CHINA-EEUU: La disímil riqueza de las naciones

China y Estados Unidos celebran, sin grandes pirotecnias, los 30 años de recomposición del vínculo diplomático bilateral.

La secretaria de Estado (canciller) estadounidense Condoleezza Rice canceló la visita que había programado a Beijing para el aniversario, pues debe atender la crisis que empeora entre Israel y Palestina.

El segundo de Rice, John Negroponte, la reemplazará cuando llegue esta semana a la capital china.

De todos modos, dada la ominosa crisis económica mundial actual, la peor desde el restablecimiento del vínculo en 1979, éste es tiempo de evaluaciones, cálculos y rendición de cuentas.

"En estos 30 años, el buque de las relaciones ha avanzado, llueva o truene, con el esfuerzo conjunto de varias generaciones de líderes chinos, siete presidentes estadounidenses y los pueblos de ambos países", dijo Dai Bingguo, miembro del Consejo de Estado de China.
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La recomposición del vínculo "trajo tremendos beneficios a nuestros dos pueblos y contribuyó muchísimo con la paz mundial y con el desarrollo", sostuvo Dai en un discurso, según informó la agencia de noticias oficial Xinhua esta semana.

El 1 de enero de 1979, Estados Unidos formalizó el reconocimiento de China y el retiro de su aval a Taiwán, considerada por Beijing una provincia renegada.

El enroque fue la culminación de un proceso iniciado con la visita en 1972 del entonces presidente estadounidense Richard Nixon al líder histórico de la Revolución China, Mao Zedong, en Beijing.

La normalización del vínculo coincidió con la decisión china de embarcarse en reformas de libre mercado. El gobernante Partido Comunista había abandonado días antes, en diciembre de 1978, la visión maoísta de la agricultura comunitaria, al admitir la producción rural privada de pequeña escala.

Ninguna otra relación diplomática fue más significativa en el renacimiento de China como potencia económica. Hoy, los dos países están interrelacionados económica y políticamente de un modo inimaginable en 1979.

Sin embargo, este vínculo tan estrecho es también la causa de los mayores dolores de cabeza de Washington y Beijing en estos tiempos de crisis económica.

En la primera etapa de apertura y reformas de mercado, China dependía del dinero, la tecnología y los conocimientos de administración empresarial de Estados Unidos. Pero a medida que el país se industrializaba, el capital nacional fue desplazando a los fondos extranjeros como principal fuente de inversión.

Para colmo, con las abultadas reservas en divisas extranjeras que acumuló por la exportación de manufacturas baratas, China es hoy el principal acreedor de Estados Unidos.

Expertos calculan que en los últimos 10 años Beijing invirtió alrededor de un billón de dólares en papeles denominados en la divisa estadounidense. Si por cualquier razón decidiera vender parte de esas inversiones, el dólar se precipitaría.

La dependencia de Washington respecto de Beijing para cubrir su déficit fiscal constituye un peligro, según algunos expertos estadounidenses, quienes temen que China esgrima esos bienes como arma de presión política.

"Washington podría necesitar más que Beijing apelar a su contraparte para mejorar sus reservas en divisas extranjeras. Tal asimetría le da a China la capacidad de influir en la política nacional", escribió en la revista China Security Brad Setser, del Consejo de Relaciones Exteriores, un centro académico estadounidense.

Funcionarios y expertos chinos ya manifiestan su temor por el derrotero de las políticas económicas y financieras estadounidenses, dada la alta exposición de su país a la debilidad del dólar.

Zha Xiaogang, investigador del Instituto de Estudios Internacionales de Shangai, escribió también en China Security que a su país se le agota la paciencia ante la falta de "una política financiera y monetaria disciplinada" de parte de Estados Unidos.

"Washington no debería seguir esperando que Beijing continúe acumulando bonos del tesoro a pesar de las grandes fluctuaciones del dólar", dijo Zha. "Como principal acreedor de Estados Unidos, China espera que ese país agote todos los medios a su alcance para proteger la seguridad de sus inversiones."

En caso contrario, advirtió, "el público chino elevará la voz y ejercerá grandes presiones para que Beijing desista de esa política".

Pero las autoridades chinas también están al tanto de la estrecha interrelación entre ambas economías. Estados Unidos necesita tanto el capital chino como China necesita el mercado estadounidense, que recibe un tercio de sus exportaciones y donde la crisis causó una gran caída del consumo.

Con el colapso del comercio, los cierres de fábricas y los despidos han recrudecido en los grandes centros industriales chinos.

Ya se han registrado conflictos laborales en reclamo de empleos y del pago de salarios adeudados. El gobierno teme que la crisis económica desate una ola de malestar social y más protestas.

Luego de ceder a la presión estadounidense y apreciar el yuan, la moneda nacional, en 2005, las autoridades chinas soportan intensas presiones para devaluar. Las quiebras de empresas se aglomeran y el desempleo crece.

"Desde 2005 el yuan se apreció casi 30 por ciento respecto del dólar", dijo Zeng Xiangquan, experto en asuntos laborales de la Universidad de Renmin. "Aun en caso de que no se agrave la crisis económica mundial, deberíamos lidiar con el impacto negativo de esa alta cotización en nuestro mercado de trabajo."

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