El movimiento opositor que mantiene ocupada la Casa de Gobierno en la capital de Tailandia parece contradecir el concepto más aceptado de democracia en todo el mundo.
A pesar de denominarse Alianza Popular para la Democracia (APD), el movimiento marca límites estrictos al definir el "pueblo" que representa y la "democracia" que pretende, en el marco de una fórmula de "nueva política".
La APD cuenta con el apoyo de una mezcla de clase media urbana, elite adinerada, monárquicos, burócratas y algunos sindicalistas, y una de sus consignas es privar del derecho al voto a la mayoría del electorado, que representa al sector más marginado de la economía del país: los pobres de las áreas rurales.
La "nueva política" que postula la APD incluye la designación a dedo de 70 por ciento de los legisladores y la elección en las urnas de apenas 30 por ciento. Quiere que los representantes electos sean reemplazados por "representantes públicos" procedentes de sectores corporativos de todo el país.
La hostilidad de la APD hacia los pobres y al sufragio universal deriva del reiterado éxito electoral del Partido del Poder Popular (PPP) del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto por un golpe militar en 2006 luego de intensas protestas dirigidas por esa misma organización.
En su actual campaña de protestas callejeras, que alcanzaron ribetes de violencia inéditos, la APD vuelve a arremeter contra el PPP, que ganó en las elecciones generales de diciembre con la mayoría de los votos de la población rural.
La oposición acusa al actual primer ministro Samak Sundaravej de incompetencia y de representar a su antecesor Thaksin (2001-2006), quien el 11 de agosto se exilió en Gran Bretaña para eludir los juicios por corrupción que se siguen contra él y miembros de su familia.
El movimiento opositor tiene una fuerte base entre las mujeres. En algunos momentos, casi la mitad de las casi 30.000 personas que ocupan desde fines del mes pasado la Casa de Gobierno son mujeres de mediana edad, vestidas de amarillo, el color que identifica a la monarquía de este país, que la APD dice defender.
Estas mujeres se identifican con la "cruzada moral" de la oposición, que tiene a Thaksin como su blanco principal.
Miles de simpatizantes de la APD ocupan desde fines del mes pasado numerosas oficinas del gobierno para pedir la renuncia de Samak.
La organización ha realizado numerosos actos callejeros desde mayo, pero las protestas en curso han desatado una tensión inusitada. Miles de opositores irrumpieron en el edificio de la televisora progubernamental y otros cientos ocuparon tres ministerios y un cuartel de la policía.
Una multitud ocupó la Casa de Gobierno, lo cual obligó a Samak a buscar refugio en el comando de las fuerzas armadas, al norte de Bangkok. Desde entonces, la APD se ha negado a abandonar la sede del Poder Ejecutivo.
El sudeste asiático es conocido por sus regímenes autoritarios y sus peculiares ideas sobre lo que es la democracia.
La ciudadanía de Birmania, al oeste de Tailandia, no tiene ninguna participación en el gobierno, mientras la dictadura se propone convocar a elecciones generales en 2010 para establecer la denominada "democracia disciplinada".
Las fuerzas armadas están a cargo del poder desde 1962.
Al sur, Malasia y Singapur son célebres por reprimir las libertades civiles y políticas. En su momento, los ex primeros ministros Mahathir Mohammad y Lee Kuan Yew ensayaron en ambos países diversos argumentos para el autoritarismo, entre ellos los "valores asiáticos".
Mientras, Indonesia, el gigante de la región, que tuvo un dramático cambio político desde la caída del dictador militar Alí Suharto hace una década, ha apelado a la "democracia guiada".
Pero el intento de cerrar las urnas a los más pobres que proclama la APD no tiene paralelo en ningún país de la región, ni siquiera en los más autoritarios.
Los votos de los pobres de áreas rurales representan 150 de los 480 escaños del parlamento.
Los dirigentes de la APD califican abiertamente a esa porción de la ciudadanía de estúpida, ignorante y no educada, pues "venden" sus votos.
Este discurso insultante revela cuán cerca de la superficie de las agitadas aguas políticas flota el feudalismo.
La excusa para retrasar las elecciones por parte de la elite adinerada y la aristocracia de Bangkok desde la constitución de una monarquía constitucional en 1932 fue la supuesta falta de preparación de la mayoría pobre.
"La mayoría de los tailandeses de todos los grupos sociales tienen conciencia feudal", dijo el activista de derechos humanos Jaran Ditapichai. Los dirigentes de la APD "no tienen vergüenza en tratar a los pobres de esta manera".
"La APD y sus simpatizantes no creen en el principio de la soberanía del pueblo en una democracia. Tienen miedo de los pobres, que deben tener iguales derechos si queremos ser una democracia", agregó.
Esta organización opositora, entre otras, no ha logrado ofrecer políticas atractivas para la gran cantidad de pobres de este país, como las propuestas por Thaksin al electorado en 2001 y 2005 y que les aseguró una gran mayoría parlamentaria.
El ex primer ministro prometió, por ejemplo, una moratoria de deudas par agricultores, un programa de salud universal y un esquema crediticio sencillo para impulsar la economía de las comunidades.
Al finalizar el primer periodo de gobierno de Thaksin, el Banco Mundial aplaudía sus iniciativas a favor de los pobres, que se redujo de 7,08 millones en 2005 a tres millones en 2001. Además, el ingreso del nordeste agrícola aumentó 40 por ciento en ese periodo.
Los pobres rurales no votaron por al depuesto Thaksin porque hubo "compra de sufragios" o "paternalismo", sino, más bien, porque "el electorado del campo es más rico y mejor educado y tiene más experiencia electoral que nunca antes", dijo el periodista Chang Noi en su columna del diario The Nation.
"Aprendieron a usar el voto. En las últimas cuatro elecciones, eligieron con gran consistencia y mucha racionalidad", afirmó.