Cuando en Cuba se habla de vivienda, las historias personales suelen ser tantas como el déficit acumulado durante años de esfuerzos de construcción inferiores a las necesidades, al tiempo que continúa el deterioro de casas y edificios.
"Es un enorme problema, pero ahora al menos hay un programa que tiene en cuenta el mantenimiento y rehabilitación de lo que tenemos. De forma individual, es casi tan complicado y costoso como edificar", dijo a IPS María Leiva, presidenta del consejo de vecinos en un edificio de 32 apartamentos, actualmente sometido a reparación.
Leiva cree que los inquilinos de esa y de otras edificaciones de la cuadra en que vive, en el barrio capitalino de El Vedado, deben darse "con una piedra en el pecho" por la "suerte" de estar incluidos en los planes de remozamiento de este año. "Son muchos los edificios en mal estado y pocas las posibilidades", agregó con pesar.
Sin embargo, algunos vecinos tomaron nota de que los constructores suelen comenzar la jornada laboral muy tarde, trabajan sólo de lunes a viernes y se van temprano, porque no tienen almuerzo. "Esta semana, no vinieron (los obreros), dicen que por falta de materiales", comentó a IPS uno de los residentes.
Las autoridades aseguran que hay recursos para terminar 2008 con 50.000 nuevas viviendas y 250.000 "acciones de reparación", que incluyen conservación y rehabilitación de inmuebles y remozamiento exterior de algunos edificios.
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Se trata de un plan más modesto que el anunciado hace tres años.
A mediados de 2005, el gobierno se propuso construir 100.000 inmuebles anuales, aspiración que debió reducirse a la mitad para ajustarse a las posibilidades del país. De acuerdo con cifras oficiales, hasta junio se habían terminado 22.558 nuevos inmuebles y unas 133.000 de las 250.000 reparaciones previstas para el año.
El propio presidente del Instituto Nacional de la Vivienda, Víctor Ramírez, reconoció a principios de julio que el programa previsto para 2008 es muy inferior a la demanda. En 2003, esa misma entidad calculaba el déficit total del país en cerca de 530.000 unidades, que ahora sería de unas 600.000, según estimados actuales.
Aun cuando la disponibilidad de viviendas es mayor en las zonas urbanas, se considera que los problemas del déficit total, en los que se incluyen los aspectos cualitativos, afectan más a esas áreas. La situación de La Habana, con 2,2 millones de habitantes, es un ejemplo.
De acuerdo con las estadísticas, el fondo habitacional de la urbe capitalina es de más de medio millón de unidades. Pero la cifra incluye desde "casas de sólida construcción, modernas, y edificios multifamiliares erigidos en las últimas dos décadas, hasta casuchas fabricadas con materiales inapropiados como latón y tablas", advirtió a IPS una profesional vinculada al tema.
En La Habana hay más de 6.000 ciudadelas-edificios y casas antiguas subdivididas o "cuarterías", y 46 asentamientos precarios donde habitan más de 18.000 personas en más de 6.200 viviendas. Las autoridades reconocen que vivir en esos lugares crea diferentes conflictos sociales y un número considerable de hechos violentos.
Según estudios especializados, la capital sigue siendo el principal punto de atracción para la gran mayoría de los cubanos que deciden mudarse de sus provincias de origen. De acuerdo con el último Censo de Población y Vivienda, de 2002, La Habana absorbe casi 41 por ciento del total de quienes migran del resto del país.
Aunque no se busca responsabilizar a la migración de miles de personas por el aumento del déficit habitacional de una urbe sin condiciones para recibirlas, lo cierto es que agrava el problema. "Si la situación de la vivienda es compleja para los habaneros, imagínese para los que desean quedarse", comentó una joven universitaria al periódico Juventud Rebelde.
El diario estatal relató la situación de unas 2.000 personas que viven en un caserío llamado Las Piedras, del municipio San Miguel del Padrón, en el este de la capital, donde "los vecinos han construido sus casitas con materiales que han recogido en basureros, y los pisos son de tierra".
"Allí no existen calles, sino trillos. No hay tendidos eléctricos, sino extensas tendederas. Y el agua la obtienen de unas tuberías que pasan a unos metros del 'llega y pon' (nombre popular de esos asentamientos precarios)", relató Juventud Rebelde, que recordó que el movimiento migratorio interno creció durante la recesión económica de los años 90.
Desde 1997 está vigente una legislación que intenta detener o, al menos, regular ese incremento, pero los técnicos han puesto sus esperanzas en que programas de desarrollo en marcha para mejorar las condiciones de vida hagan desistir a muchas personas de migrar hacia La Habana.
Las autoridades habaneras esperan terminar el año con 5.000 nuevas viviendas, barajan fórmulas para eliminar la "ilegalidad " de los barrios precarios y buscan soluciones para quienes han perdido total o parcialmente sus viviendas en mal estado.
"Tuve que dejar mi casa porque el techo se nos podía caer encima", contó a IPS una mujer albergada en la vivienda de una amiga en tanto reparan la suya.
Según estadísticas, en 1987, en la capital cubana se concluyeron 3.170 nuevas casas y en 1989 se alcanzó la cifra más alta, con 9.114. A partir de esa fecha, y por la crisis económica, comenzó un pronunciado descenso en el sector de la construcción, hasta llegar a apenas 723 nuevas viviendas en 2002.
Si bien luego la construcción aumentó hasta llegar a 1.552 unidades en 2003, 2.838 en 2005, 9.443 en 2006 y 6.324 en 2007, estas cantidades distan mucho de satisfacer las necesidades acumuladas por tantos años. Para colmo, el mal estado de los inmuebles acentúa su vulnerabilidad ante los huracanes y obliga a desviar recursos a la recuperación.
Sólo el huracán Dennis, que pasó por varias provincias cubanas en julio de 2005, causó daños a más de 120.000 viviendas, con 15.000 derrumbes totales y 25.000 parciales. La fuerza de los vientos destrozó los techos de 24.000 casas y provocó daños parciales en los de otras 60.000.
De acuerdo con informes oficiales, en las últimas cuatro décadas se construyeron 2,6 millones de viviendas, que representan 75,4 por ciento del fondo habitacional del país. En ese período, también disminuyeron las casas en mal estado y aumentaron los servicios de energía eléctrica y agua potable.
Sin embargo, las autoridades reconocen que las inversiones de esos años no han permitido resolver aún la situación, que sigue siendo uno de los principales problemas para la población cubana.