«Un pacto entre gobiernos para crear una nueva arquitectura financiera mundial», pidió el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, al inaugurar este sábado la reunión del G-20. Reclamó, además, abrir a los países emergentes los organismos multilaterales controlados por el mundo industrializado.
Ante responsables de las economías de los países miembros del G-20 financiero (Grupo de los 20) congregados en Sao Paulo, Lula calificó de "irresponsabilidad" el "desorden" que imperó en las finanzas del mundo en los últimos años y que ahora amenaza a la "economía real" con una "recesión generalizada", la pérdida de millones de empleos y el aumento de la pobreza.
El G-7, grupo de los siete países más ricos del planeta y donde "nació la crisis", "ya no tiene condiciones de conducir los asuntos económicos del mundo", sentenció el mandatario anfitrión, para luego destacar la necesidad de "una nueva gobernanza, más abierta y participativa" en el sistema financiero internacional.
Todos pagan el alto precio de la "aventura" de los especuladores, que obtuvieron "utilidades excesivas, invirtiendo el dinero que no tenían en negocios estrafalarios", y de la "creencia ciega en la capacidad de autorregulación de los mercados", lamentó Lula. Muchos que condenaban interferencias del Estado en la economía ahora piden su ayuda, acotó en fuerte tono crítico.
El discurso de Lula fortaleció los reclamos por mayor participación decisoria en las instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), manifestados por los países emergentes que componen el G-20 junto con los integrantes del G-7 y la Unión Europea como bloque.
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El mismo FMI reconoció que los estados emergentes responden por 75 por ciento del crecimiento económico del mundo, destacó.
La actual crisis "reveló debilidad en la gestión de riesgo, regulación y supervisión en los sectores financieros de algunas economías avanzadas", señala el comunicado emitido en la primera reunión formal de los ministros de Finanzas del llamado bloque BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que antecedió el jueves al encuentro del G-20 de dos días que finalizará este domingo.
"Demandamos la reforma de las instituciones multilaterales para que ellas reflejen los cambios estructurales en la economía mundial y el papel cada día mas importante de los mercados emergentes", afirma el texto de ocho puntos.
El BRIC, que comienza a actuar como grupo, anunció un nuevo encuentro de sus ministros en vísperas de la reunión conjunta del FMI y del Banco Mundial a realizarse en abril en Washington.
Lula apuntó seis principios que deben orientar las reformas institucionales reclamadas. El primero, de representatividad y legitimidad, requiere mayor participación en las decisiones de los países emergentes y en desarrollo.
Una acción colectiva, ya que los "costos son compartidos"; "buena gobernanza en los mercados domésticos" con mejor regulación, supervisión y evaluación de riesgos, la responsabilidad de cada país para "no transferir riesgos y costos" a otros, así como transparencia y sentido de prevención constituyen los demás principios.
A corto plazo, les toca a los países industrializados y al FMI tomar "medidas para restaurar la liquidez en los mercados internacionales", indicó Lula, tras rechazar acciones unilaterales y "el proteccionismo financiero y comercial como artificio para superar la crisis".
La conclusión de la Ronda Doha de negociaciones en el marco de la Organización Mundial del Comercio "dejó de ser una oportunidad y pasó a ser una necesidad", afirmó, arguyendo que más intercambio es el mejor "antídoto" contra la crisis.
El G-20, hasta ahora limitado al foro de ministros financieros y autoridades monetarias, se convierte así en nuevo campo de disputas Norte-Sur, ante la necesidad evidente de crear nuevas instancias reguladoras y de acción concertada para afrontar las crisis y encarar reformar de las instituciones que perdieron credibilidad.
La reunión de São Paulo fue organizada para preparar propuestas a ser discutidas en la cumbre convocada para el 15 de noviembre en Washington por el saliente presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
En esa instancia participarán los mandatarios de los países de este G-20, a los que se debe sumar el presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
Brasil y otros países emergentes pretenden que se sustituya el G-7, que incorporó a Rusia pero no como miembro pleno, por el G-20, donde son mayoría, con 11 participantes.
Esos estados ajenos al G-7 son Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía.
Un bloque con esas características representaría un nuevo poder difícilmente aceptable por los países ricos, especialmente por Estados Unidos, ahora con posición incierta ante la asunción en enero del nuevo gobierno que encabezará Barack Obama, del hoy opositor Partido Demócrata.
La propuesta holandesa, de transformar el FMI en una nueva organización de "estabilización financiera" con amplios poderes de supervisión en todo el mundo, indica que el Norte tiene sus propuestas de cambios más moderados.
El ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mántega, dijo que se puede discutir una ampliación del G-7, con incorporación de países emergentes hacia un G-13 o G-14, pero adelantó que estos gobiernos quieren poder real en el FMI y que los ricos pierdan su "poder de veto".
Aun así, Mántega prefiere "pensar en otros organismos internacionales".