Hajah Kamara fue víctima de violencia antes de llegar a la adolescencia. Tras el asesinato de su padre y de su madre embarazada a manos de un grupo rebelde en esta localidad liberiana, ella fue obligada a convertirse en «esposa» y en combatiente de la milicia.
"Me violaron y me tatuaron", relató Kamara, de 22 años, señalando las marcas negras en su brazo. "No me gustaba pelear, pero cuando pensaba en mi padre y en mi madre muertos, me invadía el deseo de venganza".
Durante la brutal guerra civil que se extendió en este país de 1991 a 2002, Kamara combatió con distintas facciones rivales. Al principio estuvo con insurgentes de Sierra Leona que luchaban en la frontera contra Charles Taylor, presidente de ese país entre 1997 y 2003.
Tras lograr escapar, cayó en manos de la violenta Unidad Antiterrorista, del hijo de Taylor, conocido como Chuckie y sentenciado por crímenes de guerra por un tribunal de Miami en octubre de 2008.
Por último, Kamara fue a parar a la opositora milicia Liberianos Unidos por la Reconciliación y la Democracia (LURD), respaldada por Guinea, en la lucha final por Monrovia en 2003.
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"La vi aquí después de la guerra", señaló Eric Kolubah, de la Iniciativa Nacional de ex Combatientes para la Paz (NEPI, por sus siglas en inglés) en Voinjama, que trabaja para reintegrar a los rebeldes a sus comunidades.
"Ella comandaba un grupo. Tiene un físico muy, muy grande", relató Kolubah, encargado de supervisar el terreno.
Voinjama es un centro agrícola del condado rural de Lofa, al norte de Monrovia a un día de automóvil por una ruta escabrosa en medio de la selva y que bordea la frontera con Guinea, rica en minerales, así como el este de Sierra Leona.
Durante varias décadas, insurgentes respaldados por actores liberianos y los estados vecinos devastaron esta localidad.
Ahora Voinjama carece de proyectos de desarrollo de largo plazo, el desempleo aumenta y también las tensiones entre las dos etnias dominantes: loma y mandingo.
Además hay algunos cultivos de vegetales y poco arroz. La población local cruza con facilidad a Guinea en busca de precios más bajos.
Esta localidad tiene la tercera mayor cantidad de ex combatientes de Liberia. Muchos de los residentes y de los combatientes perdieron familiares y amigos y tienen trastornos psicológicos.
Kamara tiene dos hijos, que llevan el nombre de sus padres, y está embarazada de un tercero. La familia se las arregla con lo que ella gana por cocinar, 30 dólares al mes, una magra suma para el promedio liberiano.
"No tengo problemas con la comunidad", aseguró. "Le pedí perdón a mis parientes, quiero olvidar el pasado".
Esos factores, agravados por la inestabilidad política regional, aumentan la vulnerabilidad del condado de Lofa y la posibilidad de que se recluten ex combatientes pobres.
El mes pasado hubo un golpe de Estado en Guinea.
"Las razones esgrimidas por ex combatientes para retomar la lucha armada son la pobreza y la pésima situación económica, seguidas por la falta de trabajo, de beneficios y de formación", según un estudio del Instituto de Paz de Estados Unidos sobre ex milicianos en Voinjama, publicado en septiembre de 2008.
"Sesenta y ocho por ciento de los consultados en Lofa no piensan retomar las armas ni se imaginan una circunstancia en la que podrían llegar a hacerlo en un futuro. Pero casi uno de cada tres dijo concebir algo que pudiera llevarlos a combatir de vuelta".
Al fin de la guerra civil de Liberia, en 2003, un estudio estimó que había unos 40.000 milicianos. Pero más de 101.000 combatientes, incluidas mujeres, niñas y niños, se registraron en el proceso de Desarme, Desmovilización, Rehabilitación y Reintegración (DDRR) en los primeros meses, motivados por el dinero ofrecido a cambio de armas y municiones, así como capacitación, herramientas y promesas de empleo.
Desde entonces, hay denuncias sobre el programa de DDRR por la sobresaturación en el mercado de sastres, carpinteros y mecánicos, además de ex combatientes que venden sus herramientas para comprar alimentos.
El responsable italiano de la unidad de reintegración, rehabilitación y recuperación de la Misión de las Naciones Unidas en Liberia (Unmil), Andrea Tamagnini, está convencido de que la creación de emergencia de puestos de trabajo, junto con un plan de desarrollo nacional a largo plazo, es clave para resolver el problema.
En 2006, el gobierno y la Unmil lanzaron un programa de creación de empleo de emergencia alistando a las comunidades para trabajar en la reparación de carreteras a cambio de un salario y de alimento.
El énfasis en el condado de Lofa está puesto en la expansión de la industria agrícola.
"La prueba de la importancia del proyecto carretero fue una encuesta interna que hicimos acerca del reclutamiento ilegal tras la crisis de Guinea en 2007", señaló Tamagnini.
"La información recibida de Lofa fue que los comandantes que ingresaron desde Guinea, a veces liberianos, en busca de posibles combatientes, no pudieron encontrar a nadie porque la gente estaba trabajando en la carretera", relató.
"Esa es una prueba de que si hay trabajo, la gente no toma las armas", subrayó.
Amara Kamara es un ex general carismático de 37 años de la Brigada Caimán, del Movimiento Unido de Liberación de Liberia para la Democracia (Ulimo), entrenado en Cuba para combatir a las fuerzas de Taylor en los años 90. Ahora es un líder de hecho y asesor de ex combatientes en Voinjama.
"No pelearía de nuevo, pero otra gente sí, en especial los que no están ocupados las 24 horas del día con alguna actividad", señaló Kamara.
"Por eso le pedimos al gobierno de Liberia que facilite trabajo, para que nos podamos olvidar del pasado. Si no estoy ocupado y soy combatiente, lo que hice una vez, puedo volver a hacerlo", añadió.