El aroma a pollo asado invade el aire de Molenbeek-Saint-Jean, en la capital belga. Las panaderías ofrecen baklava y otras delicias ricas en calorías. La señal es clara: aquí reside una nutrida comunidad de inmigrantes musulmanes.
Este barrio de edificaciones medievales, aunque más parecido a Casablanca que a cualquier capital europea, se encuentra a apenas a tres paradas de la estación central de trenes de Bruselas.
Podría ser un lugar propicio para los cazadores de gangas. Pero los belgas y visitantes europeos evitan Molenbeek, pues relacionan inmigración musulmana con delincuencia.
Por eso, llama la atención que el alcalde de esta comuna, el veterano socialista —y ateo confeso— Philippe Moureaux, la considere testimonio de una experiencia exitosa en materia de convivencia intercultural.
"Mi política de apertura hacia los musulmanes fue muy criticada, pero ahora la imitan en otros lugares", declaró hace poco ante el Parlamento Europeo. "Esta política ha sido fructífera."
En el mes sagrado de Ramadán, las autoridades restringieron la circulación nocturna de vehículos, lo que abrió espacio en las calles para el iftar, la cena que rompe el ayuno diario. De ese modo, se cumplía el precepto de libertad en la práctica religiosa.
Moureaux visitó varias mezquitas en Ramadán, para demostrarles a los musulmanes, que constituyen más de 70 por ciento de los 90.000 habitantes de Molenbeek, que son bienvenidos.
La votación de los partidos de extrema derecha se redujo, recordó el alcalde. En las elecciones de 2006, fueron elegidos al concejo local dos candidatos del partido representativo de los hablantes de holandés Vlaams Belang y uno del francófono Front National.
En el periodo anterior, el Front National contaba con seis concejales, y con uno el Vlaams Blok, nombre que tenía Vlaams Belang antes de su proscripción en 2004.
La concejal Valerie Seyns, de Vlaams Belang, atribuyó la caída de la votación de los partidos contrarios a la inmigración a que en las elecciones de 2006 se permitió por primera vez el sufragio de extranjeros.
Seyns aseguró que la municipalidad invirtió grandes sumas de dinero en clubes deportivos y otras instalaciones para jóvenes musulmanes, que, de todos modos, se siguen dedicando a la delincuencia, consideró.
"Existen guetos en la parte vieja de Molenbeek, donde mandan los musulmanes. Cuando se llega al punto de que la policía teme entrar a algunos barrios, entonces hay un problema", sostuvo.
En los últimos años se registraron algunos episodios violentos. Un joven de Níger murió desangrado en 2006 tras ser acuchillado, al parecer, por no dar a su agresor los 30 euros (suma equivalente a unos 40 dólares) que le reclamaba.
Pero algunos residentes sostienen que esos hechos no son frecuentes.
"No es una zona de mucha delincuencia", señaló Mukhtiar Singh, de origen indio, quien trabaja en un vídeo club que sólo tiene películas de Bollywood (término que denomina a películas en hindi y que combina Hollywood y Bombay, nombre de la actual Mumbai).
"Hace ya cinco años que estoy acá y me siento seguro", subrayó.
En los próximos 20 años, Bruselas podría tener una mayoría musulmana, según el sociólogo Olivier Servaix, de la Universidad Católica de Lovaina. Ahora, esa comunidad cuenta con un tercio de los habitantes de la capital, pero tiene una tasa de natalidad mayor que otras.
En un contexto en que expresiones de extremismo islámico llaman la atención pública desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, las previsiones de Servaix pueden poner nerviosos a algunos sectores de la sociedad.
En Molenbeek, los musulmanes insisten en que su religión no debe ser considerada como una amenaza para los no creyentes.
Lal Shabaz Khan, de origen pakistaní y dijo que no sabe de nadie que haya sido reclutado por organizaciones extremistas. "El Islam es una religión de paz. No hay que participar en actividades combativas en la era de la razón".
Un empleado de la librería Al-Itra, que no quiso dar su nombre, señaló que trata de romper algunos tabúes con los que se asocia a su religión. Ofrece, por ejemplo, ensayos sobre derechos femeninos.
"Estoy contra la politización del Islam. Necesitamos una nueva espiritualidad basada sobre la tolerancia y la búsqueda de la libertad", señaló.
"Debo respetar a mi vecino, aun si no es musulmán", señaló Abouhamid Frhan, un joven de 23 años que trabaja en el comercio de productos de tocador de su padre.
"Si mi vecino está enfermo, tengo que visitarlo. La gente debe ver el lado bueno de los musulmanes, en vez de llenarse de prejuicios", añadió Frhan, nacido en Bélgica, de padres marroquíes.