Opositores a la dictadura de Birmania piden a quienes visitan Beijing, en ocasión de los Juegos Olímpicos, que no compren allí objetos recordatorios confeccionados con «jade ensangrentado» extraído en su país.
Aunque son atractivos y valiosos, el jade extraído de las minas de Birmania está rodeado por una historia de abusos y sangre, señalaron los opositores a la junta militar que gobierna ese país con apoyo de China.
La birmana Unión de Estudiantes y Jóvenes de Kachin (Aksyu) pidió en un informe a quienes asisten a los Juegos, inaugurados el viernes, que "boicoteen" las joyas y objetos confeccionados con jade de su país, "para no apoyar los abusos en la industria minera".
Cerca de 90 por ciento de la jadeíta (la variedad de jade más valiosa) que se vende en China procede de las minas del estado birmano de Kachin, en la frontera de ambos países, según el estudio titulado "Blood Jade: Burmese Gemstones and the Beijing Games" (Jade Ensangrentado: Las Piedras Preciosas Birmanas y los Juegos de Beijing).
"Además de ser una importante fuente de divisas para la dictadura, la industria minera controlada por los militares está plagada de deplorables condiciones laborales, la epidemia del sida y provoca la destrucción del ambiente", señaló el documento.
[related_articles]
"Miles de personas perdieron sus tierras a causa de la expansión de las zonas mineras. Son comunes las muertes de trabajadores, a causa de derrumbes en los túneles o a manos de los vigilantes de las compañías", agregó.
"Tomamos conciencia hace dos o tres años de que los chinos estaban comprando más jade birmano para elaborar recuerdos olímpicos, anillos y joyas", dijo a IPS Naw Law, un investigador de la Aksyu.
Los trabajadores en las minas reciben un mísero jornal, de alrededor de un dólar diario, "y deben cumplir turnos de 12 horas o más, a veces durante la noche, y con poco tiempo de descanso", afirmó.
"Las compañías mineras pertenecen a cómplices de la junta militar. No les preocupa abusar de las personas, violar sus derechos y destruir el ambiente", dijo Naw Law.
David Scott Mathieson, experto en Birmania de la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), con sede en Nueva York, confirmó a IPS que las condiciones laborales en las minas son "espantosas".
Asimismo, "el jade ha sido utilizado durante años en Birmania para financiar guerras en la zona de Kachin, primero por grupos rebeldes y ahora por el régimen", agregó.
Un informe de HRW divulgado en julio señala que "la junta militar tiene un interés directo en varias minas, en algunos casos a través de sociedades con compañías privados".
El estudio, titulado "Burma's Gem Trade and Human Rights Abuses" ("El comercio de gemas de Birmania y los abusos de derechos humanos"), destaca que ese país es conocido por su "jade imperial", de gran valor y muy apreciado por su color verde profundo.
"Las minas birmanas son manejadas con mano de hierro por los militares y las compañías. Las condiciones deplorables incluyen la confiscación rampante de tierras, la extorsión, el trabajo forzado, el trabajo infantil, la contaminación y falta de seguridad para los trabajadores en las condiciones laborales", señaló HRW.
No existen cifras exactas sobre las ganancias que la venta de piedras preciosas y jade deja a la junta militar, aunque las estadísticas oficiales sobre exportaciones la colocan en tercer lugar, detrás del gas natural y los productos agrícolas.
Basada sobre datos del Ministerio de Comercio, HRW señaló que entre abril de 2007 y marzo de 2008 la exportación de piedras preciosas y joyas dejó a Birmania un ingreso de 647 millones de dólares.
Esa cifra revela un marcado incremento en las ventas al exterior, ya que en el mismo período de 2006-2007 se ubicaron en torno a los 297 millones de dólares, destacó HRW.
Según el documento de la Aksyu, la dictadura birmana obtiene 300 millones de dólares anuales sólo en concepto de exportaciones de jade, fundamentalmente a China.
El interés de Beijing por el jade de su vecino comenzó a mediados de los años 90, luego de que la junta militar firmara un acuerdo de paz con el grupo separatista de la región de Kachin. Coincidentemente, China reconoció a la dictadura en 1995.
Ese año los militares abrieron el comercio de jade y piedras preciosas a extranjeros y la presencia de los chinos se hizo sentir: sus operaciones representaron alrededor de un tercio de las exportaciones. Desde ese momento, su dominio del mercado no dejó de crecer.
Meses atrás, un comprador de un país asiático quedó impresionado por el predominio de los comerciantes chinos en una subasta de jade. "Casi todos los compradores, entre los alrededor de 300 presentes eran de ese origen", dijo a IPS.
En esa subasta se ofrecían grandes bloques de jade en bruto. "Uno tenía el tamaño de un automóvil, otro el de una mesa grande. Estos eran los que interesaban a los compradores chinos", agregó el comerciante.
"La base para una pieza de jade en bruto del tamaño de una silla era de 1.546.770 dólares, mientras que los valores de las menores oscilaban entre los 464.000 y 774.000 dólares", agregó.
Con ese panorama, la única opción que parece quedarle a los activistas como Naw Law es pedirles a los turistas que visitan Beijing por los Juegos Olímpicos que se rehúsen a comprar objetos de jade.
"Nuestras montañas han desaparecido y nuestros jóvenes están muriendo. Los generales permiten a sus compinches que extraigan de las minas nuestro futuro. Urgimos a la gente a que no compre el jade ensangrentado de Birmania", concluyó.