MALASIA: Raza y política, combinación pasada de moda

El primer ministro Abdullah Badawi sacudió el tablero político de Malasia al proponer que la gobernante Alianza Nacional se convierta en un partido multirracial.

Desde que los votantes castigaron en las elecciones parlamentarias de marzo a la coalición oficialista, que se basa sobre la identidad racial malaya, los partidos piensan en una nueva fórmula política para un país profundamente dividido por líneas de raza y religión.

La oposición está compuesta por una inestable alianza de tres fuerzas: el multirracial pero dirigido por malayos Partido por la Justicia Popular, el secular Partido Acción Democrática, que representa a la numerosa comunidad china, y el Partido Islámico Panmalayo (PAS).

Su capacidad para acceder al poder y dirigir el país quedó en duda luego de que el PAS insistió en que no prestará su cooperación excepto que se atribuya privilegios a los musulmanes, a lo que se opone el Partido Acción Democrática.

Por otra parte, el Partido Justicia Popular del líder de la oposición, el ex viceprimer ministro Anwar Ibrahim, basa su estrategia sobre lograr la defección de legisladores de la coalición gobernante, para alcanzar así una mayoría parlamentaria que le permita formar gobierno.
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La Alianza Nacional, que ha gobernado el país durante 51 años, está integrada por 13 organizaciones políticas, varias de ellas identificadas con un solo grupo étnico.

Los malayos musulmanes constituyen 60 por ciento de los 27 millones de habitantes y se ven beneficiados por políticas de acción afirmativa. Los pobladores de ascendencia china representan a 25 por ciento del total, mientras que la comunidad india comprende a ocho por ciento.

Dado su prolongado e ininterrumpido ejercicio del poder, la Alianza Nacional y sus dirigentes se volvieron corruptos, arrogantes y autoritarios. Los electores la castigaron severamente en los comicios parlamentarios del 8 de marzo.

La oposición obtuvo 82 escaños en la legislatura de 222. Aunque el oficialismo tiene 140, el temor a posibles deserciones genera incertidumbre política en medio de la crisis financiera internacional, cuyo contagio aterra a la ciudadanía.

Los dolorosos recuerdos de la crisis asiática de 1997 todavía están frescos y la agitación política crece mientras líderes estudiantiles, intelectuales y expertos debaten cómo responder a las demandas de una nueva era.

"Todos hablan de reformas, pero nadie está seguro sobre cuáles hacer, cómo y cuando", dijo a IPS el analista Eddin Khoo.

"Pero es bueno que exista un debate abierto y que la mayoría rechace la vieja política basada sobre la raza. Es alentador que la mayoría de los malayos desee un sistema político secular con valores compartidos", agregó.

Sin embargo, preocupa el aumento de las tensiones, a medida que la oposición trata de ganar el poder y la elite gobernante reacciona defendiendo por cualquier medio los privilegios que gozó durante tantos años.

Badawi, al frente del gobierno desde 2004, tiene muy poco para mostrar en materia de reformas a un sistema corrupto y disfuncional y anunció el mes pasado que renunciará en marzo para entregar el poder al viceprimer ministro, Najib Razak.

Mientras prepara su partida, Abdullah admitió que su principal preocupación es la creciente tensión racial y religiosa. Prometió encarar este problema en los cinco meses que le quedan en el cargo.

Pocos creen en su capacidad para hacerlo, pero el renunciante primer ministro causó conmoción con su propuesta de que la Alianza Nacional acepte afiliaciones directas de individuos, con independencia de su raza o religión. Hasta ahora, la coalición oficial sólo acepta como miembros a partidos políticos.

"Una base multirracial no sólo hará a la coalición más inclusiva, sino que también puede ser un buen comienzo para que se reforme a sí misma. Tenemos que cambiar para que la nueva generación nos acepte", declaró Abdullah.

También quiere que su sucesor ponga el acento en la unidad nacional. "Debemos entender que Malasia es más fuerte a causa de la mezcla de diferentes razas y comunidades", dijo a la agencia de noticias oficial, Bernama.

"Debemos hacer frente a estas cuestiones, con honestidad y comprensión. Luego de más de 50 años de vida independiente, estos temas siguen sin resolver", agregó.

Las agrupaciones que integran la Alianza Nacional han señalado que lo más adecuado sería que la coalición se disolviera para constituir un partido multirracial, pero la propuesta de Abdullah ha logrado apoyos.

La idea es realizar una reforma por etapas, para no alterar a quienes temen que la transformación en un partido multirracial afecte su posición personal o diluya el poder del socio mayoritario de la coalición, la Organización Nacional de Malayos Unidos (UMNO).

Analistas políticos consideran que la propuesta de Abdullah es una forma de ofrecer una plataforma multirracial al electorado cuando concurra a las urnas, probablemente en 2011.

"Es un gigantesco paso adelante", dijo la ministra de Familia y Desarrollo Comunitario, Ng Yen Yen. "Se trata de un avance para pasar de la política partidaria basada sobre la raza a un escenario de gobernanza, con una vibrante economía y confianza en la justicia", agregó.

"Convertirá a la Alianza Nacional en un partido más inclusivo y será un paso importante en el proceso de reforma", señaló, pero advirtió que el asunto requiere un cuidadoso estudio.

Chris Anthony, columnista del diario The Star, escribió la semana pasada que "es tiempo de que nuestros líderes abandonen su estado de negación y afronten la dura realidad. Más y más malayos están diciendo no a la política racial, a la que consideran obsoleta".

Los habitantes "quieren vivir en paz y armonía. Cualquier partido que llegue al poder debe apreciar este cambio de mentalidad y adoptar un sistema más justo para todos o afrontar el riesgo de volverse también obsoleto", agregó.

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