El punto muerto en el que se quedó el Consejo de Seguridad de la ONU al analizar varias crisis internacionales hace que los analistas se pregunten si no han vuelto a soplar los vientos de la Guerra Fría, que muchos arrojaron al baúl de la historia tras la disolución de la Unión Soviética en 1991.
Las especulaciones se ven alimentadas por el hecho de que cuando ese órgano de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) debatió en los últimos tiempos diversas crisis, como las de Irán, Birmania, Zimbabwe y Georgia, se vio empantanado por la colisión entre los representantes de las potencias occidentales y los embajadores de Rusia y China.
El Consejo de Seguridad, recuerdan los analistas, fue escenario de batallas verbales épicas entre los diplomáticos de Estados Unidos y la Unión Soviética en la década del 60, en especial durante la crisis generada por la instalación de misiles nucleares soviéticos en Cuba en 1962.
En uno de esos debates, el representante de Washington, Adlai Stevenson, a quien muchos califican de figura "legendaria", presionó a su par soviético, Valerian Zorin, para obtener una confirmación sobre el despliegue de misiles en la isla.
"¿Sí o no?", preguntó Stevenson, para agregar de inmediato: "y no espere por la traducción para darme una respuesta".
[related_articles]
Zorin contestó, a través de un traductor: "No me encuentro ante un tribunal estadounidense y no pienso contestar a una pregunta que se me formula con el estilo que utiliza un fiscal".
Stevenson replicó que aguardaría una respuesta "hasta que se congele el infierno".
Las confrontaciones y alineamientos del pasado se han vuelto a instalar. En enero de 2007, una iniciativa de las potencias occidentales para sancionar a la dictadura militar de Birmania por sus violaciones a los derechos humanos enfrentó un poco habitual doble veto de China y Rusia, que gozan de ese privilegio junto con Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.
La historia se repitió el mes pasado, cuando Beijing y Moscú bloquearon medidas contra el régimen autoritario de Robert Mugabe, presidente de Zimbabwe, por su persecución contra miembros de la oposición, que llegó al asesinato de activistas y sus familiares.
La pulseada entre Estados Unidos y Rusia se intensificó a partir de agosto, tras la invasión de Georgia por parte de tropas rusas y el reconocimiento de Moscú a la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, dos regiones separatistas de esa nación del Cáucaso, una república que formó parte de la Unión Soviética.
Cuando el embajador estadounidense, Zalmay Khalilzad, buscó que su par ruso señalara si su país tenía el propósito de violar la soberanía e integridad territorial de Georgia, Vitaly Churkin respondió que ya había contestado ese punto. Añadió, sarcásticamente, que Khalilzad "quizás no tenía colocado el audífono cuando" cuando lo hizo.
Y cuando representantes de Washington dispararon contra Moscú por sus violaciones al derecho internacional y la Carta de la ONU al invadir Georgia, Churkin preguntó: "¿Han encontrado ya armas de destrucción masiva en Iraq o aún las están buscando?".
"La ONU no se encamina hacia una nueva Guerra Fría", aseguró Phyllis Bennis, directora del Proyecto Nuevo Internacionalismo del Instituto para Estudios de Políticas, con sede en Washington, y autora de varias investigaciones sobre el organismo mundial.
A medida que el poder económico, político y diplomático de Estados Unidos se ve erosionado en todo el mundo, la fuerza militar se ha convertido en un factor cada vez más dominante como herramienta para mantener la hegemonía, agregó.
"La amenaza del uso unilateral del poder militar por parte de Washington continúa aumentando, no sólo en Afganistán e Iraq, sino con más bases estadounidenses en todo el mundo, al igual que posibles nuevas intervenciones en Georgia, Irán, Pakistán y quizás otros países", dijo Bennis a IPS.
En parte como consecuencia del creciente militarismo, y en parte a causa del hábito, los gobiernos del mundo continúan tratando a Estados Unidos como si fuera la superpotencia a la que no se puede desafiar, señaló.
"En la ONU, esto significa permitir que Washington continúe llevando la voz cantante", afirmó Bennis.
"¿Un retorno a la Guerra Fría? No estoy seguro sobre si podemos caracterizar la situación de esa manera", dijo a IPS un diplomático asiático quien sigue de cerca la actividad del Consejo de Seguridad y pidió no revelar su nombre.
Ese cuerpo, el más poderoso de la ONU, con capacidad para imponer sanciones y declarar la guerra, no ha estado funcionando adecuadamente en los últimos años, agregó.
"A mi juicio, la última vez que operó eficientemente fue en la etapa previa y durante la Guerra del Golfo de 1991", cuando el gobierno del presidente estadounidense George Bush (1989-1993), "trabajó duramente para ensamblar una coalición internacional contra Iraq", a causa de su invasión de Kuwait, dijo el diplomático.
Quizás se debió a que Estados Unidos acababa de triunfar en la Guerra Fría y consideraba que podía ser "magnánimo", sin actuar unilateralmente, o probablemente vio la oportunidad de demostrar su liderazgo y preservar un sistema internacional que lo tenía en la cumbre, señaló.
Pero, especialmente en los últimos ocho años, "Estados Unidos se ha vuelto extremadamente ideologizado y unilateral en su enfoque. Siempre tiene la razón, uno está con ellos o consideran que se está en contra de ellos. Es blanco y negro, sin tonos de gris", comentó el diplomático asiático.
A su juicio, esto fue evidente en los meses previos a la invasión de Iraq en 2003. "Esa actitud contaminó el planeamiento y la estrategia, pensaron que serían recibidos en Bagdad como libertadores", agregó.
Mouin Rabbani, editor asociado de la publicación Middle East Report, que se edita en Washington, dijo a IPS que desde 1990 la ONU, y especialmente el Consejo de Seguridad, ha estado bajo el dominio, o "propiedad" de Estados Unidos, convirtiéndose en un instrumento para ignorar el derecho internacional.
Para el diplomático asiático, ese celo ideológico de Estados Unidos y sus aliados se manifiesta en la "perturbadora" tendencia a ampliar la definición de lo que constituye una "amenaza a la paz y seguridad internacionales".
Argumentó que aunque la Carta de la ONU deja cierto margen para la interpretación, esa definición de "amenaza" estuvo generalmente confinada a la violencia o la guerra.
"Cada vez con mayor frecuencia, vemos intentos de Occidente de incluir toda clase de transgresiones como posibles motivos que justifiquen la intervención del Consejo de Seguridad", dijo, y puso como ejemplo en los casos de represión interna, asesinatos y violación de derechos humanos perpetrados por los regímenes de Birmania y Zimbabwe.
El desafío continúa siendo si el Consejo de Seguridad es capaz de reformarse a sí mismo para convertirse en una organización internacional eficiente.
"Y en este punto, los intereses comunes de Estados Unidos y Rusia convergerán para impedir que ocurra, como sucedió en el pasado", afirmó Rabbani.