La reedición del libro «Sendero: Historia de la guerra milenaria en el Perú», del periodista Gustavo Gorriti, deja en evidencia que la insurgencia maoísta no ha dejado de preocupar al público de ese país, a pesar de que sus líderes más encumbrados están presos.
El libro de Gorriti examina la respuesta del gobierno peruano a la lucha armada que en mayo de 1980 lanzó la organización extremista Sendero Luminoso, desatando una guerra civil. Su reedición formula algunos interrogantes sobre el terrorismo actual.
El Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (que no debe confundirse con otros dos Partidos Comunistas, el denominado Peruano y el distinguido con la consigna Patria Roja) ganó notoriedad por indiscriminados atentados con bomba, asesinatos brutales, secuestros, robos de bancos y ataques contra empresas y embajadas.
El 12 de septiembre de 1992, la policía capturó en Lima al líder de la organización, Abimael Guzmán, y a casi todos los integrantes del Comité Central del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso.
En octubre del año siguiente, Guzmán y otros dirigentes detenidos suscribieron un acuerdo de paz con el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000).
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El costo humano y económico del conflicto interno fue devastador. Organismos de derechos humanos estimaron que las víctimas fatales de la guerra civil habían sido más de 30.000. El 28 de agosto de 2003, el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación señaló que el total ascendió a 69.280 y atribuyó a Sendero Luminoso 54 por ciento de esas muertes.
Gorriti se dedica al periodismo de investigación desde 1983. Publicó muchos de sus trabajos en la revista peruana Caretas, entre ellos el que reveló los lazos entre Vladimiro Montesinos, la segunda figura más poderosa del régimen de Fujimori, y el narcotráfico.
Cuando Fujimori disolvió el parlamento en 1992 con asistencia del ejército, Gorriti estuvo secuestrado a manos de las fuerzas de seguridad del Estado. Ese mismo año, la Facultad de Periodismo de la neoyorquina Universidad de Columbia le asignó el premio María Moors Cabot.
Entrevistado por IPS, Gorriti consideró importante no caer en la trampa semántica de describir toda actividad insurgente como "terrorista", y explicar los episodios violentos con las palabras y conceptos correctos.
IPS: —El libro fue publicado por primera vez en 1990. ¿Cuál es su importancia hoy?
GUSTAVO GORRITI: —Esta reedición se está vendiendo bien, lo que probablemente significa que el tema sigue siendo importante para los peruanos. Luego de años de amnesia autoinducida, muchos peruanos tratan de entender ese período trágico, entre otras razones a causa de sus consecuencias y porque la mayoría de sus protagonistas todavía están entre nosotros.
—¿Qué aprendió usted sobre el terrorismo investigando a Sendero Luminoso? ¿Es comparable a otros grupos armados?
— Las insurgencias armadas poseen algunos puntos en común y pueden tener significativas diferencias. Sendero Luminoso quiso imponer en América Latina la teoría del líder de la revolución comunista en China, Mao Zedong, acerca de la "guerra popular".
Pero tuvo diferencias con su modelo histórico, pues intentó incorporar los postulados de la Revolución Cultural china, ejecutados en ejercicio del poder, en la ecuación insurreccional. También adoptó postulados de la Internacional Comunista (Komintern), creada en Moscú (por Lenin en 1919).
Al mismo tiempo, Guzmán estudió las conquistas iniciales del Islam, para inculcar a sus seguidores la importancia de la convicción primordial de lograr victorias militares y una gran expansión.
— Usted dijo que uno de los desafíos en aquel momento era entender qué había detrás de la asombrosa violencia. Saber cómo se desarrolló la insurrección era importante desde el punto de vista de la táctica militar, pero ¿importa desde la perspectiva académica? No existe una definición "oficial" sobre "terrorismo", o al menos no una sobre la que haya consenso. ¿La motivación tiene importancia?
— No consideré entonces, ni lo hago ahora, que la insurgencia de Sendero Luminoso fuera primordialmente "terrorista". Si hubiera sido sólo eso, la amenaza hubiera resultado mucho menor. Obviamente, realizaron muchas acciones que bien pueden ser definidas como "terroristas", pero también gran cantidad que fueron de sabotaje, guerrilla, propaganda o, fundamentalmente, políticas y administrativas.
Fue muy importante entonces, y lo es ahora, no caer en la trampa semántica, de modo de describir una serie de episodios violentos con las palabras y conceptos correctos. Entender la naturaleza de Sendero Luminoso, o de cualquier otra insurgencia, también es vital desde la perspectiva académica.
La motivación, el propósito, la estrategia, la doctrina, la práctica, los objetivos, pueden ser comprendidos y ejecutados de diferentes maneras. ¿Cuáles serían las diferencias entre, digamos, (el grupo peronista de izquierda) Montoneros de Argentina y Sendero Luminoso, o entre éste y el salvadoreño FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, una organización guerillera que evolucionó en partido político)? Es evidente que cualquier emprendimiento académico carecería de sentido sin entender las razones y características de cada insurgencia.
