Una apuesta arriesgada aceptó el gobierno de Brasil, en particular su Ministerio de Medio Ambiente, al fijar metas voluntarias para reducir la deforestación amazónica, permitiéndole recuperar peso en las negociaciones mundiales sobre el cambio climático.
En el año de referencia en curso (de agosto de 2008 a julio de 2009), Brasil deberá reducir 22,5 por ciento la deforestación registrada el periodo anterior, que alcanzó 11.968 kilómetros cuadrados, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
El área deforestada ya se redujo mucho desde el récord de 29.059 kilómetros cuadrados de 1995-1996, pero el reciente conocimiento de los trágicos efectos del cambio climático intensificó las presiones contra la deforestación.
Ésta es fuente de 75 por ciento de los gases de efecto invernadero en Brasil, según el inventario de 1994.
Cumplir la meta de este año es vital para fortalecer al país en la negociación del nuevo programa mundial de reducción de las emisiones de carbono a partir de 2013, que será definido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático a realizarse en diciembre en Copenhague.
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Será difícil, pero posible impedir que la deforestación supere los 9.200 kilómetros cuadrados este año, dijo Nazaré Soares, coordinadora del programa de Protección de los Bosques Tropicales en el Ministerio de Medio Ambiente.
Su confianza se basa en los buenos resultados de las medidas adoptadas el año pasado, como un control más rígido en los 36 municipios más deforestados y restricciones al crédito para haciendas y empresas con irregularidades agrarias y ambientales.
El plan climático brasileño establece metas cuatrienales y el promedio del que termina este año debe ser 40 por ciento inferior al promedio de 1996 a 2005, que fue de 19.533 kilómetros cuadrados de bosques perdidos en la Amazonia. Después el objetivo será 30 por ciento en cada cuatrienio respecto del periodo anterior.
Para 2017, Brasil habrá dejado de emitir 4.800 millones de toneladas de dióxido de carbono, más que el total que deberían reducir los países industrializados entre 2008 y 2012 según el Protocolo de Kyoto (1997), cuyas metas muchos no cumplirán, suele destacar el ministro de Medio Ambiente, Carlos Minc.
Las políticas que ya resultaron el año pasado y la crisis económica mundial, que merma las exportaciones agrícolas y mineras brasileñas, favorecen la caída de la deforestación, dijo a Tierramérica Carlos Souza Junior, secretario ejecutivo del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon).
Pero serán necesarios fuertes controles entre mayo y julio, cuando el estiaje favorece las actividades de tala, y también combatir la apropiación ilegal de tierras fiscales, que las políticas adoptadas aún no enfrentan con eficiencia, acotó.
Además, "la dinámica de la deforestación cambió" en la Amazonia, pasando de miles de hectáreas a "polígonos menores" y exigiendo una nueva estrategia, dijo Soares a Tierramérica.
Eso significa que los grandes hacendados dispersan sus destrucciones de bosques y financian la actividad de los pequeños, que carecen de "capacidad logística" para deforestar, explicó.
Los nuevos retos llevaron al Ministerio del Medio Ambiente a revisar sus planes en la Amazonia, en articulación con otras carteras, identificando "siete grandes centros neurálgicos" que concentrarán las acciones contra la deforestación, señaló.
Los blancos de la nueva estrategia son las actividades económicas ilegales, el escaso control de las tierras públicas, expansión de pastizales para ganadería y la impunidad y fragilidad del Sistema Nacional de Medio Ambiente.
Además se busca mejorar la gestión ambiental, combinando la del gobierno nacional de Luiz Inácio Lula da Silva con planes de los nueve estados amazónicos, darle eficiencia a la producción sustentable y promover actividades económicas que mantengan "los bosques en pie", sostuvo Soares.
El Fondo Amazonia Sustentable, al que Noruega ya aportó 1.000 millones de dólares, a entregarse gradualmente hasta 2015, permitirá ampliar la remuneración de servicios ambientales.
El manejo forestal como prioridad inmediata y a más largo plazo el uso de la biodiversidad, que exige mucha inversión en ciencia y tecnología, serán otros caminos, acotó la funcionaria.
Una preocupación adicional, relacionada con las metas amazónicas, es que el año pasado el INPE detectó un aumento de 66 por ciento del área "degradada", con pérdida vegetal. Fueron 24.932 kilómetros cuadrados, contra 14.915 kilómetros en 2007.
Es un dato conocido el mes pasado, que el plan revisado deberá incorporar para que no se convierta en deforestación de hecho, comentó Soares.
Eso cambia la idea de que la Amazonia solamente "tiene bosque y áreas deforestadas, sin gradación", y no significa un brusco aumento de la deforestación, matizó Souza Junior.
Algunas investigaciones comprobaron que el avance es lento. El mismo INPE determinó que apenas 13 por ciento del área degradada en 2007 pasó a deforestada en 2008.
Pero reducir la deforestación amazónica es insuficiente como meta de reducción de las emisiones nacionales de carbono, criticó Roberto Smeraldi, director de Amigos de la Tierra/Amazonia Brasileña.
Tres hectáreas deforestadas en el Cerrado (la sabana que ocupa gran parte del centro de Brasil) equivalen a dos hectáreas amazónicas en términos de emisión de gases invernadero, destacó el ambientalista a Tierramérica.
Como la deforestación del Cerrado supera históricamente a la de la Amazonia, su aumento puede neutralizar buena parte del esfuerzo amazónico a favor del clima, advirtió.
Un plan serio de cambio climático exige metas realmente nacionales, que comprendan todos los ecosistemas y también al sector energético, cuyo plan oficial para el próximo decenio prevé construir decenas de centrales termoeléctricas con uso de combustibles fósiles, a contramano de la reducción de gases invernadero, concluyó.
* Este artículo fue publicado originalmente el 24 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.