Margarita Mbyvângi, la primera indígena con rango ministerial de Paraguay, lidia con acusaciones de inoperancia desde sus propias filas. Pero pide tiempo para cumplir su meta: que nadie vuelva a sufrir la esclavitud y el desarraigo que la golpearon durante casi 20 años.
Mbyvângi, de la etnia aché y de unos 47 años, asumió en agosto como presidenta del Instituto Paraguayo del Indígena, encargado por el gobierno del presidente Fernando Lugo de luchar contra la pobreza y exclusión de poco más de 100.000 aborígenes de ese país.
Su sueño es que su "pueblo de hermanos" obtenga la propiedad de sus territorios, reciba orientación sobre sus derechos y conozca leyes internacionales cuya existencia ignoraba.
En entrevista teléfonica con Tierramérica desde Asunción, Mbyvângi aseguró contar con total respaldo del presidente y confió en que podrá superar las protestas de grupos indígenas.
Desde mediados de noviembre, algunos nativos se movilizaron en Asunción para pedir su dimisión, pues consideran que Mbyvângi no ha dado respuestas a sus reclamos.
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"Quiero que seamos libres verdaderamente", declaró la funcionaria, que intenta terminar sus estudios. A los cinco años fue sacada de su tierra y vendida como trabajadora doméstica. A los 20 decidió regresar a la selva y a su pueblo. Años después se convirtió en cacique de su pueblo, y en las últimas elecciones se postuló como senadora.
TIERRAMÉRICA: Cada vez hay más grupos indígenas que la acusan de ineficiente. ¿Qué responde a sus opositores?
MARGARITA MBYVÂNGI: Soy la primera ministra indígena de Paraguay y la primera mujer que está en ese cargo. Seguiré mientras tenga el respaldo del presidente Fernando (Lugo). Yo nunca estuve en política partidaria, en la política del juego sucio, y ahora les pido paciencia a los que protestan para llegar a cumplir los objetivos que tenemos.
TIERRAMÉRICA: ¿Cuáles son esos objetivos? ¿En qué situación se imagina que quedarán los indígenas paraguayos cuando usted termine su gestión?
MM: Busco llegar a mi pueblo, que podamos obtener toda la documentación de tierras que mi pueblo no tiene y orientar y capacitar en temas de políticas indígenas, tener conocimiento de leyes internacionales que nosotros no conocíamos.
Yo quiero luchar hasta el final por nuestros derechos. En otros gobiernos nunca tuvimos participación, derecho a entrar a una universidad, derecho a la salud ni derecho a organizarnos.
También lucharé por el ambiente, que es el principal problema de los pueblos nativos. Cuando el ambiente se acaba, nosotros somos los más perjudicados. Yo quiero ayudar a mi pueblo a organizarse, a defender sus derechos, a conocer convenios internacionales para no ser manipulados por organizaciones no gubernamentales. Que seamos libres verdaderamente.
TIERRAMÉRICA: ¿Siente que es parte de esa corriente de protagonismo indígena que representan el presidente de Bolivia, Evo Morales, los nativos colombianos con sus recientes movilizaciones y la fuerza política de los aborígenes ecuatorianos?
MM: Yo me siento parte de esa lucha latinoamericana que estamos ganando, porque es el momento de reivindicar que nosotros también somos capaces de gobernar y de demostrar nuestra inteligencia.
Los indígenas de América Latina somos honestos y siempre vamos a llevar esa bandera. Ahora que estamos en las instituciones tenemos que demostrar que somos diferentes.
TIERRAMÉRICA: ¿Considera que el protagonismo indígena de los últimos años cambió en algo su situación de exclusión?
MM: No, yo creo que en esta época seguimos estando peor. Yo sé que nuestros antepasados no sentían hambre ni frío, no tenían enfermedades, no tenían necesidades de nada. Ahora nosotros dormimos en la calle, no tenemos hogares ni tierra, somos despojados de nuestra naturaleza.
Están contaminando agua y aire, y mis hermanos están muriendo por eso. Si no luchamos ahora por nuestra vida, por el agua y el ambiente, todo va a ir peor.
TIERRAMÉRICA: Usted vivió una situación de exclusión. ¿Cuál fue su experiencia?
MM: En el año 60 y 70 mi pueblo aché fue perseguido. Mataron a muchos, porque nosotros vivíamos en aislamiento. Los niños crecían en el monte, olvidados. Los agarraban y vendían a otras personas. Entre esas niñas vendidas estoy yo. Tenía unos cinco años cuando me vendieron.
Estuve hasta los 20 años sin comunicación con mi familia, sin saber nada de mi pueblo aché, pero a partir de los 20 años decidí buscarlo y volví a mi comunidad. Ahora soy líder de una de mis comunidades y así empecé la lucha de mi pueblo. Mi vida fue difícil, fui como una esclava.
TIERRAMÉRICA: ¿Qué importancia le asigna a la aprobación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, y a la vigencia, desde hace casi dos décadas, del convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo?
MM: Nosotros de esos convenios no conocemos mucho. Nunca hemos podido dar opiniones de eso. Con esos convenios vemos que el gobierno nunca actuó. Por ejemplo, aquí nunca tuvimos derechos a la tierra. Ni sabemos quién hizo esos convenios, no hubo opiniones de nosotros. Yo no he visto los convenios antes. Pero ahora los evaluamos y veremos.
* Este artículo fue publicado originalmente el 13 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.