— ¿Cómo analiza usted la lucha contra el terrorismo en diferentes países, como Colombia, España y Estados Unidos?
— Estados Unidos tiene una influencia considerable sobre el gobierno de Colombia, no sólo en materia de financiamiento sino de entrenamiento. La forma en que Washington se enfrenta con las insurgencias ("terrorismo" resulta otra vez un término muy estrecho en este caso) evoluciona desde los colosales errores de los primeros años posteriores a la invasión de Iraq en 2003 hacia la nueva estrategia contrainsurgente elaborada por el general David Petraeus (comandante de las fuerzas de ocupación en ese país), luego de que fue designado.
En España, la lucha contra el terrorismo está fundamentalmente encarada como una cuestión de ley y orden, que debe ser encarada a través de la policía y los tribunales. Desde el punto de vista de la democracia, éste es el mejor enfoque, aunque existen casos en los que ya resulta imposible aplicarlo.
—Sendero Luminoso aterrorizó a Perú durante poco más de dos décadas, hasta que en 1993 firmó el acuerdo de paz. Pero en marzo de 2002, un coche bomba cerca de la embajada de Estados Unidos en Lima reavivó viejos temores. El Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos todavía caracteriza a Sendero como grupo terrorista. Algunos dicen que se está reorganizando y reclutando nuevos miembros. ¿Significa todavía una amenaza?
—No una de vida o muerte para el Estado peruano, como fue el caso a fines de los años 80 y principios de los 90, pero todavía existen columnas armadas remanentes. Están concentradas en las dos regiones más importantes de producción de cocaína en Perú: el Alto Valle del Huallaga y el valle de los ríos Ene y Apurimac. Cuentan con liderazgos que están enfrentados entre sí. El grupo del Huallaga ha sufrido varios golpes últimamente, pero el otro se ha fortalecido visiblemente en los últimos años.
— El ex presidente Fujimori desarrolló una violenta campaña contra Sendero Luminoso. Se atribuyó poderes prácticamente dictatoriales en abril de 1992, con apoyo de los militares, disolviendo el parlamento y los tribunales, que según él limitaban sus poderes para combatir el terrorismo. Usted fue secuestrado por las fuerzas de seguridad en esa época. Pero poco después el gobierno capturó a la mayoría de los líderes de Sendero Luminoso y el terrorismo declinó. Con la perspectiva del tiempo, ¿puede extraerse alguna lección?
— Las apariencias pueden resultar engañosas, tanto en los hechos cotidianos como cuando analizamos la historia. La razón fundamental de la derrota de Sendero Luminoso fue la captura de su líder, Guzmán, llamado "Presidente Gonzalo". En términos de culto a la personalidad, superó largamente a Mao e incluso a Kim Il Sung (el fallecido líder comunista de Corea del Norte). Es decir, era el mayor activo de Sendero Luminoso, pero al mismo tiempo su mayor vulnerabilidad.
Hasta la captura, su grupo estaba ganando la guerra y ni Fujimori ni Montesinos tenía idea sobre cómo afrontar el problema, más allá de organizar escuadrones de la muerte.
Un pequeño grupo de la Policía Nacional de Perú, la Dirección contra el Terrorismo (Dircote), que fue organizado en 1983 y asestó varios durísimos golpes a Sendero Luminoso, fue el que finalmente capturó a Guzmán y cambió el curso de la guerra civil.
Ese cuerpo actuaba en base a su conocimiento de Sendero Luminoso, precisa información de inteligencia y guiado por valores democráticos. En una época en la que varias personas eran asesinadas a diario, el Dircote no mató a nadie ni disparó un balazo contra nadie.
Pero la fortuna acompañó a Fujimori, quien recogió la cosecha e hizo aparecer la victoria como resultado de su autogolpe, las organizaciones de espionaje interno y la supresión de la democracia. Mucha gente creyó en eso y lo sigue haciendo.
— Usted está citado a declarar en el juicio contra Fujimori por su secuestro y el del empresario Samuel Dyer en 1992. ¿Cuál es su impresión sobre ese proceso?
— El juicio avanza y es posible que se dicte sentencia en octubre o noviembre de este año. A pesar de su a veces frustrante formalismo, parece que la causa está bien conducida desde el punto de vista judicial. Pero, al mismo tiempo, existe una coalición de facto entre el presidente Alan García y los legisladores fujimoristas.
La perversidad no es algo nuevo en la política peruana, pero esto amplía sus alcances. ¿Tendrá esto influencia en el desenlace del juicio? Probablemente sí. Pero todavía está por verse cómo lo afectará.
* Miren Gutiérrez es editora en jefe de IPS.