SUDÁN: Jefes tribales buscan su lugar

Una vez, un león intentó devorar al jefe de la etnia dinka, Makom Majong Makom. Fue durante el largo conflicto civil en Sudán, en el que también vio a una milicia destruir casi por completo una comunidad rural en el sur del país.

El jefe tribal mató al animal cuando éste se lanzó sobre él.

Makom está convencido de que ha sobrevivido gracias a poderes que heredó de su linaje. Su tatarabuelo fue uno de los decenas de miles de habitantes del sur que fueron vendidos como esclavos en el siglo XVII. Pero al final de su vida pudo regresar a su hogar desde Europa.

"El espíritu de poder es grande. Todavía creemos en él", dijo Makom, mostrando la profunda cicatriz que le dejó el león en su cuello.

Kakom desciende de una poderosa familia de expertos de la lanza, líderes espirituales tradicionales de la etnia dinka.

Es gracias a esos supuestos poderes especiales que su padre dice aún curar a los miembros enfermos de su comunidad. Y Makom cree que su poder es la base de su autoridad como presidente de un tribunal tradicional, aunque su trabajo es bien diferente al de sus predecesores.

"Antes el experto en lanzas trabajaba libremente porque era un hombre de Dios. Esto era antes de que las personas adoraran al gobierno como el nuevo sistema", dijo Makom, añorando cuando la sola autoridad del jefe bastaba para mantener en orden la comunidad.

En el siglo XIX, los británicos impusieron su control y luego los dinka elaboraron su propio código de leyes, que introducía multas y penas de prisión. Los jefes se convirtieron en jueces y partes clave del gobierno colonial.

Como otros jefes que asistieron a una reunión de líderes tradicionales en Warrap, un estado de la región semiautónoma de Sudar del Sur, a fines de septiembre, Makom llevó un sombrero. Era rojo brillante. Otros usaban típicos sombreros color kaki de safari, otros de estilo ruso hechos de pieles, otros de vaqueros estadounidenses y alguno la tradicional fez marroquí.

Los jefes se reunieron para pedirle al gobierno de Sudar del Sur, que ya tiene tres años, que aclarara su papel en el nuevo orden, así como si recibirán un salario, y discutir la formación de un consejo que fortalezca su posición, aún incierta en tiempos de paz.

Los jefes son respetados en Sudán del Sur. Los políticos dependen de ellos como nexos clave con las comunidades étnicas alejadas de las ciudades, y están interesados en estrechar los lazos con ellos de cara a las elecciones nacionales previstas para el año que viene.

"Históricamente, los jefes han estado en el gobierno, el tipo de gobierno en el que todos participan. Y hoy todavía representan el principal vínculo con la mayoritaria población rural, dijo el politólogo Alfred Lokuji.

Durante la larga guerra civil, los jefes mantuvieron unidas a las comunidades rurales y proporcionaron alimentos y hombres para el ejército del sur.

Pero su papel judicial fue desafiado por los tribunales militares creados por los rebeldes, y el respeto a su autoridad se debilitó cuando el sur se llenó de rifles Kalashnikovs.

Los jefes pensaban que serían restituidos cuando la guerra civil terminara.

"Nos dijeron que recibiríamos paga cuando llegara la paz. Esperamos que esto ocurra", dijo Joseph Brown Lomose, jefe de la etnia kakwa.

Los jefes son también los custodios de la cultura por la que los rebeldes del sur pelearon para proteger de los intentos de Jartum de imponer el Islam.

Un acuerdo de paz puso fin al conflicto civil con Jartum en 2005, dándole a la región de Sudán del Sur una parte de las ganancias petroleras y su propio gobierno semiautónomo, incluyendo un sistema judicial separado.

El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, dijo que ha sido este sistema judicial, y no su gobierno, el que le ha sacado poder a los jefes tribales.

"Los jueces están asumiendo los temas que se supone deberían ser tratados por los jefes, quienes saben lo que está pasando con su pueblo", señaló Kiir.

Este sistema judicial de pocos miembros y de capacidad limitada (muchos abogados fueron entrenados en Jartum y el Sur ahora rechaza la "shariá" o ley islámica) es muy criticado. "Los jefes deben ser capacitados para tratar casos que se refieren a sus propias comunidades", sostuvo Nicodemo Arou Man, de la Junta de Gobierno Local.

"Hay confusión y un sentimiento de que los jueces son demasiado blandos, además de que demoran mucho para resolver los casos", añadió.

Un jefe tribal dijo en la conferencia que al menos 53 acusados de homicidio esperaron meses para ser juzgados.

Las autoridades tradicionales discrepan con los fallos de estos jueces. Los magistrados, "por ejemplo, en lugar de intentar una reconciliación en una pareja casada, simplemente les conceden un divorcio", dijo Makom

Los jefes dependen del gobierno del Sur para ayudar a desarmar a la gran proporción de civiles que llevan armas. Los asaltos para robar ganado, que han ocurrido con frecuencia entre tribus y clanes, han causado la muerte de miles de personas desde el acuerdo de 2005, además de privar a muchas zonas del tan necesitado desarrollo y de arruinar las relaciones entre las comunidades.

Pero el desarme podría a la vez dejar a algunas comunidades totalmente vulnerables a los ataques de jefes molestos con el gobierno central.

Si bien muchos quieren que se aclare cuál es su posición en el nuevo gobierno, también desean cierto grado de autonomía. Los jefes solían quedarse con una parte de los impuestos, lo que les daba cierta libertad.

"Pero las ganancias son tan escasas ahora que no cubren los salarios de los jefes ni el desarrollo", dijo Man.

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