Medios de prensa críticos del gobierno que encabeza en Turquía el primer ministro Recep Tayyip Erdogan lo acusan de pretender controlarlos mediante la intimidación o la compra.
Lo que está en juego es la existencia misma de la prensa independiente, que logra mantenerse como un raro bastión fuera del alcance del gobernante Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP), de raíces islamistas.
Inversores cercanos al partido de Erdogan adquirieron a fines del año pasado, por unos 1.000 millones de dólares, el grupo Sabah de medios críticos del gobierno, entre ellos el diario Sabah, con una tirada de 400.000 ejemplares, ATV, la segunda red de televisión privada del país, y varios periódicos pequeños.
El diario Star, con una tirada de 100.000 ejemplares y también crítico del gobierno, ya había sido vendido a otros inversores de similar ideología.
Estas operaciones consolidaron el enfoque islamista en los medios de comunicación, que ya predominaba en algunos como el diario Zaman, con una tirada de medio millón de ejemplares, y varios periódicos y canales de televisión privados menores.
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Pero el mayor grupo de prensa, el imperio Dogan, con seis diarios de distribución nacional, incluido el de mayor venta —Posta, con 600.000 ejemplares—, dos redes de televisión que incluyen la filial nacional del canal de noticias CNN y varios periódicos, se mantiene laico.
El imperio del magnate Aydin Dogan está enfrentado con el popular y polémico Erdogan.
El primer ministro se hartó de la cobertura que las publicaciones de Dogan le dieron a un juicio en Alemania contra una fundación caritativa turca condenada por allí por fraude y malversación de fondos de trabajadores de este país.
La organización fue acusada de desviar unos 17 millones de euros (más de 23 millones de dólares) a medios de prensa y otras empresas cercanas al AKP.
Ese caso ocurrió a pocas semanas después de que un alto funcionario del AKP se viera obligado a renunciar tras ser acusado por la oposición de soborno en una transacción inmobiliaria. Los medios de Dogan realizaron también una amplia cobertura de este caso.
El primer ministro, que llegó al gobierno hace seis años con la promesa de combatir la corrupción, acusó a Dogan de orquestar una campaña en su contra en venganza porque el gobierno le negó un trato preferencial para otros negocios, en especial inmobiliarios.
Pero el magnate negó las acusaciones y alegó que Erdogan trata de amordazar a la prensa independiente.
"¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿No cubrir un gran proceso judicial?", se preguntó el columnista Sedat Ergin, de Milliyet, uno de los diarios del grupo Dogan.
Por su parte, el columnista Yusuf Kanli, del Turkish Daily News, del mismo grupo, advirtió contra "la tiranía de la mayoría".
Los medios de prensa favorables al gobierno se limitaron a cubrir el intercambio de acusaciones entre el primer ministro y Dogan y a abogar por la libertad de prensa y un periodismo más responsable.
"A Erdogan sencillamente no le agrada ser criticado por la prensa", dijo a IPS el francés Jerôme Bastion, analista de la política turca desde más de 10 años.
"Él sostiene que sólo tiene que rendir cuentas a los votantes. Pero tratar de desacreditar a la prensa crítica no hace más que restarle a él mismo un poco de credibilidad".
En una carta, el Instituto Internacional de la Prensa, la Asociación Mundial de Diarios y el Foro Mundial de Editores le recordaron a Erdogan que "el deber del Estado no es silenciar artículos críticos, sino que asegurar un ambiente en el que la prensa pueda trabajar sin temor a ser reprimida".
El hecho quizá figure en un informe de situación que divulgará la Unión Europea (UE) en noviembre, dedicado al proceso de integración de Turquía como primer país de mayoría musulmana en este bloque de 27 países.
Erdogan y el AKP cuentan con cerca de dos tercios de los 550 legisladores, controlan el Poder Ejecutivo y, desde el año pasado, también la presidencia, hasta entonces reservada a miembros de partidos políticos laicos.
Mientras, la universidad pública y el Poder Judicial continúan controlados por funcionarios seculares designados por anteriores presidentes. Pero esa situación no será eterna.
A medida que el tiempo pasa, habrá relevos en esos cargos. Los reemplazos serán designados por el presidente Abdulah Gul, miembro fundador del AKP.
Es decir que, aparte del grupo Dogan, sólo quedan los militares como único poder independiente del partido gobernante.
El ejército es considerado intocable, ya derrocó cuatro gobiernos electos desde 1960, dos de ellos por ser demasiado islamistas. La fuerza ya advirtió su disposición a intervenir de nuevo si el orden laico se ve amenazado.
Esta última controversia coincide con que Erdogan y el AKP son percibidos como más ideológicos y menos pragmáticos.
Fortalecido por una abrumadora mayoría parlamentaria, el AKP logró reformar la Constitución para levantar la prohibición de usar el tradicional velo islámico en las universidades.
Pero el Tribunal Constitucional anuló la enmienda a principios de este año.
El alto tribunal declaró al AKP contrario a la laicidad, pero se salvó de ser proscrito, por un voto en 11. Sobre Erdogan pendía la amenaza de quedar inhabilitado para toda actividad política por por cinco años.
Las diferencias entre Erdogan y Dogan pueden pasar a un segundo plano porque la prensa, en especial la escrita, no tiene tanta trascendencia como uno podría imaginar. Los turcos no leen mucho y cuando ven la televisión, sólo miran deporte y telenovelas.
La tirada diario de los más de 20 periódicos nacionales es de unos cinco millones de ejemplares en una población de más de 70 millones de habitantes.