Estructuras circulares de arcilla construidas y ocupadas entre el año 345 antes de Cristo y 150 de nuestra era conforman la Aldea de Tulor, cuyo proceso de destrucción intentan frenar autoridades e indígenas de Chile.
Descubiertas en 1957 por el sacerdote jesuita Gustavo Le Paige, las estructuras circulares interconectadas poseían distintos usos y funciones.
Se trata de "un pueblo muy antiguo totalmente tapado por la arena", describió Le Paige, según consta en los archivos del Consejo de Monumentos Nacionales.
La Aldea de Tulor está en la Reserva Nacional Los Flamencos, más de 1.600 kilómetros al norte de Santiago, en pleno desierto de Atacama, el más árido del planeta.
Construida sobre suelo arcilloso, había sido sepultada por el avance del desierto.
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Tulor tiene a lo largo de un kilómetro, comprendiendo unos 10 sitios con vestigios arquitectónicos y varios sectores con alfarería fragmentada. La llamada Tulor 1 es la más importante, con 5.600 metros cuadrados de construcciones de barro en 22 recintos circulares alrededor de los cuales se construyó un sistema de murallas.
Es el primer registro histórico de un asentamiento humano en la zona norte de Chile, y uno de los sitios arqueológicos más antiguos descubiertos en este país austral.
El hallazgo permitió a los investigadores concluir que la antigua gente de la zona dejó de ser nómada para establecerse en Atacama.
El desierto conserva bajo todavía su manto la mayor parte de las habitaciones milenarias. Sólo las cabeceras superiores de los muros, cinco por ciento de la aldea, están expuestas.
"El 95 por ciento restante sigue bajo tierra, cubierto por la arena y en un buen estado de conservación", dijo a IPS el director regional de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), Eduardo Rodríguez.
Parte de las construcciones fueron desenterradas, exponiéndolas a un constante proceso de erosión. Las partículas de arena arrastradas por el viento, que golpean las ruinas, y las visitas no reguladas, contribuyeron a su deterioro.
En 2005 la Aldea de Tulor fue declarada como uno de los 100 sitios arqueológicos más amenazados del mundo por el programa no gubernamental World Monuments Watch.
La Aldea de Tulor es un lugar protegido por el Estado, con la categoría de monumento arqueológico.
Pero también es un proyecto de desarrollo social y económico para una comunidad indígena. Desde 1998 es administrado por la comunidad atacameña de Coyo, mediante un contrato asociativo con la Conaf.
Estamos asociados con la comunidad, "ellos administran un sitio turístico, entregan información desde la propia perspectiva de la comunidad, desde la etnia, con estos valores", explicó Rodríguez.
Para restaurar y proteger el sitio, se puso en marcha un plan de conservación por un monto equivalente a 120.000 dólares, otorgados por el Fondo Nacional de Desarrollo Regional.
"El proyecto ya está en marcha, partió con una capacitación de la comunidad, que va a ser un personaje activo en esta restauración. Se va a enseñar a la gente cómo aplicar la técnica que endurece los muros y evita que se erosione con la arena", relató Rodríguez.
La restauración, ejecutada por la Universidad de Antofagasta, busca aplicar una capa impermeabilizante en los muros visibles para evitar la erosión, y cubrir definitivamente con arena los que estén en peligro de derrumbe.
"Se pretende dejar el cinco por ciento que ahora está descubierto, expuesto para la visitación y el estudio también de la gente que va al lugar", indicó Rodríguez, explicando que "esos muros se protegen con este proyecto".
No están contempladas excavaciones de las estructuras cubiertas por el desierto, para asegurar su preservación.
Unas 10.000 personas visitan anualmente el milenario complejo. Tres guardaparques permanentes vigilan el sitio, permitiendo el paso sólo por senderos ya establecidos. El costo de acceso a la Aldea de Tulor es de entre 2,5 y tres dólares.