ECONOMÍA-BRASIL: Marcha atrás en la industria automotriz

Aunque la crisis económica internacional todavía no ha provocado un aumento del desempleo en Brasil, los trabajadores de la industria automovilística y otras vinculadas comienzan a trazar estrategias para enfrentar la fuerte recesión que afecta al sector.

El sur del estado de Río de Janeiro, el polo fabril que concentra las automotrices Peugeot-Citroën y Volkswagen —fabricante de camiones y ómnibus— y grandes metalúrgicas como la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), está en estado de alerta.

Según un informe divulgado el miércoles por el gubernamental Instituto de Geografía y Estadística, el desempleo entre enero y octubre se ubicó en torno a ocho por ciento, con una reducción de 1,6 puntos porcentuales respecto del mismo período de 2007.

Pero en fábricas como las de Peugeot-¬Citroën ya comienzan a hablar de suprimir el tercer turno de trabajo, que hasta no hace mucho tiempo era considerado uno de los signos que certificaban el boom de producción del sector.

"La patronal argumenta que hay más de 28.000 automóviles terminados y que no tiene sentido fabricar más si la gente no los compra", dijo a IPS el presidente del Sindicato de Metalúrgicos de la Región Sur Fluminense, Renato Soares.
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La CSN, agregó, llamó al sindicato a "conversar", argumentando que debido a la crisis está disminuyendo la demanda de autopartes y, por lo tanto, la de acero.

El cuadro se repite en el sureño São Paulo, que además de ser el principal mercado consumidor de país concentra 15 por ciento de la producción de automóviles. Allí ya se habla de "planes de retiro voluntario".

Empresas instaladas allí —General Motors, Honda, Volkswagen y Ford, además de Fiat, en el estado de Minas Gerais— han anticipado las vacaciones anuales de unos 25.000 trabajadores.

"Una cosa lleva a la otra", advirtió Soares. "Por miedo al desempleo los trabajadores del sector automotor y de autopartes dejan de gastar y se produce un efecto dominó en la economía del país", advirtió.

El dirigente sindical reclamó al gobierno que además de auxiliar financieramente a las empresas "tome medidas para asegurar el empleo, como garantizar una estabilidad provisoria".

El gobernador del estado de São Paulo, José Serra, dispuso el otorgamiento de créditos por unos 1.800 millones de dólares a unas 15 compañías que financian la compra de automóviles.

A su juicio, se trató de una acción imprescindible para "mantener el nivel de ocupación en un sector importante como el automotor, que da empleo en Brasil a cerca de 1,5 millones de personas".

Ese auxilio se sumó al brindado al sector industrial por el gobierno de Minas Gerais y por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva a las compañías financieras, que recibieron 1.800 millones de dólares a través del estatal Banco do Brasil.

"Aunque esta crisis es mundial y a partir de septiembre hubo una fuerte retracción del crédito en prácticamente todos los países, Brasil consiguió minimizar sus efectos", argumentó el ministro de Hacienda, Guido Mántega.

"Con estas medidas impedimos que la crisis se instale entre nosotros", agregó, recordando la promesa de Lula de "no permitir que la gente pobre deje de comprar su auto".

Los planes de salvataje fueron anunciados casi en forma simultánea con la difusión de un informe de la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos (Anfavea), que indicó que las ventas de automóviles nuevos cayeron en octubre más de 11 por ciento respecto del mismo mes de 2007, el peor retroceso de los últimos años.

Ese anuncio se sumó al efectuado el miércoles por la Federación Nacional de Distribución de Vehículos Automotores, dando cuenta de que la venta de vehículos de paseo y comerciales livianos se contrajo poco más de 20 por ciento durante la primera quincena de noviembre, en comparación con las primeros 15 días de octubre.

El presidente de Anfavea, Jackson Schneider, lo atribuyó a "una significativa restricción de liquidez en el mercado".

En Brasil, 70 por ciento de las ventas de automóviles se realizaba en plazos de hasta 72 cuotas mensuales, lo que impulsó especialmente el segmento de los modelos de menor precio, accesibles a los sectores populares.

Schneider considera que la ayuda oficial restablecerá la confianza y el acceso al crédito. Pero su temor está centrado en lo que denomina "el mercado más delicado para nosotros, el de la exportación".

En el país están radicadas las grandes empresas automovilísticas mundiales, que venden al exterior buena parte de su producción.

"El gran problema de Brasil es que la falta de crédito internacional acaba asfixiando a los bancos pequeños, los productores e inversores, que deben enfrentar un aumento en el costo del dinero. Y esto podría traer alguna consecuencia, principalmente en el mercado de exportación e importación", alertó el ministro de Trabajo, Carlos Lupi.

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