La salvadoreña Ana Celaya busca a su hijo Rafael, desaparecido en México en mayo de 2002 cuanto se dirigía a Estados Unidos. Su historia es similar a la de cientos de personas que emigran de América Central y que se juegan la vida en este país de escala.
"¿Estará preso?, ¿estará vivo? No sé de Rafael desde hace siete años y nadie me da referencias claras", dijo Celaya a IPS por teléfono desde el sureño estado mexicano de Chiapas, en la frontera con Guatemala.
Ella es madre de cuatro hijos, uno desaparecido en México, dos viviendo en Estados Unidos y uno más residiendo en El Salvador. Celaya integra la Caravana de la Esperanza, un periplo de 26 salvadoreñas por el sur mexicano que tiene como fin exigir información sobre sus familiares desaparecidos.
"Vemos que en este país tratan mal a nuestros emigrantes, que las autoridades y la delincuencia los atacan, roban y torturan. Me parece que aquí las leyes son sólo de papel", dijo a IPS otra mujer de la Caravana de la Esperanza, Lucy de Acevedo.
Su hermano, José Salomón, fue asesinado en México en julio de 2000 por un grupo de delincuentes. Tenía apenas 19 años.
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De Acevedo es secretaria del no gubernamental Comité de Familiares Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador. "Me involucré en esta organización por coraje y solidaridad", relató vía telefónica. En sus registros hay al menos 238 salvadoreños desaparecidos en México desde 1997.
La Caravana de la Esperanza inició su viaje de cinco días el lunes, con apoyo económico de dos entidades que tienen sede en Estados Unidos: el no gubernamental Centro de Recursos Centroamericanos, que asiste a personas inmigrantes, y el grupo católico Nuestros Lazos de Sangre.
Las caminantes fueron recibidas el martes en Tapachula, capital de Chiapas, por autoridades de la policía federal y del estatal Instituto Nacional de Migración (INM).
Según acordaron en esa cita, el encuentro se repetirá el 10 de marzo, para cuando las autoridades prometieron presentar un listado con toda la información disponible sobre personas centroamericanas detenidas, muertas o desaparecidas en México e información nueva sobre los casos denunciados por las mujeres.
"Aunque hay leyes, y las autoridades prometen respetarlas vemos con pena que aquí en México nuestros jóvenes son asaltados o desaparecen y que las mujeres son violadas, no es justo", dijo Celaya.
"Esperamos que lo que nos dijeron no sean puras palabras. Si cumplen habrá alguna esperanza de encontrar a mi hijo", cuya desaparición ella denunció a la policía hace más de seis años.
México, paso tradicional de emigrantes de América del Sur, América Central y, en menor proporción, de Asia y Medio Oriente, que quieren llegar a Estados Unidos, es un duro escollo para los viajeros, pues sufren abusos de todo tipo, sostienen organizaciones humanitarias como Mexicanos Sin Fronteras y la Red Todos los Derechos para Todas y Todos, entre otras.
Como sus antecesores, el gobierno del conservador Felipe Calderón, en funciones desde fines de 2006, ha prometido mejorar el trato a los inmigrantes. Sin embargo, los abusos continúan y periódicamente se reportan ataques a balazos de policías y soldados contra extranjeros.
El martes, en su primer Examen Periódico Universal ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, los enviados del gobierno mexicano escucharon en Ginebra expresiones críticas de delegados de decenas de países por la persistente violación de los derechos humanos de los inmigrantes.
La estatal pero independiente Comisión Nacional de los Derechos Humanos considera "trágica" la situación que soportan los centroamericanos en este país.
La Comisión ha denunciado que mientras los únicos facultados para detener a extranjeros sin documentos migratorios en regla son los agentes de la INM, en los hechos intervienen la policía, el ejército y hasta guardias privados, que usualmente los extorsionan.
Los abusos provienen también de grupos delictivos ligados a los "polleros", que cobran y guían a los emigrantes desde sus países de origen hacia Estados Unidos.
Celaya relató que pocos días después de perder contacto con Rafael, de 23 años, otro de sus hijos que reside en Estados Unidos recibió varias llamadas telefónicas de supuestos polleros que exigían el pago de 3.500 dólares para dejar libre al joven.
El hermano "pudo reunir 1.800 dólares, pero al final yo le pedí que no diera nada hasta que pusieran a Rafael al teléfono, lo que nunca sucedió. Eso fue lo último que supimos de Rafael", señaló.
Pero Celaya no desmayó. Poco después viajó a México, como antes lo había hecho su hijo: sin documentos y con poco dinero. No tuvo éxito, se perdió en Chiapas y no obtuvo datos que la ayudaran. Al final decidió regresar y continuar desde su país con su búsqueda y su lucha pública.
Emigrar a Estados Unidos representa para muchos centroamericanos un escape a la pobreza que viven en sus países. Si tienen éxito, logran apoyar económicamente a sus familias con remesas.
Para alcanzar la meta, deben sortear controles fronterizos cada vez más estrictos, no solo en Estados Unidos, sino también en México. Por eso buscan las zonas menos vigiladas, que son las más peligrosas, y quedan así expuestos a la delincuencia y a los abusos, indican análisis y estudios de Mexicanos Sin Fronteras y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Las mujeres son las más vulnerables. "Imagínese a nuestras jovencitas viajando sin papeles con esos peligros, por eso las violan y las abusan", dijo De Acevedo, secretaria del Comité de Familiares Fallecidos y Desparecidos de El Salvador.
Según ella, en el pasado la gran mayoría de emigrantes eran hombres, pero eso ha cambiado con el tiempo, el aumento de las necesidades y los lazos familiares rotos. Ahora muchas jóvenes deciden irse a Estados Unidos aunque eso signifique correr peligros.
A veces se marchan dejando atrás conflictos familiares.
Celaya indicó que su única hija vive en Estados Unidos a donde llegó como "ilegal", pasando por México. "Ella se fue porque tenía en casa muchos problemas con su esposo, aunque la extraño, fue lo mejor", dijo.