La recesión económica mundial amenaza el avance del comercio justo latinoamericano. Dirigentes las redes que sustentan ese intercambio alternativo realizan contactos de emergencia para evaluar la coyuntura y definir estrategias.
La mayoría de los representantes de organizaciones de comercio justo entrevistados para este reportaje estiman que el impacto será inevitable, pero también hay quienes ven la crisis con optimismo, como redes y plataformas de Argentina y Brasil que esperan inclusive mejoras.
Rubén Ravera, portavoz de la Red Argentina de Comercio Justo, es de los que observan un panorama difícil. Es muy probable que por la estrechez económica, «la convicción del consumidor de comercio justo se doblegue», dijo.
Eduardo Rojo, director de la asociación civil Comercio Justo en México, apunta que «hay desesperación y emergencia en todos los componentes» de las redes que se dedican a esta actividad.
Rojo advirtió que si bien «el impacto en los precios de los productos aún no se siente, las negociaciones para colocarlos son cada vez más difíciles».
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El comercio justo remite a canales de mercado alternativos creados a partir de los años 80 entre consumidores, la mayoría de países del Norte industrial, y pequeños productores agrícolas y artesanos de naciones del Sur en desarrollo, eliminando el control de las corporaciones y estableciendo nuevas reglas productivas y laborales.
Se calcula que hay 1,4 millones de productores dedicados a esta actividad.
Los compradores pagan precios mayores, que remuneran una actividad certificada por diferentes mecanismos, que respeta el ambiente, ofrece mejores salarios, apunta a una organización social más justa y produce bienes de calidad, la mayoría orgánicos.
Las ventas globales de comercio justo bordearon en 2007 los 2.900 millones de dólares, el doble que en 2005, según estadísticas de Fair Trade Labelling Organizations International (FLO), con sede en Alemania.
Aunque todavía no hay datos consolidados de 2008, Gabriela Frers, directora para América Latina de la Organización Mundial de Comercio Justo, indicó que algunas redes que venden en Europa, Estados Unidos y Canadá ya reportaron una disminución de cinco por ciento en ese año.
«La crisis financiera iniciada en Estados Unidos está generando recesión también en otros países del Norte, los principales consumidores del comercio justo, por lo que con seguridad repercutirá en las ventas», dijo Frers desde sus oficinas en Paraguay.
Azúcar, cacao, café, banano, flores, frutas, miel y té son algunos de los principales productos que se mueven en el comercio justo.
Según Frers, 64 por ciento de las ventas latinoamericanas se dirigen al exterior, principalmente a Estados Unidos, Canadá, España, Francia, Italia y Gran Bretaña.
A raíz de la crisis, se han abierto diálogos entre organizaciones que actúan en los mercados alternativos con miras a definir estrategias, dijo el mexicano Rojo.
No hay una estimación precisa de cuántos productores de América Latina participan del comercio justo, pero sólo en México, uno de los países con mayor dinamismo en esta materia, se calcula que abarcan 50.000 familias campesinas. Entre 80 y 90 por ciento de las ventas mexicanas, especialmente el café orgánico, van a mercados del Norte rico.
Pero no en todos los casos hay una gran dependencia de las exportaciones. En Brasil y Argentina, por ejemplo, las ventas internas son las que han sustentado estas redes.
En Brasil, la «economía solidaria, cercana al comercio justo, representa 3.000 millones de reales (unos 1.304 millones de dólares), cerca de 1,5 por ciento del producto interno bruto, y cuenta con 22.000 emprendimientos», dijo Rosemary Gomes, presidenta de Faces do Brasil, una red de grupos que trabajan en este sector.
«La economía solidaria y su red comercial en el mercado interno aún no sufren por la crisis, pero sí las exportaciones», indicó.
Como estrategia, ya se venía promoviendo el comercio justo Sur-Sur, especialmente de alimentos, cumpliendo principios de soberanía alimentaria, por ejemplo entre países latinoamericanos, dijo Gomes.
La FLO estimula la diversificación del intercambio en América del Sur y con México, además de instancias internas nacionales para competir con los supermercados, una estrategia que la crisis debe acentuar.
Incluso los productores que exportan se sienten más protegidos en el comercio justo, por las «ventajas de precios y el pago prefijado desde antes de la producción». Además se benefician de políticas públicas, como el apoyo a la agricultura familiar y por eso la crisis no promueve el abandono del esquema, argumentó.
En crisis pasadas, de los productores de café orgánico «sólo sobrevivieron los del comercio justo, que mantuvo los precios», afirmó.
Con todo, los más afectados serán los «derechos sociales», por la precarización del trabajo y las condiciones de vida de los productores, opinó Gomes.
Edson Marinho, gerente de negocios de Ética Comercio Solidario, empresa brasileña integrada por varios grupos no gubernamentales y movimientos sociales, declaró que las ventas a Europa de frutas frescas, especialmente mango, sufrieron una contracción en 2008, aunque las atribuyó en parte a un exceso de oferta.
Quien no ve problemas es Marcelo Paranhos, director de la Asociación Mango de Brasil, a la que están adscritos 80 productores que cultivan en 500 hectáreas.
En 2008, su cosecha de mango alcanzó 3.500 toneladas; se exportó 40 por ciento, un tercio de esa cantidad en la modalidad de comercio justo.
«Este año tenemos buena proyección de resultados… Esperamos duplicar las exportaciones» de comercio justo, declaró Paranhos.
Según él, la recesión es una oportunidad para agregar valor, buscar nuevos mercados internos y externos, vender productos empaquetados y bajar costos. Todo eso «sólo es posible por estar en el comercio justo», agregó.
Un enfoque similar tiene María Minuet, presidenta de la Asociación Mujeres Microempresarias de Argentina, que se concentra en la producción de fibras naturales y cremas cosméticas elaboradas a base de plantas autóctonas.
«No vemos riesgo. Tenemos productos competitivos, contactos fuera del país, y no nos proponemos colocar una producción a gran escala», expresó.
Sebastián Homts, de la organización Arte y Esperanza de Argentina, describió el comercio justo en su país como nuevo y poco conocido. Este grupo no exporta, pero tiene tres tiendas en Buenos Aires, donde se venden productos elaborados por unas 500 familias indígenas de ocho etnias.
Homts dijo que con una campaña que logre difundir los beneficios del comercio justo el sector se mantendrá relativamente sano en medio del temporal.
Pero las voces optimistas no apagan las advertencias.
«Las consecuencias de la crisis mundial tienen los mismos efectos negativos en nuestras redes. La disminución en las exportaciones de América Latina ya es un hecho, e incluye a los productos de comercio justo», destacó Frers, cuyo grupo vendió productos por unos 44 millones de dólares en 2007.
Para enfrentar los nubarrones, Frers y Rojo buscan alentar los mercados locales y estrechar relaciones entre las organizaciones dedicadas a esta actividad.
* Con aportes de Mario Osava (Río de Janeiro) y Marcela Valente (Buenos Aires). Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Publicado originalmente el 14 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.