IRAQ: Árabes y kurdos velan las armas

Los conflictos territoriales entre el gobierno de Iraq y la minoritaria etnia kurda, predominante en el norte, alimentan posibles enfrentamientos, justo cuando el país se recobra de a poco de la violencia entre chiítas y sunitas.

El ejército iraquí desplegó el mes pasado unidades en áreas bajo control kurdo en la volátil provincia septentrional de Diyala, con el propósito de expandir la autoridad gubernamental en esa zona.

En el centro de la controversia se encuentra la pequeña ciudad de Khanaqin, 140 kilómetros al noreste de Bagdad, de mayoría kurda. Su territorio cuenta con reservas de petróleo y se encuentra próxima a la frontera iraní.

Unidades de la milicia kurdo-iraquí Peshmerga dejaron sus bases en los distritos vecinos de Jalawla, Saadiya y Qara Tapa, luego de ser advertidas por el ejército de Iraq.

Funcionarios iraquíes y kurdos acordaron que ni la Peshmerga ni el ejército regular ingresarían en la ciudad. Pero, para ventaja de estos últimos, la policía local, predominantemente kurda, estará a cargo de la seguridad.
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Los kurdos consideran que el despliegue de las tropas del ejército apunta a hacer una demostración de poder, y que, si se retiran de Khanaqin, los militares los desplazarán de otras zonas estratégicas en disputa, como Kirkuk y Mosul, también en el norte, que tienen una gran riqueza petrolera.

"El problema es limítrofe. El gobierno en Bagdad cree que las fronteras" de la semiautónoma región del Kurdistán iraquí "deben ser las fijadas por el depuesto régimen de Saddam Hussein", dijo el domingo a la prensa el presidente kurdo Massoud Barzani.

"De ahora en adelante, si Iraq envía sus fuerzas a un área en disputa haremos lo mismo. Si mandan una brigada, nosotros mandaremos dos", agregó.

Sus declaraciones elevaron la tensión, pues sugerían disposición a combatir a las fuerzas del gobierno nacional, cuyo presidente, Jalal Talabani, es kurdo, al igual que varios ministros.

El mes pasado, el jeque Homam al-Hamudi, un árabe chiíta que preside la Comisión de Relaciones Exteriores del parlamento iraquí, advirtió a los kurdos, en nombre del gobierno del primer ministro Nouri al-Maliki, también chiita, que "si la Peshmerga viola la línea azul será perseguida por el ejército".

La "línea azul" es el límite oficial entre la provincia semiautónoma de Kurdistán y el resto del territorio iraquí. El gobierno regional kurdo no tiene jurisdicción sobre Khanaqin, Kirkuk y la provincia de Nínive, donde se encuentra la ciudad de Mosul.

Tras la invasión estadounidense de 2003, los kurdos ganaron un poder y reconocimiento sin precedentes en la política del país. Sus relaciones con Bagdad atravesaron un período excepcional de aparente amistad.

Los kurdos consideran que Khanaqin, Kirkuk y las ciudades alrededor de Mosul forman parte de su histórica tierra natal.

Bajo el régimen de Saddam Hussein (1979-2003), miles de kurdos fueron forzosamente desplazados de esas áreas y reemplazados con colonos árabes, en lo que activistas humanitarios de todo el mundo calificaron de limpieza étnica. Los árabes acusan ahora a los kurdos de aplicar la misma política.

Analistas señalan que esta escalada de la tensión marca una nueva era en la política iraquí de posguerra y el fin de la "luna de miel" entre los kurdos y el gobierno iraquí.

El gobierno mayoritariamente chiíta de Al-Maliki está desafiando militarmente por primera vez a los kurdos, socios en la coalición oficialista. Desde la caída de Saddam Hussein, los chiítas y los kurdos mostraron una aparente alianza política.

Cuando en 2006 varios grupos chiítas, sunitas y seculares abandonaron el gobierno de Al-Maliki, los kurdos lo mantuvieron en pie con su apoyo y cubriendo puestos en el gabinete.

Pero, a medida que la ocupación militar estadounidense logró avances en materia de seguridad, la confianza de Al-Maliki también fue en aumento. Se volvió contra viejos amigos, algo típico de la política iraquí, caracterizada por alianzas efímeras y apuntadas a satisfacer aspiraciones personales.

El despliegue del ejército iraquí conmocionó a los kurdos, reviviendo imágenes de sus amargas relaciones con varios gobiernos de Bagdad. Han estado en guerra con prácticamente todos desde el nacimiento de Iraq como nación en 1921.

La peor experiencia fue la vivida bajo el régimen de Saddam Hussein, quien en los años 80 desató una campaña contra ellos, que incluyó el empleo de armas químicas y la masacre de decenas de miles de kurdos. El parlamento iraquí declaró por unanimidad en abril que se trató de un genocidio.

"Desafortunadamente, Bagdad nuevamente sigue su práctica habitual. Cuando se siente débil se mantiene en silencio hacia nosotros, pero apenas se fortalece comienza a amenazarnos", declaró la semana pasada el primer ministro del Kurdistán iraquí, Nechirvan Barzani, sobrino de Massoud, el presidente de la región semiautónoma.

En respuesta a lo que muchos iraquíes de ascendencia árabe observan como un avance de los kurdos sobre la autoridad y los poderes de su administración, Al-Maliki advirtió que Iraq necesita un "fuerte gobierno central".

La desconfianza es profunda. Cuando se conoció hace poco la noticia de que Bagdad planeaba comprar equipo militar de avanzada en Estados Unidos, como aviones de combate F-16, el presidente del parlamento kurdo, Adnan Mufti, dijo que Washington debía exigir garantías de que no serían empleados contra la población civil como en el pasado.

Los partidos árabes argumentan que se destina a los kurdos una parte desproporcionada del presupuesto nacional —17 por ciento— y que están excesivamente representados en las instituciones del gobierno federal.

Analistas señalan que la posición de los kurdos en la política iraquí se debilita como consecuencia del apaciguamiento de la violencia entre chiítas y sunitas, lo que lleva a los árabes a actuar más en sintonía en algunos temas clave, especialmente en relación a los kurdos.

La presión de otros poderes regionales, especialmente Turquía, también ha tenido un impacto.

En febrero, cuando el ejército turco lanzó una incursión en remotas áreas montañosas del Kurdistán iraquí en busca de guerrilleros kurdos que operan en territorio de Turquía, la respuesta de Bagdad se limitó a unas pocas declaraciones.

Estados Unidos, ansioso por estabilizar Iraq, presiona a los kurdos para que hagan concesiones a los árabes chiítas y sunitas.

Si se considera el curso potencialmente peligroso que puede seguir esta crisis, lo ocurrido hasta el momento podría representar la calma antes de la tormenta.

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