La crisis financiera internacional golpeó con dureza la economía de Japón, que había crecido en los últimos años. El desplome del mercado bursátil nacional se extiende el temor a una recesión global.
El índice Nikkei, que incluye a las 225 mayores empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Tokio, cayó este jueves 11,4 por ciento, el mayor descenso desde octubre de 1987.
El desplome se produjo en coincidencia con declaraciones del primer ministro japonés, Taro Aso, quien por segundo día consecutivo dijo que la decisión del gobierno de Estados Unidos de comprar acciones de bancos en dificultades por valor de 250.000 millones de dólares era "insuficiente".
Los fondos necesarios para llevar adelante esa "nacionalización" parcial surgirán del paquete de rescate del sector financiero de 700.000 millones de dólares, aprobado por el Congreso legislativo estadounidense.
Aso también descartó la posibilidad de una reunión de emergencia del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos, sugerida por algunos líderes europeos. "La cumbre debe realizarse cuando nos hayamos alejado un paso del peor escenario", dijo en una reunión con parlamentarios.
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El G-8 está integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.
Desde el 8 de octubre, cuando el mercado bursátil japonés cayó 9,2 por ciento, los analistas han hablando de la vulnerabilidad de la economía del país.
"Por definición, las exportaciones sufrirán un golpe, pues es evidente que la economía mundial se verá dañada. Ya ha caído la venta de bienes japoneses en algunos mercados clave, como Estados Unidos", dijo a IPS Robert Dujarric, economista de la filial japonesa de la estadounidense Universidad Temple.
"Otra mala noticias para los exportadores es que el yen se apreció relativamente frente al euro y el dólar estadounidense y mucho más respecto del dólar surcoreano. Las compañías japonesas muy probablemente recortarán sus inversiones", agregó.
"La venta de automóviles se redujo incluso en Brasil, China, India y Rusia, que hasta el momento mantenían un buen desempeño a pesar de las caídas en Estados Unidos, Europa y Japón", señaló Ed Merner, presidente de la consultora japonesa Atlantis Investment.
"Lo mismo ocurre con otros sectores. La producción industrial de Japón está en descenso. Todos los países del mundo se encuentran en recesión o ingresando en un período de menor crecimiento", agregó.
El desempleo se mantiene bajo, pero aumenta lentamente. Las empresas no contratan nuevo personal, no dan aumentos de salarios y recortan sus gastos de capital. La apreciación del yen afecta el volumen de exportaciones y las ganancias, ya que ahora resulta más caro comprar productos japoneses a causa del fortalecimiento de la moneda local.
La buena noticia, dijo Merner, es que aunque la economía japonesa se está desacelerando no existe una crisis bancaria y los mercados de dinero parecen funcionar sin problemas, a diferencia del caso de Europa y Estados Unidos.
"Esta puede ser una buena oportunidad para que bancos y empresas japonesas compren compañías en el extranjero a precio de liquidación", afirmó.
"Asumiendo que la economía mundial comience a recuperarse lentamente en algún momento del año próximo, la recesión japonesa puede ser leve y el panorama comenzaría a mejorar para fines de 2009", comentó Merner a IPS.
La crisis no es una sorpresa para Andrew Horvat, profesor de la Universidad Keizai de Tokio.
"Los economistas han estado advirtiendo por años que las transacciones financieras representaban 200 veces el capital necesario para transacciones comerciales genuinas. Sin embargo, dejamos que fondos de pensión, educativos y contribuciones de todo tipo a instituciones de políticas públicas se basaran sobre esa industria frágil e irreal", afirmó.
"El crac, porque de eso se trata, nos hará recuperar la cordura y nos recordará que debe haber una relación entre producción y valor", señaló Horvat.
"La idea de que el valor consiste en lo que alguien está dispuesto a pagar por algo es un poco cínica, porque los precios están sujetos a la psicología del mercado, que puede o no puede tener que ver con lo que realmente vale un producto, en términos de su valor para la economía o el usuario final", aseguró.
"Esto nos enseñará que necesitamos redes de seguridad, que debemos financiarlas con impuestos y que los ricos deben pagar más impuestos que los pobres", dijo Horvat.
Japón seguirá el modelo financiero sueco, según Steve Church, economista de la firma Japan Invest. "Japón tuvo problemas con préstamos incobrables cuando estalló su 'burbuja' en los años 90. Aplicó el modelo sueco y pudo manejar el problema en tres años".
En ese entonces, la crisis sueca tuvo un origen similar a la de Estados Unidos. La desregulación financiera de los años 80 llevó a los bancos a otorgar una catarata de préstamos inmobiliarios, sin preocuparse del valor de las garantías.
Cuando estalló la "burbuja" en 1991, el gobierno sueco creó una agencia para supervisar a las instituciones financieras que necesitaban recapitalización y otra para la venta de activos, especialmente inmobiliarios, que los bancos tenían como garantía.
Según Church, el peligro para Japón "es que los consumidores dejen de comprar, porque eso debilitará a la economía. La preocupación aquí es que si la economía se deteriora habrá crecimiento negativo y mayor desempleo, mientras que la caída en las exportaciones reducirá los ingresos fiscales y provocará el aumento de gastos de asistencia social".
Los japoneses que tienen acciones reducirán su consumo, ya que sus activos financieros han perdido gran parte de su valor, dijo Dujarric. "Por lo tanto, habrá algún tipo de recesión. No sabemos cuán profunda será, pero afectará a la mayoría de las población", advirtió.