ELECCIONES-EEUU: Sin cambios al sur del río Grande

Ninguno de los dos principales candidatos a la presidencia de Estados Unidos ofrece una visión nueva del vínculo con América Latina, aunque intentan marcar diferencias con el gobierno actual en muchas otras materias.

Los senadores Barak Obama, candidato del opositor Partido Demócrata, y John McCain, del gobernante Republicano, apoyan las líneas centrales de la política del actual presidente, George W. Bush, hacia América Latina, incluido el mantenimiento del embargo contra Cuba y la "guerra contra las drogas" en Colombia y México.

Casi nada los separa de la actual política, a excepción de su promesa de eliminar la prisión de sospechosos de actividades terroristas instalada en la base naval estadounidense en Guantánamo, Cuba.

De hecho, América Latina no es una cuestión central en la campaña electoral estadounidense.

Ambos candidatos salieron a la caza de votos en la comunidad de origen latinoamericano, sobre todo McCain, pues Obama lo aventaja claramente en ese segmento del electorado, pero la región está claramente relegada frente a puntos como el precio del combustible o las dificultades de la economía nacional.
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Obama se declaró dispuesto a negociar diplomáticamente con naciones consideradas "hostiles" hacia Estados Unidos, como la Venezuela presidida por Hugo Chávez. En esto se ha alejado de Bush y McCain, que rechazan esa posibilidad y la de un diálogo con Cuba.

La flexibilidad de Obama en la materia es aplaudida por críticos de la actual política exterior estadounidense, pero algunos analistas no ven que la posible agenda de esos diálogos se aparte del curso que ha seguido el gobierno de Bush.

Obama "adopta la misma retórica hostil hacia Venezuela, prometió mantener el embargo contra Cuba e incluso apoyó la incursión del 1 de marzo" del ejército colombiano contra un campamento en Ecuador de las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), enumeró Mark Weisbrot, codirector del no gubernamental Centro para la Investigación Política y Económica con sede en Washington.

"Con estos antecedentes, las declaraciones de Obama respecto de su predisposición a reunirse con Chávez y (con el presidente cubano) Raúl Castro no ofrecen mucho motivo para el optimismo. Los diplomáticos latinoamericanos en Washington no albergan muchas esperanzas de un cambio", agregó.

Entre otras políticas de Bush, Obama apoyó la llamada Iniciativa de Mérida, paquete de ayuda de 400 millones de dólares para asistir a las fuerzas de seguridad de México y naciones de América Central en el combate contra los denominados "narcoterroristas".

Ese plan, aprobado por el Senado estadounidense en junio, recibe duras críticas de organizaciones de derechos humanos, que remarcaron los antecedentes de abusos del ejército mexicano.

Además, el senador Joseph Biden, compañero de fórmula de Obama, es un entusiasta defensor de la "guerra contra las drogas" en América Latina y se enorgullece de haber apoyado el llamado Plan Colombia, destinado a combatir el narcotráfico y la guerrilla colombiana con financiación y asistencia de Washington.

Sin embargo, Obama se distanció de Bush y McCain respecto de los tratados de libre comercio con América Central y República Dominicana y con Colombia, este último pendiente de ratificación en el Senado estadounidense.

Pero apoyó un controvertido acuerdo en la materia con Perú en 2007, aunque prometió que en caso de ser elegido sólo firmaría convenios con estrictas protecciones para el ambiente y los sindicatos.

Se estima que el candidato demócrata seguirá las mismas políticas de Bush hacia América Latina, a tono con sus cambios de posición en los últimos años.

En 2003, Obama apuntó que la política antidrogas de Estados Unidos había sido un fracaso, "tanto domésticamente como en el exterior" y calificó al embargo contra Cuba como "un lamentable desastre".

Entonces consideraba que "la normalización de relaciones con La Habana ayudará a los oprimidos y empobrecidos cubanos, al tiempo que establece las bases para un gobierno más democrático cuando Fidel Castro, inevitablemente, abandone la escena".

Pero, cinco años más tarde, su posición es casi idéntica a la de Bush y a la de los ocho mandatarios que le precedieron desde la imposición de las sanciones en los años 60, aunque promete que, si resulta elegido, permitirá que los cubano-estadounidenses viajen sin trabas a la isla o envíen dinero a sus familiares allí.

El 23 de mayo, Obama declaró en Miami: "Mantendré el embargo. Nos da la herramienta para presentar al régimen cubano con una clara opción: tomen pasos decisivos hacia la democracia, comenzando con la liberación de prisioneros políticos, y nosotros tomaremos otros pasos para normalizar las relaciones."

Esta ciudad, en el suroriental estado de Florida, es el baluarte de los exiliados cubanos anticastristas y tiene una fuerte influencia en los comicios estadounidenses. La reñida puja en la elección de 2000 le otorgó la victoria a Bush gracias a un dudoso escrutinio en Florida.

También McCain cambió de curso respecto de Cuba. En 2000, afirmó: "No estoy a favor de ponerle un dedo en el ojo a Castro. Apoyo la adopción de una hoja de ruta para normalizar las relaciones."

Este año, también en Miami, señaló que esa hipotética normalización estaba atada a profundas reformas políticas en la isla, entre las que mencionó la liberación de los presos políticos y elecciones democráticas con supervisión de observadores internacionales.

Pero, con dos guerras en curso, en Afganistán e Iraq, y una creciente tensión con Rusia, es improbable que la política exterior de Washington se ocupe de América Latina, con independencia de quién triunfe en las elecciones presidenciales del 4 de noviembre.

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