POBREZA-EL SALVADOR: Monstruo que no deja de crecer

El caserío de Talchiga, en El Salvador, habitado por unas 20 familias, ha estado atrapado durante décadas entre la guerra civil, el abandono y la pobreza.

Los 100 residentes, de los cuales 60 son niños y niñas, sobreviven en casas de madera y suelo de tierra, agobiados por la falta de agua potable, de energía eléctrica y de saneamiento, azotados por la desnutrición y acosados por los coyotes que merodean en la zona.

Y ahora deben afrontar dos guerras a la vez, afirman: el hambre y la amenaza de los latifundistas que quieren despojarlos de la tierra donde sus abuelos "nacieron y murieron".

El caserío, ubicado a unos 900 metros sobre el nivel del mar en el nororiental departamento de Morazán, fronterizo con Honduras, y a 200 kilómetros de San Salvador, está rodeado de riachuelos y montañas que obsequian un clima fresco y aire puro.

Casi todos los pobladores se quejan de no tener suficientes tierras para trabajarlas, aunque son suelos poco fértiles y no cuentan con los recursos para comprar fertilizantes, por lo cual sus cosechas de maíz son exiguas.
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Los habitantes de Talchiga han pasado a integrar el grupo de los más golpeados por la carestía global de los alimentos en el último año y medio.

Lucila López, de 27 años y madre de cinco hijos de edades entre los siete meses y 12 años, dijo que el alza de precios ha hecho que en muchas ocasiones no tenga "más comida que tortilla con sal" para sus hijos, y que el fríjol se convirtió en alimento suntuario cuando su precio alcanzó un dólar por libra (0,45 de kilo).

A veces "sólo comemos dos veces al día", contó López, sin perder la sonrisa, que evidencia la falta de calcio en su dentadura tras haber amantado hasta los dos años a cada uno de sus hijos.

La tortilla, una especie de arepa hecha de maíz molido, y los fríjoles, es la dieta básica de la mayoría de los salvadoreños en las zonas rurales.

De acuerdo con cifras del Ministerio de Agricultura y Ganadería, durante 2007, la producción de maíz fue de más de 17 millones de quintales (46 kilos por quintal), mientras las importaciones fueron de casi cuatro millones. En el caso del fríjol, la producción fue de un poco más de dos millones y las compras en el exterior fueron de 300.000 quintales.

Durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992), los pobladores de esta zona fueron víctimas de bombardeos y masacres cometidas por el ejército, que los acusaba de ser base social del guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), ahora convertido en partido político.

El estudio del Programa Mundial de Alimentos (PMA) titulado "Alza de precios, mercados e inseguridad alimentaria y nutricional en Centroamérica", divulgado a fines de la semana pasada en San Salvador, reveló que en este país la pobreza absoluta creció al menos 6,5 por ciento.

Esto significa que 104.000 salvadoreños más cayeron en la pobreza, y que otros 229 que ya estaban en esa condición pasaron a la pobreza extrema.

La investigación, realizada en 25 comunidades rurales de 10 de los 14 departamentos y que incluyó a 850 personas, indica además que en la región comprendida por Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua se "produjeron" un millón de nuevos pobres entre septiembre de 2007 y junio de este año

Organismos internacionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y agencias como el PMA habían advertido que la crisis de alimentos acentuaría las condiciones de pobreza de unos 26 millones de personas en América Latina y el Caribe.

Otro estudio del BID revelado en agosto pasado señala que los índices de pobreza en la región centroamericana se incrementaron como consecuencia de la subida de los precios de productos básicos.

Por ejemplo, el de Guatemala pasó de 51,4 por ciento a 59,4 por ciento, el de El Salvador de 35,1 por ciento a 41,7 por ciento, el Honduras de 69,5 por ciento a 73,4 por ciento, y el Nicaragua de 41,5 por ciento a 46,8 por ciento.

América Central ha sido identificada como "una región particularmente vulnerable" por su dependencia de la "importación de alimentos y de hidrocarburos", dos variables que producen inflación, explicó a IPS Carlo Scaramella, representante del PMA en El Salvador.

Según el funcionario, la canasta básica subió 33 por ciento en los últimos dos años, al tiempo que no ha habido una actualización suficiente de los salarios y de otros ingresos, lo que lleva a que buena parte de la población "entre en una situación de mayor pobreza", agravada por las prácticas de acaparamiento y especulación.

Esto también provoca "un empeoramiento de la situación nutricional; más niños y mujeres muestran señales de desnutrición", ante lo cual la población busca formas de sobrevivir.

"La gente está comiendo menos y compra alimentos más baratos pero menos nutritivos", precisó el representante del PMA, y advirtió que los recursos de la agencia en América Latina son proporcionalmente "mucho menos que antes", en un momento que las necesidades se incrementan.

De 2004 hasta la fecha, el PMA ha invertido 16 millones de dólares, de los cuales al menos 70 por ciento han sido destinados a la distribución de alimentos y el resto a programas de capacitación técnica dirigidos al Ministerio de Educación y al MAG, con un enfoque de ayuda a las familias pobres.

"Es un fenómeno preocupante. Los esfuerzos gubernamentales de combate a la pobreza se están revirtiendo", alertó.

Desde octubre de 2005, el gobierno del presidente Antonio Saca impulsa el programa Red Solidaria, que proporciona un bono mensual entre 15 y 20 dólares –según el número y edades de los hijos- por familia en pobreza extrema, a cambio que los niños no abandonen sus clases de primaria, y que los más pequeños y sus madres asistan a controles de salud, al tiempo que se introducen servicios básicos en esas comunidades.

Entre octubre de 2005 y febrero de este año, el gobierno invirtió 49 millones de dólares entre transferencias y construcción de estructura básica, beneficiando a 50.000 familias de los 47 municipios, según cifras oficiales.

Las familias de Talchiga, no obstante, aseguran que la ayuda de Red Solidaria que reciben desde septiembre de 2007 es insuficiente para comprar los alimentos básicos para sus hijos.

"Así como están las cosas de caras, el dinero no alcanza. No podemos alimentar a nuestros hijos", dijo Antonio Hernández, líder de la comunidad, quien cultiva un cuarto de hectárea de maíz y que apenas les alcanza para dos meses.

Para María Catalina Hernández, madre soltera de 33 años y con cuatro hijos, la realidad se torna todavía más crítica, y para nada le alcanzan los 20 dólares que Red Solidaria le proporciona cada dos meses. Ella vive en un cuarto de unos 20 metros cuadrados, donde guarda sus escasos alimentos y pertenencias, y duerme con sus hijos, dos de ellos en hamacas.

Cuando no tengo nada que comer, "pido comida fiada" a mis vecinos contó la madre soltera, mientras Elia, su hija de cinco años, come una tortilla como almuerzo, mostrando señales claras de desnutrición crónica como el resto de niños y adolescentes de la comunidad.

La noche anterior, un coyote había devorado los últimos nueve pollos que criaba en un corral improvisado.

"Suena bonito en la televisión" cuando funcionarios del gobierno dicen que están disminuyendo la pobreza. "Si ellos vinieran aquí y vieran lo que nosotros comemos, se darían cuenta de que nuestra situación ha empeorado", dijo.

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