BOLIVIA: Donde el hambre grita

Cincuenta de cada 100 niños y niñas menores de cinco años de Betanzos, Bolivia, sufren los estragos del hambre crónica, que la medicina llama desnutrición.

Betanzos, en el sudoeste boliviano, es un municipio rural de población quechua. Situado a 3.500 metros sobre el nivel del mar, en el norte del departamento de Potosí, tiene la peor desnutrición infantil de este país.

Para la Encuesta Nacional de Nutrición, realizada en 2007 por el Ministerio de Salud, los municipios con alta vulnerabilidad alimentaria son aquellos con 38 niños desnutridos por cada 100. En Betanzos son 50 cada 100.

Las condiciones de vida de las familias quechuas repercuten en la alimentación y en la salud de la niñez, explica a IPS el médico Braulio Escalante, responsable sanitario del municipio.

"La mayoría de las familias se dedican a la agricultura, pero solo para la supervivencia y un poco para el trueque (por otros productos) o para venderlos y abastecerse de otros alimentos, como el azúcar o el arroz", dice.
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Casi 80 por ciento de la población de Potosí vive en la pobreza, agudizada por problemas ambientales como las sequías. De las 10 provincias más pobres del departamento, nueve son quechuas, indican cifras del censo de población de 2001.

Los quechuas son el pueblo aborigen más numeroso de este país: 1.557.689 personas se identificaron como tales en el censo de población de 2001, en un total de 9,2 millones de habitantes.

A la extrema pobreza se suma otro problema, la cultura alimentaria local no se basa en productos con alto valor proteínico que se siembran y se cosechan aquí, como las habas, el maíz, la papa y el trigo, ni en frutas como el durazno, agrega Escalante. Los campesinos prefieren cambiarlos o venderlos para consumir alimentos elaborados de harinas, como los fideos.

"Para ellos el arroz y el fideo son fáciles de cocinar, muchas veces prefieren cocinar sólo mote (maíz cocido) y papa con un poco de picante, por falta de conocimientos en la preparación de alimentos nutritivos", indica Escalante.

DESNUTRICIÓN CERO

La Convención sobre los Derechos del Niño, en vigor desde 1990, señala en su artículo 6 que todo niño o niña "tiene el derecho intrínseco a la vida" y que los Estados deben garantizar, "en la máxima medida posible, la supervivencia y el desarrollo" de la niñez.

En julio de 2007, el gobierno de Evo Morales puso en marcha el Programa Nacional de Desnutrición Cero con el objetivo principal de mejorar la alimentación de mujeres embarazadas y lactantes y de menores de cinco años.

En ese marco, en noviembre del año pasado, Betanzos conformó la Comisión Municipal de Nutrición (Coman), primera en el país, e integrada por los Comités de Vigilancia de los 10 cantones de este distrito, unos cuerpos en los que participan maestras y maestros, presidentes de zonas, la subprefectura, el Servicio Departamental de Salud y los comités cívicos, entre otros sectores sociales y gubernamentales.

La Conam debe combatir la desnutrición infantil. Para ello creó la Unidad Nutricional Integral, que cuenta con una nutricionista y una enfermera dedicadas a controlar el estado alimentario y sanitario de niñas y niños, además de suministrar alimentos complementarios a menores de dos años.

El artículo 24 de la Convención establece que los Estados deben adoptar medidas apropiadas para combatir la malnutrición en el marco de la atención primaria de la salud, aplicando la tecnología disponible y el suministro de alimentos nutritivos adecuados y de agua potable.

MADRES VIGILANTES

En este panorama, mujeres de las comunidades de Betanzos, como la de Buey Tambo, de unos 600 habitantes, se organizaron y se capacitaron para ejercer como "madres vigilantes" de la alimentación infantil en sus lugares y para capacitar a otras.

