Sabrina Dario Lokolong preside la Asamblea del estado de Equatoria Oriental, en el sur de Sudán. Cuando ella entra o sale del recinto parlamentario, todos los demás legisladores deben ponerse de pie.
"A la gente, especialmente a los hombres, no les gusta esto", dijo esta mujer de 40 años, joven según los criterios predominantes en el mundillo político del sur de Sudán, soltera y sin hijos. Todas esas características le hacen difícil hacerse ver como una autoridad.
Sería un trabajo duro para cualquiera. El sur ha sufrido decenios de conflictos. Las estructuras físicas y administrativas, donde las hay, son débiles. El dinero es escaso y persisten profundas divisiones étnicas.
Pero además, como otras mujeres en el gobierno más nuevo de África, ella también debe sortear obstáculos que los hombres atraviesan sin dificultades.
Los políticos del sur suelen ser acusados —habitualmente con pocas consecuencias— de corrupción y nepotismo. Las dirigentes políticas, además, tienen que eludir rumores de carácter sexual, que se difunden más rápidamente y que a menudo son totalmente falsos.
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Anne Ito, secretaria general del Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM), gobernante en el sur, recuerda que la prensa la calificó de prostituta.
"Dicen que una mujer obtuvo el trabajo solo por tener relaciones con hombres", señaló Lokolong. Es difícil lograr que los legisladores cambien su mentalidad con todos los rumores que circulan, agregó con tristeza.
Pero ellas y ellos reconocen que no hay vuelta atrás en el compromiso de que las mujeres asuman cada vez más puestos de liderazgo en el sur.
Un acuerdo de paz firmado en 2005 puso fin a la guerra de dos décadas entre el norte de mayoría árabe y musulmana y el sur de predominio negro, cristiano y animista. La región meridional tiene hoy un gobierno semiautónomo liderado por el SPLM, brazo político de la antigua guerrilla insurgente.
La Constitución del sur, aprobada en 2006, establece que las mujeres deben ocupar 25 por ciento de los cargos en los tres poderes del Estado.
Esa cuota tiene una larga historia en el movimiento rebelde como herramienta de inclusión, recordó Ito. Fue acordada en 2004, en la primera convención del SPLM, en reconocimiento del rol que habían jugado las mujeres en la rebelión.
Las mujeres combatían a la par de los guerrilleros hombres, cultivaban la tierra para alimentar a los insurgentes, criaban a sus hijos pequeños —que rápidamente se incorporaban al ejército— y conseguían dinero en la diáspora para los rebeldes.
"No hubo forma en que las mujeres no sirvieran", dijo Ito. El SPLM también tuvo que reconocer que, tras la sangrienta guerra civil en que murieron millones de sureños, principalmente hombres, la mayor parte de la población adulta es femenina, añadió.
Las mujeres también quedaron solas para llevar adelante sus hogares y afrontar conflictos dentro de las tribus y entre ellas durante la guerra. Pero una vez que alcanzaron tales posiciones de autoridad, no hubo manera de que devolverlas a las sombras, sostuvo Ito.
Siempre hubo mujeres fuertes en las sociedades del sur, según la dirigente. Pero ahora la meta es lograr que su participación sea la norma, no la excepción.
La cuota de 25 por ciento fue recibida con júbilo por las mujeres. Pero, de algún modo, es más fácil de cumplir que la promesa de salvar a la salud y la educación de su actual devastación.
Sin embargo, ciertos críticos opinan que ese 25 por ciento se convirtió en una traba: los líderes masculinos piensan que una vez que se logre no habrá nada más que hacer por la causa de la igualdad de género.
Muy pocas instituciones se las han arreglado para lograr una representación femenina de 25 por ciento, aunque hay un puñado que está cerca. Las proporciones son mucho mejores que antes, cuando las mujeres constituían, tal vez, uno por ciento del gobierno controlado por Jartum.
De todos modos, las mujeres tienden a estar en posiciones de menos poder.
Una explicación que se cita con frecuencia es la supuesta falta de mujeres calificadas. Ito lo considera una mera excusa. "Históricamente, las niñas no han sido enviadas a la escuela y su alfabetización es extremadamente baja", señaló.
Las cifras la respaldan: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) dijo en 2005 que una niña del sur tiene más probabilidades de morir al dar a luz que de completar su educación primaria.
Las mujeres combatieron, pero la mayoría de los mandos guerrilleros hombres. Muchos de ellos sintieron luego de la guerra que les correspondía ocupar las posiciones más encumbradas del gobierno, y las lograron. La equidad de género resuena aun menos que la lealtad en tiempos de guerra.
El servicio civil del sur es enorme, e incluye tanto a ex funcionarios del Estado sudanés como a los miles de sureños que se desempeñaron como administradores en áreas controladas por los rebeldes.
Pero se desalentó la contratación de más personal, incluidas mujeres que han regresado a esas zonas luego de capacitarse, y leyes laborales muy deficientes dificultan los despidos.
El Ministerio de Bienestar Social, Religión y Género pretende reglamentar por ley la cuota constitucional del 25 por ciento, dijo Ito. Eso le daría mayor vigor al instrumento.
"Cuando el parlamento lo apruebe, será una obligación a cumplir", sostuvo.
La cuota jugó un rol importante en la sociedad civil. La empresaria Eunice Elisama Warija dijo a IPS que a menudo la cuota es discutida en áreas rurales.
Sin elecciones formales, los líderes comunitarios de las aldeas tienden a reunirse y elegir un representante por consenso. Una representante femenina puede no ser la opción que surja con más naturalidad, pero la existencia de la disposición constitucional la hace más factible.
"Una comunidad elegirá a una buena mujer, si se requiere una mujer", opinó Warija.
En las elecciones nacionales programadas para el año próximo, la cuarta parte de los escaños deberán ser ocupados por mujeres, siguiendo el precedente sentado por el SPLM. Según Ito, eso es aceptado hasta por los partidos "más fundamentalistas y conservadores".
Esto ha sido un éxito importante para el SPLM, que siempre declaró su intención de propiciar cambios políticos en todo Sudán, no sólo en el sur.