora del no gubernamental Centro de Educación para las Mujeres Afganas.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que entre otros reúne a todos los países industrializados, señaló que Afganistán es la sociedad más desigual del mundo en materia de género, detrás de Sudán, según un estudio divulgado la semana pasada.
En 2008, Nazari y otras legisladoras crearon el partido Necesidad Nacional para defender los derechos de las mujeres, en un hecho considerado histórico. La agrupación, que cuenta con más de 45.000 afiliadas en todo el país, supervisa programas en algunas de las zonas más conservadores, como la meridional provincia de Helmand.
El partido organiza seminarios para generar consciencia en la comunidad de la difícil situación de las mujeres y suele enviar personas para que hablen directamente con ellas en las aldeas y escuchen sus quejas.
Pero no todas comparten su labor.
"Dicen que defienden los derechos femeninos, pero es sólo un gesto simbólico", sostuvo la legisladora Karokhel, rival política de Necesidad Nacional, porque sólo organizan reuniones y seminarios sin cambiar realmente la vida de las mujeres.
"No creo que haya ningún partido político que defienda de verdad los derechos de las mujeres" en este país, añadió.
Las activistas extienden la crítica al gobierno en su conjunto y alegan que los derechos de las mujeres deben defenderse en todos los ámbitos.
"De los 18 ministerios, sólo el de Asuntos de Mujeres está encabezado por una de ellas", señaló Saafi. "Si el gobierno realmente quiere mejorar su situación, debe asignarles más cargos en las otras carteras. Los hombres no entienden nuestros problemas".
Pero el mayor reto para los defensores de la equidad de género en el gobierno son los señores de la guerra que están en el parlamento, según activistas y legisladoras.
"Esa gente emplea la shariá (ley islámica) y el Islam como herramienta para debilitar los derechos de las mujeres", indicó Karokhel.
"En ningún país del mundo las autoridades religiosas tienen ese poder en el parlamento", añadió Nazari.
"Quiero que Estados Unidos no los deje ser candidatos porque me seguirán intimidando", apuntó.