"Tenemos la tarea de pesar a los niños recién nacidos hasta los cinco años, para saber si están desnutridos o no, están aumentando su peso o no, les medimos la talla. Como madres vigilantes capacitamos a otras mujeres sobre cómo alimentar a las 'wawas' (niños y niñas) para que la desnutrición desaparezca", dice a IPS Eva Juchani, de la comunidad de Buey Tambo.

Unas 1.500 madres vigilantes en todo Betanzos se dedican también a informar y educar sobre mejores hábitos alimentarios y culinarios.

"Cuesta organizarse, empezamos con reuniones, ferias y festivales. Les enseñamos que como mamás tenemos que estar bien limpias, asearnos, darles a los niños su comidita bien preparadita y nutritiva", explica Reyna Caba, responsable popular de salud y madre vigilante de Buey Tambo.

La formación corrió a cargo de Plan Internacional, una organización no gubernamental humanitaria con sede en Gran Bretaña que colabora en la implementación de la Atención Integral a las Enfermedades Prevalentes (Aiepi Comunitaria), dirigida a la población de hasta cinco años de edad.

La Aiepi no es un invento boliviano. Fue formulada en 1996 por la Organización Mundial de la Salud y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

"Las madres vigilantes son capacitadas en lo que es crecimiento, desarrollo y alimentación infantil y, su vez, replican la capacitación a las demás madres de sus comunidades, en monitoreo de crecimiento y desarrollo de los niños y niñas", explica Aurora Gutiérrez, coordinadora técnica de salud de Plan Internacional, que tiene su sede local en Sucre.

A muchas de las más de 100 comunidades indígenas de Betanzos no llega el transporte público, por las distancias largas y porque no hay caminos adecuados. La gente se traslada a pie o en bicicletas. La falta de agua limpia es frecuente.

"Hasta hace poco, nuestra comunidad no contaba con agua potable y un centro de salud. La organización de sus pobladores ha hecho posible que las condiciones de vida vayan mejorando. Muchas comunidades aún consumen el agua de lluvia o de los pozos", dice Marcelino Caba, secretario general de la Subcentral de Buey Tambo.

Esta comunidad se organizó y, con el apoyo de organizaciones como Plan Internacional, y en coordinación con el gobierno municipal, consiguió el agua.

ESFUERZOS LOABLES, PERO INSUFICIENTES

Otro camino para combatir la desnutrición infantil es el Programa Nacional de Atención a Niñas y Niños menores de seis años (PAN), ejecutado por las prefecturas (gobernaciones) desde 2005 y que contempla las áreas de salud, nutrición, protección y educación inicial.

Esta iniciativa debió concluir en 2007, pero el actual gobierno la prolongó hasta 2012, gracias a un convenio firmado con el Programa Mundial de Alimentos, que aporta cinco alimentos básicos: arroz, lenteja, aceite, harina y sal.

"Los centros infantiles del PAN brindan cuatro comidas al día a los niños y niñas que los frecuentan: desayuno, almuerzo y dos refrigerios, y trabajan desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde", explica Ximena Chacón Quispe, jefa de la Unidad del PAN en Potosí.

En este departamento hay 360 centros en 35 municipios, que atienden a 7.600 niños y niñas.

Pero, pese a los esfuerzos de la Prefectura de Potosí, que incluso multiplicó el presupuesto del PAN casi por siete, éste apenas sirve a 20 por ciento de los niños y niñas de los municipios más vulnerables, porque no llega a las comunidades dispersas con población infantil.

En Betanzos sólo está presente en 17 de las más de 100 comunidades.

Para llegar a esos sitios, el Programa Nacional de Desnutrición Cero pondrá en funcionamiento brigadas de salud familiar comunitaria que, con el apoyo de médicos enviados por el gobierno de Cuba, recorrerán poblaciones alejadas sin puestos sanitarios, según Maria Julia Cabrerizo, jefa de la Unidad de Nutrición del Ministerio de Salud.

Este programa necesita profesionales con vocación de servicio y compromiso con la niñez, dispuestos a trabajar en áreas rurales tan deprimidas como Betanzos.

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