Gane o pierda las elecciones del 4 de noviembre, Barak Obama ya hizo historia como primer negro candidato a la presidencia de Estados Unidos por uno de sus dos grandes partidos.
En esta entrevista exclusiva con IPS, el aspirante del opositor Partido Demócrata a ocupar la Casa Blanca se refiere a una amplia gama de asuntos, entre ellos el genocidio en la región sudanesa de Darfur, las guerras en Iraq y en Afganistán y el estado de la economía de su país.
Además, Obama defiende con vehemencia su decisión de elegir al senador Joe Biden como candidato a la vicepresidencia y asegura que su partido ya está unido alrededor de esta fórmula electoral.
IPS: —Al seleccionar a Biden como candidato a la vicepresidencia, sus críticos dijeron que usted había modificado su mensaje de concretar cambios en Washington.
BARACK OBAMA: —El senador Joe Biden no es un político: es un estadista. Lo que quiero decir es que Biden comprende cómo se manejan las cosas en Washington, pero no se deja llevar por el modo en que se manejan las cosas en Washington, y que en sus más de 30 años en el Senado siempre ha trabajado siguiendo el dictado de su conciencia y con una fuerte vocación de servicio.
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Desde hace años, toma el tren todas las noches de Washington a su casa en Delaware. Ha mostrado firmeza ante los líderes de nuestro propio partido cuando lo sintió necesario y su experiencia en política exterior no tiene parangón en el Senado. Lo elegí con el interés de mi país en mente, no siguiendo las políticas del momento.
[pullquote]1[/pullquote]—En Washington son frecuentes las fisuras partidarias. ¿Cómo hará usted para construir un consenso, abrir paso al cambio del que habla en esta campaña y atacar los problemas económicos de este país?
—En este preciso momento, Washington está, sencillamente, patas arriba. La dirigen cabilderos e intereses poderosos, frecuentemente a costillas del interés de la gente. Como presidente, trabajaré para hacer lo que he hecho a lo largo de toda mi vida adulta: construir coaliciones alrededor de metas y valores comunes con el objetivo de lograr que se haga lo que debe hacerse.
Aun en este ambiente, estoy convencido de que tenemos más en común de lo que mucha gente puede apreciar. La clave es identificar y desarrollar esos lazos comunes, de un modo en que las fuerzas del gobierno trabajen para el pueblo estadounidense y no en su contra, y que más estadounidenses se comprometan en la toma de decisiones de nuestro gobierno.
—El gobierno de George W. Bush ha sido criticado por organizaciones de derechos humanos por omisiones en Darfur. ¿Cuál es su enfoque sobre los conflictos internacionales como este genocidio?
—Acabar con el genocidio en Darfur será una de mis prioridades como presidente. Me entrevisté en la Organización de las Naciones Unidas con funcionarios sudaneses y visité campamentos de refugiados en la frontera entre Chad y Sudán para llamar la atención de la comunidad internacional sobre el desastre humanitario en curso allí.
Como presidente, tomaré pasos inmediatos con el objetivo de acabar con el genocidio, elevando la presión sobre Sudán para que ponga fin a la masacre y deje de obstaculizar el despliegue de una fuerza internacional (de mantenimiento de la paz) robusta. Llamaré al gobierno en Jartum a la responsabilidad.
[pullquote]2[/pullquote]Ya he trabajado con el senador (republicano) Sam Brownback por la aprobación en 2006 de la Ley de Paz y Responsabilidad para Darfur (que define la crisis humanitaria como genocidio y llama al gobierno estadounidense a apoyar la ampliación de la fuerza de paz de la Unión Africana y de sus facultades, así como a brindarle ayuda logística).
—¿Qué asunto atendería de inmediato al asumir el gobierno? ¿La guerra en Iraq, los problemas laborales, los desalojos, la energía o el financiamiento de la enseñanza?
—Luego de ocho años bajo el presidente Bush y el vicepresidente Dick Cheney y de las políticas que instauraron, sabemos que tenemos muchísimo trabajo, tanto dentro del país como en el extranjero.
Tenemos una economía desorientada y bajo ataque por los crecientes desalojos y la caída del valor de la vivienda, por los precios de la energía que continúan consumiendo más y más nuestro ingreso y por los costos de la salud, en una espiral ascendente y fuera de control.
Continuamos librando una guerra que nunca debió haber sido autorizada, mientras el enemigo real sigue oculto en las montañas de Afganistán.
Tenemos mucho trabajo, pero la clave es ubicar en cada lugar a las personas correctas, para poder comenzar a atender estos grandes desafíos.
—¿Ve como una carga la expectativa popular sobre su gestión de gobierno en caso de ser electo presidente en noviembre? ¿La considera justificada?
—En realidad, creo que las expectativas son altas porque la gente cree que su gobierno no la ha servido bien en los últimos ocho años y aprecian a un gobierno que trabaja, como lo fue el del ex presidente Bill Clinton.
No puedo ver esta carga con agobio, porque elegí ser candidato a presidente, pero sí me doy cuenta del carácter único de este momento histórico. Desde esta posición, mi principal carga es continuar reconociendo el trabajo a aquellos que allanaron el camino y honrarlo cumpliendo siempre el mío lo mejor que pueda. Hacer menos que eso sería inaceptable.
—Usted instaló el cambio climático en la agenda de la campaña. ¿Qué rol jugaría el ex vicepresidente Al Gore en un eventual gobierno suyo?
—Nos honraría contar con su apoyo y experiencia en una amplia gama de asuntos, incluyendo el combate contra las causas del recalentamiento planetario y la protección del ambiente.
—¿Confía en que las huestes del Partido Demócrata estarán unidas alrededor de su candidatura para noviembre?
—Creo que el Partido Demócrata ya está más unido de lo que nunca ha estado, y que todos estamos dedicados a ganar en noviembre. Continuaremos dando la bienvenida a quien quiera sumarse a nuestra causa: la de restaurar la esperanza en nuestro país y traer el cambio que necesitamos en Washington.